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Ainara Lertxundi Periodista

Bombas sobre cielo libio y palestino

Una lluvia de misiles Tomahawk cae desde el sábado sobre suelo libio en nombre de los derechos humanos. Londres, París y Washington satanizan la figura de Gadafi, hasta hace bien poco su aliado, para justificar los ataques aéreos. El presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, se agarra a la resolución de la ONU y a la protección de la población local para defender la intervención contra Libia.

Al comienzo de la crisis, la cadena qatarí Al Jazeera aseguró que Gadafi había bombardeado a los opositores. La noticia corrió como la pólvora, pese a no haber imágenes. Los gobiernos occidentales pusieron el grito en el cielo. Hablaron de represión, masacres e impusieron sanciones económicas al líder libio y a su familia. Hasta el Tribunal Penal Internacional ha abierto una investigación en su contra por supuestos crímenes contra la humanidad.

Ya se empieza a hablar de víctimas civiles porque, por muy «inteligentes» que sean, los tomahawk están diseñados para causar destrucción. Estos misiles, empleados por EEUU en la Primera Guerra del Golfo, Bosnia, Afganistán y en la invasión de Irak, son capaces de llevar hasta 450 kilos de explosivo.

Pero las bombas de los aliados cuentan con el aval de la ONU, lo que, al parecer, las hace «diferentes». Quienes las arrojan argumentan la necesidad de proteger a la población local de los ataques de Gadafi, a quien tildan de dictador.

Con el tiempo se sabrá lo que ocurrió en las primeras semanas de la crisis. Lo que está claro es que los únicos perjudicados son los civiles, cuyas vidas están a merced de unos y otros. Sus derechos no son más que parte de una estrategia militar y de determinados intereses.

Si a Washington, Londres y París les interesaran los derechos humanos mirarían a Israel, que este mismo lunes ha bombardeado la Franja de Gaza hasta en cinco ocasiones y que incumple cada una de las resoluciones de la ONU.

Los palestinos, al igual que ahora los libios, seguirán sufriendo los rigores de una política internacional que obvia los verdaderos derechos humanos.

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