GARA > Idatzia > Iritzia> Kolaborazioak

Xabier Arana Eiguren Dinamizador ambiental

Fukushima, ¿principio de una nueva era?

En el drama de Japón se ha producido la conjunción de todas las crisis globales. Tenemos que aprender la lección de todas esas señales que nos está dando el planeta y la historia.

El comienzo del siglo XXI ha venido cargado de impactantes acontecimientos que han sacudido nuestras conciencias y civilizaciones. El primer aldabonazo lo dieron en 2001 los aviones-bomba que echaron abajo las Torres Gemelas, en aquella trágica jornada del 11-S. Luego llegarían los ataques contra civiles de Madrid y Londres, sin contar los innumerables atentados producidos en muchos otros países. Las guerras de Irak y Afganistán son una terrible pesadilla con la luz encendida.

En la próxima estación de las sorpresas, se descubrió que la economía mundial tenía pies de barro, y se inició el efecto dominó financiero con repercusiones en todo el planeta. A esta segunda crisis global, se han destinado sumas multimillonarias de fondos públicos para apuntalar el mercado, mientras que al mismo tiempo se imponían recortes sociales y laborales. La situación ha dibujado un duro escenario, marcado por el drama del paro, viviendas embargadas y las medidas de ajuste que afectan a las familias.

En clave medioambiental, el pasado año la Unión Europea reconoció oficialmente que había fracasado en su intento de frenar la pérdida de biodiversidad, en su iniciativa Countdown 2010. Esta pérdida de capital y patrimonio natural, que es un síntoma de la enfermedad, se está produciendo a escala planetaria.

El arranque de la segunda década ha sido trepidante. El comienzo de 2011 vino marcado por las revueltas iniciadas en los países árabes del norte de África, reclamando libertades públicas y formas de gobierno democráticos. Las primeras revoluciones pacíficas de Túnez y Egipto, se ha tornado violenta en Libia, con un país sumido en una cruenta confrontación armada.

De nuevo se ha impuesto la lógica de la guerra.

Como embate final, y cuando todavía se sigue acogiendo a las niñas y niños de Chernobil en nuestros pueblos y ciudades, se ha producido la catástrofe nuclear de Fukushima. El drama humano que vive Japón, sacudido por un terrible terremoto, un devastador tsunami y la posterior crisis nuclear, despierta sentimientos de solidaridad en nuestro fuero interno pero, a su vez, nos pone en guardia sobre el modelo energético pivotado en la energía nuclear. En el drama japonés se ha producido la conjunción de todas las crisis globales antes mentadas: social, ambiental y económica.

Tenemos que aprender la lección de todas estas señales que nos está dando el planeta y la historia. En primer lugar, hay que adaptarse al planeta y a las leyes de la naturaleza; y proteger su capital natural, básico para la vida. En segundo lugar, si se quiere un mundo estable y cumplir los Objetivo del Milenio de la ONU, que busca el desarrollo humano en todos los rincones del planeta, los fondos públicos destinados a la guerra y la destrucción deben dirigirse a la construcción de un planeta saludable, próspero y solidario en clave de sostenibilidad. La tercera lección es que debemos apostar por un nuevo modelo de energía, basado en el ahorro y las fuentes renovables. Este modelo favorecerá, a su vez, el impulso de una economía verde, que cuide del medio ambiente y de la salud de las personas. Por último, pero quizá debiera ocupar el primer puesto, se debe arrinconar la violencia para dar paso a la palabra y a la democracia.

Hay que pasar página al libro de la historia para adentrarnos en un nuevo tiempo. La sociedad global y la comunidad internacional disponen de medios intelectuales, culturales, materiales y financieros para ello. Pero el mundo necesita una nueva escala de valores. Si se quiere, se tiene la oportunidad de iniciar una nueva era.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo