Un fútbol con mucha graduación... alcohólica
Fabio Capello, seleccionador de Inglaterra, ha vuelto a recriminar a los inventores del balompié moderno su dudoso cóctel cultural, que mezcla asiduamente fútbol y alcohol. El último en ser señalado, Andy Carroll, el jugador más caro de la historia de la Premier.
Joseba VIVANCO
George Best ha sido, como su propio apellido sugiere, el mejor jugador irlandés de la historia, cuando no uno de los más desequilibrantes de todo el planeta futbolístico -«Maradona good; Pele better; George Best», le aclamaban sus fans-. Pero, como el mismo reconoció, «nací con un gran talento y, a veces, ese talento viene acompañado de una vena destructiva». Porque, «exactamente igual que quería pasar por encima de quien se me pusiera por delante cuando jugaba -explicaba-, tenía que pasar por encima de quien se me pusiera delante cuando salía a divertirme por ahí».
Quien fuera bautizado como `el quinto Beatle' ha pasado a la historia como paradigma más destructivo de lo que el binomio fútbol y alcohol significa en la cuna del balompié. El último en llamar la atención sobre esta constante del fútbol de las Islas ha sido su seleccionador, el italiano Capello, que ha recomendado públicamente a la emergente figura Andy Carroll (22 años, fichado por el Liverpool por 40 millones de euros) que beba menos y juegue más; o puede terminar engrosando la larga lista de futbolistas, buenos y mediocres, con problemas con la bebida.
«Para los jugadores británicos es parte de su cultura», asentía hace sólo unas semanas otro entrenador extranjero en la Premier League, Roberto Mancini, del rico Manchester City, después de cuestionar el consumo de alcohol en el fútbol british, tras una juerga nocturna de tres de sus jugadores.
La botella de brandy en el vestuario
El problema con que se están topando mánagers como Capello o Mancini antes lo tuvieron que enfrentar otros, en especial los foráneos, como el `profesor' gunner Arsene Wenger. Cuando llegó al Arsenal en 1996 cortó por lo sano con la insana costumbre a la que eran adictos jugadores de la talla de Paul Merson o el buque insignia del club, Tony Adams, el gran capitán.
Este último, inmerso en una espiral de peleas o detenciones por conducir ebrio, llegó a pasar tres meses en prisión en 1990 por su adicción a la botella. Al final, terminó publicando un libro titulado ``Addicted'', donde narraba sus propias experiencias.
El periodista de Fifa.com Simon Hart explicaba sobre esta problemática que, «como la gente que se encuentra un viernes o un sábado por la noche completamente borracha, el futbolista inglés medio, pese a toda su fortuna, no deja de ser un joven más que se comporta como tal». Pero, como explicaba el propio Mancini, «es parte de su cultura». Nuestro viejo conocido John Benjamin Toshack, con su sorna habitual, se mostraba comprensivo al afirmar que «si no se bebe cerveza después de los partidos, ¿cuándo hay que beber? ¿antes?».
En el gran Nottingham Forest que llegó a ganar dos Copas de Europa en los 70, la botella de brandy nunca faltaba en el vestuario. Es más, su entrenador aconsejaba a la plantilla relajarse antes de los partidos tomando una copa o beber vino en abundancia para poder «echar una siesta», incluso antes de una final. Antes y después. Las juergas nocturnas y el alcohol por litros en el fútbol británico son habituales tras un meritorio triunfo, sea de liga o en una final, o tras una dolorosa derrota. En el rugby tiene hasta su definición: `el tercer tiempo'.
El alemán Lars Leese defendió la portería del Barnsley durante tres temporadas. En 2003, publicó un libro narrando su experiencia allí. «En las concentraciones, mis compañeros mantenían relaciones sexuales con chicas que trabajaban en el club, se emborrachaban hasta caerse al suelo y orinaban debajo de las mesas del hotel», afirmaba el guardameta, que daba detalles de una pretemporada en Mallorca: «Pronto vi que el fútbol realmente no estaba en la agenda de trabajo. Por la mañana, mis compañeros jugaban al golf y no dejaban de beber. Por la tarde, el consumo de alcohol aumentaba y los jugadores salían por los pubs de la zona. Yo vengo de Colonia, donde la cerveza es tradición, pero jamás había visto beber así. Se tomaban 15 pintas cada tarde y lo que más me sorprendía es que no iban al servicio».
Una lista de ilustres «borrachos»
El ídolo escocés de los 60 Jim Baxter, o el icono de la época Jim Graves, el delantero Malcolm Mc Donald -conocido como Supermac por sus cinco goles con la selección, fue hallado en 1998 en una pensión rodeado de botellas de whisky-, Alan Hudson, Stan Bowles o Paul McGrath en los años 70 y 80, o los geniales Bryan Robson, el duro Vinnie Jones, Denis Wise, Roy Keane, Robbie Fowler... forman parte de esta «distinguida» lista.
El futbolista caribeño Dwight Yorke, uno de los delanteros más recordados de los reds devils de los 80, llegó a decir hace poco que Sir Alex Ferguson lo indujo al alcohol en su etapa final en el club al dejarle a un lado. «Provocó que comenzara a beber de nuevo», confesó para justificar ese cambio del banquillo por la barra del pub.
La lista de `borrachos' famosos -sólo el iceberg del problema- la encabezaba el legendario George Best, el mismo que dejó perlas míticas como: «Gasté mucho dinero en coches, alcohol y mujeres. El resto lo he malgastado». O «en 1969 dejé las mujeres y el alcohol. Fueron los peores 20 minutos de mi vida». Murió en 2005, a los 59 años, tras un transplante de hígado y... bebiendo.
Pero si un nombre se presenta como el líder indiscutible de esta lista con tantos grados, ése es otro talento del fútbol: Paul Gascoigne. Aparte de que estrellara un autobús del equipo durante un entrenamiento, se orinara encima de un compañero mientras dormía o mascullara «fucking wanker» mientras la televisión le enfocaba, sus juergas y escándalos han hecho correr ríos de tinta durante años a los tabloides británicos.
«No creo que sea posible ser un deportista sobresaliente y después de cada partido beber sin límites», ha recriminado Capello a los futbolistas ingleses. Pero así es el fútbol, al menos allá en las Islas. O lo tomas o lo dejas. Así era Gascoigne, así era Best, así eran y son tantos. Quién sabe si, como dijo una vez el entrenador chileno Eduardo Bomballet, «el que es bueno es bueno y el que es malo es malo». Con o sin alcohol.