Raimundo Fitero
Endémico
Es lo mismo ser republicano que antimonárquico? Se ha abierto una especie de puerta para poder hacer chistes o comentarios poco favorecedores de la familia real española, pero en casi ningún lugar, ni de forma sistemática, se utiliza la referencia republicana como franquicia ideológica. Sucede lo mismo con un mal endémico consistente en ser anticlerical y a la vez católico practicante. La familia de los Borbón, su parentela por arriba, por abajo y por los lados, más todas las visitas de otras monarquías europeas, son la estirpe de parásitos más instaurada y promocionada.
La frase anterior es un desahogo, pero no es nada más que una opinión que a los fundamentos de esta indecencia histórica que es la monarquía -no se olvide que la española actual fue restaurada por Francisco Franco, saltándose hasta sus propias reglas sucesorias-, ni les afecta, ni les preocupa demasiado porque parece existir un blindaje político que va más allá de cualquier coyuntura y cualquier lógica. Ellos y ellas, los monarcas, los príncipes o las infantas y sus descendencias salen en las portadas, se abrazan a osos pandas o los matan previa borrachera criminal, todo ello sucediendo bajo una protección a modo de cápsula mediática totalmente dirigida, subvencionada, donde no se admite nada más que la pleitesía.
Situados en esta tesitura, sí que sorprende que un programa tan de buen rollo como Buenafuente, sea de las pocas opciones constantes, habituales, sistemáticas que, sin hacer ninguna proclamación de republicanismo, marcando constantemente su distancia de la derechona españolista, mantiene una postura cada vez más beligerante y estructural señalando la parte más populista de la postura antimonárquica básica y primaria: la de que son unos vagos, que no producen nada más que distorsiones, y que tienen la santa desvergüenza de hablar en nombre de todos, hasta de asuntos de índole política, que es la máxima impostura. Esa postura produce mucha risa, encuentra en la audiencia una pantalla de recepción, y esta insistencia debe acabar cuajando en una mínima conciencia de que, por lo menos, se debería pensar sobre la situación y sus alternativas.