Análisis | Recolonización del continente africano
Complejo y peligroso desenlace del conflicto en Costa de Marfil
Las diferencias religiosas y tribales, junto a la abierta participación de actores extranjeros, están llevando a una situación de no retorno
Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional
En su día, Costa de Marfil se presentaba como un modelo de estabilidad y bonanza económica en África. Pero las sucesivas crisis políticas, económicas y militares, con la puntilla de los enfrentamientos tras las elecciones del pasado año, lo han abocado al precipicio.
Los partidarios de Gbagbo tienen sus bastiones en lo que se conoce como «le pays utile, la zona sur del país -incluida la capital de facto, Abidjan-, la zona productora de cacao en el centro oeste, y las regiones costeras donde se encuentran los principales puertos y las reservas de petróleo descubiertas hace poco. Son las más ricas (en agricultura y recursos naturales) y con mejores infraestructuras.
Frente a ellas, el norte, más pobre y con escasas infraestructuras, se ha unido mayoritariamente a las fuerzas de Ouattara, y a sus aliados, en torno al señor de la guerra Guillaumme Soro y sus Forces Nouvelles. Su reciente ofensiva militar busca hacerse con las zonas más ricas, cuyo control puede condicionar el acceso al poder.
A día de hoy la fractura en la sociedad marfileña se ha profundizado. A las ya consabidas desavenencias tribales o religiosas, se le ha añadido una peligrosa politización de las fuerzas armadas, la formación de grupos paramilitares y bandas de delincuentes, enfrentamientos que han radicalizado a los jóvenes sin acceso a la educación o al mercado de trabajo y que manifiestan su frustración uniéndose a esos grupos.
Frente a los análisis que presentan la situación como un enfrentamiento entre el norte musulmán y el sur cristiano, o entre los grupos étnicos de la sabana y los de la zona forestal, la crisis marfileña es el producto de la conjunción de una serie de factores, entre los que la «etnicidad» juega su papel, pero donde destacan la grave (y ya casi crónica) crisis económica, las discriminaciones sociales, políticas y económicas, el acceso a la tierra, los movimientos migratorios (en clave interna y externa), la lucha por el poder de algunas personalidades del país, el concepto de ciudadanía...
La situación es fruto de la politización de la etnicidad por todo el país, del impacto negativo que ha tenido en Costa de Marfil la prolongada y estructural crisis económica, cuyos efectos se han visto agravados por las políticas neoliberales impuestas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional-para el que trabajó durante varios años Ouattara- y finalmente, por la propia naturaleza del sistema político y la forma en que se construye y ejerce el poder.
El impacto de la crisis económica ha hecho que la pobreza se dispare. La liberalización del comercio y la privatización de empresas estatales han reducido drásticamente la esfera de influencia económica del gobierno, dejando en manos de las multinacionales el control de los sectores más lucrativos, como el cacao (es el mayor productor mundial).
En los noventa confluyeron una serie de situaciones que prediseñaron las condiciones del actual escenario marfileño. Así, la prolongada crisis económica fortaleció a la oposición al gobierno de Houphouët-Boigny. Las consiguientes pugnas entre la élite política trajeron consigo un aumento de la politización de la etnicidad, lo que posteriormente se conocerá como Ivoirité (ser ivoiriano). Los recelos hacia los inmigrantes (de Mali, Guinea o Burkina Faso, principalmente, y que en 2005 ya representaban el 12% de la población), junto a la defensa de una nueva concepción de la soberanía cultural marfileña se materializarán en una serie de estructuras jurídico institucionales (Nuevo Código Electoral- 1994 o el Código de la Tierra- 1998) que condicionarán y dificultarán la participación política de sectores de la sociedad según sus orígenes. Las maniobras golpistas, como la sublevación de 2002, pese a los intentos infructuosos en torno a una salida negociada, han fracturado aún más la realidad.
La presencia de actores extranjeros también ha influido en el desarrollo de los acontecimientos. Más allá del debate sobre la presencia de emigrantes de los países vecinos, atraídos en su momento por la bonanza económica de Costa de Marfil, los gobiernos de la región también han movido sus fichas en busca de un gobierno marfileño que atienda a sus propios intereses. La decisión de esos estados organizados en torno a la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (ECOWAS), y de otros países africanos de apoyar a Ouattara cabría interpretarla en esa clave. Tampoco hay que olvidar la presencia de mercenarios de Sierra Leona y Liberia que han sido incapaces de reintegrarse en sus respectivas sociedades y siguen operando militarmente.
Y junto a ellos los militares franceses, que ya en el pasado han intervenido militarmente bajo la excusa de proteger a sus conciudadanos en el país, y que a día de hoy mantienen una presencia de 1.650 soldados (la misión Licorne) que se han alineado con Ouattara.
Diferentes opciones. Por un lado hay quien insta a repetir las elecciones en los distritos anulados del norte, lo que con toda probabilidad le daría la mayoría a Ouattara, pero al mismo tiempo restaría argumentos a los partidarios de Gbagbo. Por otro lado, los hay que opinan que un gobierno de unidad nacional podía ser la salida, pero las diferencias personales de ambos contendientes, unido a los intereses de terceros actores o a las experiencias similares de otros países, en las que los grandes beneficiados de esa estrategia acaban siendo las élites locales en detrimento de la mayoría de la población, no auguran un buen futuro a esta solución.
Finalmente está la apuesta de una intervención militar extranjera, bien occidental (Francia sobre todo) o de otros países africanos. Probablemente esta opción traiga consigo una guerra civil que tendría además consecuencias directas en otros estados de la región (no hay que olvidar la porosidad de las fronteras en esa región de África).
Gane quien gane, la sociedad marfileña pierde. Los llamamientos de las partes al enfrentamiento, la organización generalizada de milicias y grupos armados en los barrios de los pueblos y ciudades, la desconfianza entre vecinos partidarios de Gbagbo u Ouattara, los muertos y desaparecidos, son ingredientes que sitúan a Costa de Marfil ante un oscuro panorama. Además, la situación marfileña puede acabar contagiándose en los países vecinos.
Finalmente, el desenlace en Costa de Marfil puede también mostrar el rostro más crudo de la nueva recolonización del continente africano.