Del rock setentero a Tom Waits
Pablo CABEZA
Marianne Faithfull se acercaba a Bilbo para presentar «Horse and high hills». Un álbum con diferentes matices, pero globalmente alegre en guitarras y con sonido rockero. No obstante, conocida su amplitud de gustos y su interés por otros aspectos de la música poco relacionados con el rock, cabía la posibilidad de que la hora y cuarenta y cinco minutos fuesen una muestra de todas sus etapas. Fue así, pero excluye lo más distante al rock, Kurt Well, por ejemplo, por lo que no se pudo escuchar «Bilbao song».
Abre noche con la canción que da título al disco, «Horses and high heels», a la que le siguen «Why did we have to part», «Back in baby's arms», «The station», «There is a ghost»... todas canciones del mismo álbum. Intercala alguna versión y volvió con temas del disco. A estas alturas resulta curioso hallarse delante de una banda con la guitarra como protagonista -destacada, sucia, eficaz, brillante- y ella en el medio, a sus 64 años, vestida de París y envuelta en una espiral de rock avasallador. Cierto también que lleva en la banda a una chica que tocaba piano, saxo, teclados, acordeón y oboe, pero cuando la banda ataca «Sister morphine» (es coautora del tema al ganar un juicio a Jagger y Richard, que reclamaban a dúo su exclusiva autoría), «Broken english» y «Working class hero», de Lennon, la sala se transforma en un rectángulo plagado de rock setentero, casi sicodélico, oscuro, ruidoso en el mejor sentido del término. El hábil guitarrista tapona el piano, el bajista (Rory McFarlane) se sale en un solo en «Working class hero», acústica en la versión de Lennon, y ella aplaude a su estruendoso escudero de seis cuerdas, Doug Pettibone. Memorable. Marianne canta en acústico la preciosa «As tears go by», su primer éxito, pero ahora con voz espesa que cae rauda al suelo, liquidando las leyes de la gravedad. La sala en pie aplaude la despedida, que, finalmente, llega con «Strange weather», de Tom Waits y Kathleen Breenann.