Frida Modak Periodista, ex secretaria de Prensa del Presidente Salvador Allende
Guerra petrolera versus «orden internacional»
La autora analiza la guerra declarada contra Libia; en concreto, el juego de intereses de las potencias occidentales y las grandes petroleras. Menciona el proceso que hizo de Gadafi un enemigo y gobernante a derrocar tras haber sido un aliado que dejó de ser un paria internacional, y critica el intervencionismo que se vale de instituciones como Interpol o la ONU para imponer su agenda.
La guerra declarada contra Libia a pretexto de crear una zona de exclusión aérea, supuestamente para defender a los ciudadanos libios de su gobernante Muammar Gaddafi, se ha convertido en un atentado contra lo que conocemos como «orden internacional», puesto que lo que se busca no es defender a nadie, sino el control del petróleo de toda esa zona. Los presidentes y primeros ministros europeos habían tenido relaciones amistosas y comerciales con Gaddafi, gestionaron importantes contratos para las empresas petroleras privadas de sus países. Lo recibieron como visitante distinguido y no pocos admitieron de hecho coincidencias políticas con él, cuando los partidos políticos a los que pertenecían y pertenecen esos personeros incorporaron a sus asociaciones partidarias a los representantes políticos del pueblo libio.
Esos representantes provienen del Congreso General del Pueblo y fueron integrados como parte de la Internacional Socialista, por ejemplo. Y también pertenecen a asociaciones regionales e incluso están vinculados con América Latina y África, temas a lo que nos referiremos en otra oportunidad.
De lo que se trata es de señalar que de repente Libia se convirtió en enemigo y Gaddafi en un gobernante al que había que derrocar. No parece casual que esto ocurriera cuando ya se habían iniciado las protestas en Costa de Marfil, había caído el presidente de Túnez, se había producido el cambio en Líbano y Egipto y marroquíes, jordanos y yemenitas, entre otros, se manifestaban en el mismo sentido.
En ese contexto surgieron las protestas en la región de Benghazi y rápidamente, a diferencia de lo sucedido en Egipto o en los otros lugares mencionados, los países europeos y Estados Unidos convirtieron ese hecho en el argumento central de su accionar contra Gaddafi, quien fue acusado de violar los derechos humanos y ése fue el comienzo de la situación actual.
No estamos negando ni afirmando que esas violaciones existieran o no, no nos corresponde, pero manifestaciones de protesta se han producido y producen todos los días sin que se llegue a una situación de guerra. Es más, en su reciente gira latinoamericana el presidente Barack Obama eludió cualquier referencia a las violaciones a los derechos humanos en Chile, Brasil o El Salvador, cometidas por dictaduras impuestas por su país o militares entrenados allí.
A ese ejemplo se podrían agregar las cruentas guerras desatadas en África por los franceses, belgas, ingleses, portugueses y demás países colonialistas europeos, que usaron todos los medios para impedir la independencia de los territorios que habían conquistado por la fuerza. El Medio Oriente tiene una historia similar.
Entre los principios fundamentales de lo que hasta ahora ha sido el orden internacional se encuentran el derecho de autodeterminación de los pueblos y el de no intervención en los asuntos internos de los países. Ambos han sido violados en muchas oportunidades en estos meses, con diversos pretextos.
Los casos más relevantes, y con terribles consecuencias, son las invasiones a Irak y Afganistán, iniciativas de Estados Unidos secundadas por varios países europeos y hasta alguno latinoamericano que envió contingentes militares. Esas invasiones se realizaron sin autorización de la comunidad internacional a través de las Naciones Unidas.
Ahora el conflicto se inició cuando en Benghazi -zona petrolera- surgieron grupos contrarios al Gobierno libio que reclamaban un cambio. En abril de 1986 esa ciudad, así como Trípoli, la capital, fueron bombardeadas por Estados Unidos. El entonces presidente Ronald Reagan acusó a Libia de terrorismo contra su país, lo que incluía la colocación de una bomba en una discoteca en Berlín Occidental.
Benghazi fue siempre rebelde y, aunque ahora nunca se mostró una imagen significativa de las protestas, se sostuvo que eran masivas y que se estaba realizando una sangrienta represión. Aunque las imágenes no acompañaban a los cargos, de inmediato se planteó la necesidad de una intervención extranjera para detenerla.
Dadas las negativas experiencias de Irak y Afganistán, donde los invasores actuaron saltándose a las Naciones Unidas, en este caso comenzó una larga negociación que tenía por objeto que las acciones aparecieran avaladas por la comunidad internacional. Se seguía hablando de masacres sin mostrarlas.
Si los hechos hubieran ocurrido en Europa o Estados Unidos, se hablaría de un alzamiento contra la institucionalidad y se habría reprimido la acción. Si hubieran continuado, se habría planteado la existencia de una guerra civil y se la habría encarado como tal. En este caso no se formuló ninguna de estas consideraciones.
La decisión de europeos y estadounidenses ya estaba tomada aún antes de lograr que se aprobara la creación de una zona de exclusión aérea, cuyo objetivo teórico era impedir que la aviación Libia bombardeara las zonas rebeldes. En la práctica eso se convirtió en un bombardeo sobre el territorio libio que continúa bajo el Gobierno de Gaddafi. Como no se ha avanzado, ya que cuando los rebeldes ocupan un lugar las tropas gubernamentales lo recuperan, como ha ocurrido con los sitios claves de la producción petrolera, la alianza se ha hecho extensiva a países árabes cercanos a Estados Unidos y Europa, y se barajan las fórmulas para sacar del Gobierno a Gaddafi.
Hasta la Policía Internacional participa en ello, la Interpol emitió un alerta contra Gaddafi y 15 personas cercanas a él, señalando que son peligrosos y están involucrados en ataques a la población civil. Otros, como el primer ministro italiano Silvio Berlusconi, son algo más equilibrados y plantean el exilio del gobernante libio. La secretaria de Estado estadounidense Hilary Clinton, en cambio, dice que los bombardeos seguirán hasta que Gaddafi cese los ataques contra los civiles, los ingleses y franceses están en la misma posición, no se acuerdan que hace pocos meses reprimieron a estudiantes que protestaban contra sus políticas económicas.
El presidente francés es ahora enemigo a muerte de Gaddafi, quien le financió su campaña electoral. Hasta los suecos, que siempre se presentaban como neutrales, ahora han ofrecido aviones para el bombardeo.
Lo que sí han descartado, según ha dicho hasta el momento de cerrar estas líneas, es matar a Gaddafi, pero Francia e Inglaterra, dijo el mandatario francés, buscan una fórmula política para cuando se vaya Gaddafi. Hay que recordar que esos dos países ocuparon Libia en el pasado e incluso constituyeron allí un protectorado. Todo esto es violatorio no sólo del acuerdo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que autorizó la creación de la zona de exclusión aérea, sino también de los principios fundamentales del Derecho internacional, como los que ya hemos señalado. El papel que juega el petróleo en este conflicto es de primera importancia, ya ahondaremos en lo que fueron «las siete hermanas», dueñas antes del petróleo de esa región y lo que son ahora, desde la nacionalización del petróleo árabe. Aunque bajo contrato las empresas europeas y estadounidenses lo pueden explotar, las condiciones las ponen los dueños.
Y si alguien se pregunta qué rol juega el Secretario General de la ONU, el surcoreano Ban Ki-Moon, digamos que su período culmina el 31 de diciembre de este año. Aunque no ha dicho si aspira a reelegirse, ya está establecido que no se reelige aquel que contraría los planes de Estados Unidos y sus aliados, como sucedió con algunos ilustres antecesores suyos.
© Alai-Amlatina