Raimundo Fitero
Nuevos elementos
Suena casi como una rima sin final feliz, pero el futuro inmediato está en dos nuevos elementos químicos: el grafeno y el siliceno. Son dos composiciones que se utilizan como conductores, o sea son los que hacen que este ordenador que ahora uso, mi máquina que antes fue un teléfono portátil y ahora es una compañía tecnológica que me tiene acogotado, funcionen. Por lo tanto estamos ante dos materiales que quién los domine, los tenga, tenga la materia prima desde la cual llegar a estos dos nuevos componentes controlará parte del cotarro. Y controlar parte del cotarro significa controlar parte de la economía. O sea, que las próximas guerras pueden venir siguiendo los rastros que nos lleven hasta los yacimientos de silicio, por poner un ejemplo.
Los especialistas que han logrado estos componentes en sus laboratorios, son las figuras actuales de la industria, los grandes creadores. Su objetivo es lograr aparatos que sean más pequeños, más rápidos, con mayor capacidad de almacenaje. Y cuando logran sus objetivos, a sus empresarios y gestores les suben las acciones, se reparten dividendos, pero a los genios, les dan un regalo, un apoyo tácito, pero les dejan como trabajadores privilegiados, aunque la pasta, la de verdad, las cantidades que dañan a la vista, el oído y la conciencia, se la llevan esos seres que en solitario o en compañía de otros se llaman señor Mercado.
Es decir, tenemos nuevos elementos, tendremos nuevos aparatos, seguirá el desarrollismo imparable para que el consumo no se atasque. El conocimiento, la tecnología, todo eso que es de verdad, que a veces en «Redes» ó en «tres14» o en otros programas de La 2, se nos presentan y dan pistas, nos colocan ante el tiempo real de parte de la ciencia, del futuro, de lo que seremos. Pero parece que la inmensa mayoría de las audiencias quiere vivir en el bucle del pasado, vive en programas que le muestran a los elementos básicos de la existencia representado por unos aparentemente seres humanos que han llegado tarde a toda evolución. Se han quedado en el chismorreo, la banalidad, la estulticia. Elementos que en ciertas subastas valen tanto como el siliceno. Desgraciadamente.