Hace algunos días, durante un encuentro organizado en Madrid con los embajadores españoles del Magreb y Oriente Próximo, el gobierno de Zapatero se ofreció públicamente a aportar «asesoramiento y asistencia, cuándo y cómo se nos pida» a esos países que ocupan los titulares de los periódicos desde primeros de año. La ministra de Exteriores deseó a los habitantes de esos países «lo mismo que para nosotros: un marco de libertades y derechos que permita un desarrollo y una prosperidad económica que garanticen su dignidad». A lo que, sin ruborizarse los más mínimo, añadió: «En la medida en que pueda ser útil, hemos de estar dispuestos a transmitir nuestra experiencia».

Podría pensarse que es candidez, que la señora Jiménez cree realmente que esa cacareada Transición es una experiencia modélica. Pero no, la ministra no expresa candidez, sino hipocresía. La misma con la que el gobierno español ha intentado boicotear cualquier intento de asesoramiento y asistencia para resolver el conflicto vasco.

Este pasado fin de semana, el diario Sud-Ouest publica una entrevista con el ex primer ministro irlandés Bertie Ahern, en la que en parte da la razón a Trinidad Jiménez: «Creo que siempre hay algo que aprender de los demás». Lo que este señor parece no haber aprendido es que el Estado español no quiere aprender nada porque cree saberlo todo. España, ese gran país, no necesita asesoramiento ni asistencia. Porque España, como Turquía, lo arregla todo a golpe de ilegalización, eso sí, dentro del marco de la democracia. Ésa que ahora Madrid pretende exportar al Magreb y a Oriente próximo. Democracia Made in Spain. A ver quién se atreve a comprar.