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Iosu Balmaseda, Isabel Castro, Xabier Barber | Miembros de la Comisión General de ESK

Primero de Mayo: Luchar por un nuevo modelo social

 

Casi 3 años desde que se declaró «oficialmente» la crisis económica. Se va confirmando nuestra idea inicial: esta crisis es un robo. Transfirieron cantidades inmensas de dinero público para salvar el sistema financiero. Destruyeron empleo: la precariedad laboral previa se transformó en paro y el resto del empleo empeoró sus condiciones; para «arreglarlo», rebajaron las ayudas públicas a la gente más desfavorecida; con todo ello, el aumento de la pobreza, los desahucios de viviendas... Hay sectores de la población que han resultado más damnificados: personas inmigrantes, mujeres trabajadoras y juventud.

Una minoría poderosa (instituciones financieras internacionales, cúpulas patronales, grandes bancos...) ha puesto a su servicio a la mayoría de la clase política y las administraciones públicas. Con el gobierno estatal marcando el paso y los autonómicos (en Nafarroa y en la CAV) acompasados, estamos sufriendo una cruzada neoliberal: dicen que o aceptamos el expolio de buena parte del estado de bienestar (ya de por sí limitado y no generalizado a toda la población) o no habrá salida de la crisis, con lo que seguiremos perdiendo empleo, salario, vivienda...

En estos 12 meses hemos soportado el decretazo de mayo de 2010, la reforma laboral de junio y el recorte de las pensiones en febrero; ahora están fraguando una reforma de la negociación colectiva. Nunca en la historia reciente hemos conocido semejante saqueo; este ataque es histórico: de no reaccionar, marcará un declive tal de derechos laborales y sociales que las nuevas generaciones vivirán peor que sus ancestros.

Ante semejante tragedia, las respuestas sociales están siendo muy diferentes. Por un lado, el entreguismo y la colaboración de CCOO y UGT, que tras su rápida vuelta al redil del diálogo y pacto social, han llegado a avalar el recorte de las pensiones. Por otro, el sindicalismo de confrontación y lucha que pervive en nuestra tierra, de la mano de LAB, ELA, ESK, STEE/EILAS, CGT, CNT, EHNE, HIRU..., acompañado por diversos movimientos sociales; las huelgas generales de 21 de mayo de 2009, 29 de junio de 2010, 29 de septiembre de 2010 (único momento donde CCOO y UGT amagaron con hacer algo) y 27 de enero de 2011, junto con múltiples movilizaciones, han permitido expresar una amplia contestación al poder del dinero y sus salvajes políticas neoliberales.

Esta lucha no ha sido suficiente; hay que seguir insistiendo. Aunque ya haya un primer fruto: ha quedado claro que más allá del sindicalismo institucional, entregado al sistema, se puede organizar masivas respuestas generales a las agresiones, porque existe otro modo de hacer sindicalismo y organizaciones dispuestas a realizarlo. Hemos sido capaces de tirar varios ladrillos del muro y percibir así el futuro mejor de un mundo más justo; sigamos hasta derribarlo.

Por un mundo más justo... Otro mundo no sólo es posible: es urgentemente necesario. Hay que acabar con el hambre, las guerras, el tráfico de mujeres, la fabricación de armas, el proceso de destrucción del planeta (Fukushima ha venido a recordarnos las «virtudes» de la energía nuclear), el trabajo infantil, el paro, la precariedad laboral... Y llegar a una situación de justicia, donde nadie sea más que nadie, utilizando los recursos estrictamente necesarios.

Este mundo mejor precisa tres condiciones básicas: repartir la riqueza, repartir los trabajos (el asalariado y el de atención a las personas y a las tareas del hogar) y tener en cuenta que habitamos un ecosistema limitado. Reconocer los límites medio-ambientales debe llevar a medidas de índole social (soberanía alimen- taria, limitaciones al transporte, impulso a los medios colectivos, agricultura ecológica...) y a replantearnos individualmente ciertos hábitos de consumo. Repartir la riqueza y los trabajos es algo a hacer entre los países enriquecidos y los países empobrecidos, por una parte, y entre las personas de cada uno de los países por otra, poniendo énfasis en la importancia capital de la desaparición de la división sexual del trabajo.

El reparto de la riqueza exige tomar medidas como condonar la deuda externa a los países empobrecidos, poner en marcha un sistema impositivo para las transacciones financieras y devolver a esos países los recursos robados durante siglos.

Para repartir los trabajos hay que recuperar consignas clásicas del movimiento obrero: jornada de 35 horas (hay un movimiento que proclama que sería suficiente una semana laboral de 21 horas), no a las horas extras... y transformación de ese tiempo en puestos de trabajo. Es necesario cuestionar ciertas producciones (armas, vehículos individuales, transgénicos...) y exigir más y mejores servicios públicos colectivos. Y otro sistema impositivo (que pague más quien más tiene), nacionalizar la banca y las grandes empresas energéticas bajo control popular.

Superar el capitalismo... Todo esto es inasumible por el sistema capitalista. El capitalismo ha mostrado que el bienestar de unas minorías (amplias, pero minorías) se forja con la explotación de una mayoría de las poblaciones, en parte de los propios países enriquecidos y, sobre todo, de los países empobrecidos.

Hay que diseñar otro sistema socio-económico, basado en la igualdad de derechos y de deberes y en el respeto a los límites ambientales, y luchar para conseguirlo. El día a día sindical no puede perder de vista estos objetivos y debe trabajar para conseguirlos. Al otro lado del muro se atisba un mundo mejor, posible y necesario: ¡luchemos por él!

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