Primavera árabe entre tormentas
Mientras en Libia la guerra hace estragos, y en Siria y Yemen el baño de sangre continúa, la llamada «primavera árabe» se ha atascado en un período tormentoso. La guerra en Libia se ha convertido en un escaparate, en una señal de compra de armas. La declaración de la ONU de una zona de exclusión aérea sobre Libia disparó el índex de la industria de armamento en un 5% en la bolsa de Nueva York. Insaciables consumidores, inversores felices, miles de puestos de trabajo domésticos asegurados, los mayores acuerdos de ventas de armas de la historia -con Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos a la cabeza-, son muchos los que se frotan las manos y aprovechan para hacer negocio. Unos agitan el fantasma iraní, otros culpan a conspiradores extranjeros o al islamismo militante para defender sus intereses, ocupar países -como Bahreín por parte de Arabia Saudí-, masacrar a manifestantes o sostener una guerra que muchos analistas consideran una misión que se arrastra sin fin.
Oriente Medio ha dominado la política global durante décadas, hasta un grado desproporcionado en relación a su tamaño geográfico y población. La región ha experimentado más de una docena de guerras internacionales, numerosos golpes de Estado y guerras civiles, miles de atentados y muertes de motivación política. Si estos hechos hubieran ocurrido en cualquier otro rincón del mundo, Occidente probablemente hubiera hecho poco más que expresar sus lamentos. Pero la región se asienta sobre el 60% de las reservas de petróleo y el 40% de gas natural del mundo. Ello explica la codicia y el ejercicio cínico del poder a gran escala con que históricamente se ha hecho, y hoy se sigue haciendo, frente al mundo árabe.
¿Qué ocurrirá en el futuro? ¿Libia se convertirá en una gigantesca Somalia? ¿Llegará el caos a Arabia Saudí? Resulta imposible preverlo. Pero la realidad muestra con qué actitud ha decidido la gente encararlo: liberados de una prisión de hielo que encerraba sus miedos, se ha levantando para hacer su revolución. Y nadie debe robarles ese derecho. Los árabes no son masas letárgicamente resignadas ante su destino.