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Raimundo Fitero

Despedidas

 

En muchas fases de la primavera deslizante colocarse frente al televisor es sufrir un proceso de acomplejamiento. No se entiende nada. O casi nada. Deben estar de despedidas. De solteros, de la Champions, de la morbosidad, del oficio. Ahora mismo discernir entre si se casa Mourinho con Rubalcaba en el Tribunal Supremo, si los portavoces de Bildu van a ser padrinos y oficiantes de la boda real inglesa o si Urkullu va al paro porque están despidiendo a guardaespaldas, que en el lenguaje actual se llaman escoltas, es muy difícil y sus conclusiones forman parte de las alucinaciones endógenas que provoca la estancia en un sillón, con un mando a distancia, frente a un electrodoméstico, más de seis horas seguidas.  

Pasa algo parecido con “España en directo”, bueno en todos los directos que son iguales sean de donde sea, que cuando se meten en los fogones de restaurantes o de casas particulares, se dedican a confundir al personal ya que no tienen la paciencia de seguir los procesos de preparación de los platos de manera adecuada, no dan los tiempos, ni los componentes en orden, y después de tirarse minutos enfocando una sartén, les entra las prisas y ofrecen el plato previamente cocinado. Es decir, este es el falso reality. O viceversa. Si le quitan lo poco que tienen de verdad, estos programas se desvanecen. Ya están pensando en cómo reemplazarlos porque la fórmula está agotada.

Pues así va la vida política y futbolística. Había dicho un articulistas de ABC que esperaba que el Real Madrid le metiera cinco goles al Barça para «satisfacer a todos aquellos que penamos que Cataluña es una parte de España». Así les va. Así le va a Mourinho y sus cuatreros. Seguramente impugnarán el resultado, la alineación de un argentino mágico, para intentar ganar en los despachos y en los medios afines lo que no pueden ganar en el campo. Es la traslación de la vida política, lo que no se gana en las urnas, se gana en los tribunales y, previamente, en los medios de comunicación que funcionan como una defensa cerrada de la mentira.

Por eso digo, estamos de despedidas. Y algunos no se enteran. Mejor dicho, no se quieren enterar, ye-ye. Porque no les interesa.

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