Pablo Beldarrain Solatxi Militante de EA
Aberri Eguna, Urkullu y soberanismo
La actitud de Urkullu deja al descubierto a un personaje nefasto para la suma de fuerzas abertzales, indispensable para la solución de este largo y doloroso contencioso
Mis primeros recuerdos sobre el Aberri Eguna me llevan a la lejana década de los sesenta del pasado siglo, tiempos de Beatles y Rolling. Aquellas multitudinarias movilizaciones de enorme carga reivindicativa de Gernika, Bergara, Iruñea, Gasteiz, Donostia... No se trataba de concentraciones festivas ni folklóricas, eran auténticas acciones reivindicativas en plena dictadura franquista, contestadas con rabiosas y contundentes cargas de la Guardia Civil y Policía Armada. Sirenas, mangueras, caballos, carreras, porrazos, culatazos, detenciones... No importaba, lo que primaba por encima de todo era reivindicar lo que debe ser el leit motiv del abertzale: independencia, independencia, independencia.
Esta evocación a mis primeros Aberri Eguna es consecuencia de esta última edición, en la que la gran fiesta de los abertzales se ha situado en el umbral de unas elecciones de suma importancia para Hego Euskal Herria, con el handicap de la grave amenaza de ilegalización de las listas independentistas de Bildu. Al imperialismo español siguen sin salirle las cuentas, les falla la artmética electoral.
Bildu celebró el gran día en Gernika con la red Independentistak, fue una fiesta netamente reivindicativa con repetidas alusiones a la independencia y donde los responsables políticos de la coalición defendieron la pulcritud de sus listas electorales. La jornada de Gernika 2011 estaba en sintonía con aquellas movilizaciones del franquismo. No se puede decir lo mismo de lo acontecido en la Plaza Nueva de Bilbo, donde un PNV más pragmático que nunca (que ya es decir) hacía hincapié en su discurso de priorizar la gestión al soberanismo. Nada que ver con aquellos gloriosos Aberri Eguna. De todas formas, los ramalazos pragmáticos de los jeltzales no son ninguna novedad, como tampoco lo es la fijación enfermiza de su presidente con el soberanismo vasco, lo que es una desgracia.
Sí, una desgracia, porque el partido que preside Urkullu debe ser piedra fundamental en el proceso soberanista de Euskal Herria y, hoy por hoy, en vez de sumar, resta. Me molestó sobremanera, que en su discurso de Aberri Eguna el presidente jeltzale lanzara advertencias a la izquierda abertzale en un momento tan crítico como el actual, en el que Bildu, cuestionado por el españolismo en su conjunto, necesita todo tipo de apoyo. Pero la actitud de Urkullu, sus ácidas críticas al independentismo, su cara de estreñido al referirse al polo so- beranista del que él mismo se autoexcluyó y lo inoportuno de sus advertencias a la izquierda abertzale en momentos críticos, dejan al descubierto a un personaje nefasto para la suma de fuerzas abertzales, indispensable para la solución de este largo y doloroso contencioso.
Al evocar aquellos Aberri Eguna de los años sesenta del pasado siglo, vienen a mi memoria las figuras carismáticas de Irujo, Leizaola, Monzón, Ajuriagerra... ¡Qué lejos está Urkullu de ellos! Ni carisma, ni discurso ni agallas. Personajes como Iñigo Urkullu no aportan nada a la vía soberanista de nuestro pueblo, son vanidosos y sólo buscan el aplauso de Madrid, y cuando la Villa y Corte aplaude...