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Imanol Intziarte Periodista

Para que no digan que no lo sabían

Boda habemus. Que sí, que vale, que a todo el mundo le importa un huevo, pero luego van las audiencias televisivas y dicen lo contrario. Que en el bar donde te tomas el cafecito pegas la oreja en cualquier conversación ajena y me juego doble contra sencillo a que el tema se coloca en el top ten de los grandes éxitos.

Bueno, por si alguien no se ha enterado, hoy se casa, salvo espantada de última hora -que eso sí que sería el no va más-, el heredero del heredero de la corona de Inglaterra. William, el hijo mayor de Charles y Diana, pasa por el altar junto a su novia, una plebeya -que esto ya no es noticia- llamada Kate Middleton. Yo se lo explico para que luego no tengan que poner cara de póquer cuando un vecino del barrio haga algún comentario en la panadería, que aquí estamos para servir. A lo dicho, con lo que nos gusta el cotilleo, como para no echar siquiera un vistazo al previsible desfile de horripilantes pamelas.

Lo cierto es que, cuando he comentado que iba a rellenar este «Txokotik» con el enlace nupcial londinense, en esta santa casa me han sugerido que es un buen momento para criticar a la monarquía como institución arcaica. Vale, de acuerdo, pero como decía Jordi Pujol, no toca. Porque lo que me pide el cuerpo es hacer unas risas, al fin y al cabo, los 30 millones de euros que cuesta la tontería los van a pagar a escote los súbditos de Su Graciosa Majestad. Con su pan se lo coman. Aunque nosotros tendremos que apoquinar los gastos de «nuestros» representantes, y buenos son éstos cuando se ponen a gastar.

Ese dineral no es más que el chocolate del loro. Entre viajes, alojamientos, hostelería y merchandising el evento moverá unos 1.100 millones de euros. Por 2 euros se puede uno comprar una bolsa para vomitar, por 5,5 euros una caja con tres preservativos, con 11 una tapa para la taza del váter, con 16 todo un juego de uñas de porcelana y con 25 una camiseta para el perro. Todos estos artículos, y muchos más, decorados obviamente con los caretos de la principesca pareja. El frikismo elevado a su máxima potencia. Me voy, que ya empieza.

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