Repetidamente se ha venido afirmando que la unidad nacional de los palestinos resulta una condición imprescindible para afrontar un viejo conflicto cuya resolución pasa por la liberación de Palestina. Y cada vez que al-Fatah y Hamas han logrado un acuerdo, se ha remarcado dicha necesidad. Uno de los indicadores que la hacen más evidente es la actitud de Israel, para quien la división palestina es la situación en la que más a gusto se encuentra, por lo que las amenazas del ministro de Exteriores israelí a la Autoridad Palestina tras el acuerdo de reconciliación y de gobierno con Hamas entran en esa lógica. En esta ocasión, tras año y medio intentando lograr el acuerdo, y a la espera del resultado del mismo, las revueltas árabes parecen haber resultado decisivas para conseguirlo. Hay quien lo ha calificado de éxito diplomático del Egipto posterior a Mubarak, lo cual probablemente no se trata de ninguna exageración, toda vez que la actitud egipcia frente a los acuerdos entre palestinos ha venido siendo más torpedeadora de los mismos que mediadora, y no sólo contraria a una de las partes que perseguían el acuerdo -Hamas-, sino además favorable a los intereses de Israel.