Las revueltas árabes dan alas al acuerdo nacional palestino
Las cuestión palestina está presente, aunque de modo tangencial, en las revueltas árabes. El derrocamiento de Mubarak ha supuesto, en concreto, el allanamiento de una de las grandes trabas para que Hamas y al-Fatah hayan alcanzado finalmente un acuerdo. El bloqueo del «proceso de diálogo» con el que Israel pretendía eternizar el drama palestino ha tenido también su peso indudable. Ello explica las amenazas de Tel Aviv a sus hasta ahora rehenes de la ANP.
Dabid LAZKANOITURBURU
Las revueltas en el mundo árabe, unidas al fracaso de las negociaciones con Israel han allanado el camino a la anunciada reconciliación entre Hamas y al-Fatah, aunque aún quede mucho para la definitiva reunificación de los territorios palestinos ocupados.
Mahmud Zahar, uno de los jefes de la delegación de Hamas en El Cairo confirmó el peso de los cambios en el entorno político para la consecución de un acuerdo tras un año y medio de esfuerzos.
El analista político Hani al-Masri, coincide en que «el cambio en Egipto y en el mundo árabe ha sido un factor esencial, en el sentido de que ya no hay nadie torpedeando la reconciliación porque todos están preocupados por sus respectivas situaciones internas». Un responsable islamista en Gaza, Ismail Radwane, insiste en atribuir el éxito al «clima favorable en el mundo árabe, en particular en Egipto, sobre este asunto, ya que los actuales dirigentes egipcios se han mantenido a equidistancia de ambas partes».
En ello abunda Wahid Abdel Meguid, consejero del centro al-Ahram de estudios políticos, quien recuerda que el papel de Egipto «era una rémora en los último años, porque el antiguo régimen quería satisfacer a cualquier precio a Israel y a EEUU para que aceptaran el ascenso de Gamal Mubarak (hijo del depuesto dictador) a la presidencia del país (...) Desde que la política egipcia ha reencontrado su equilibrio, el acuerdo ha sido posible, y El Cairo ha dejado de apoyar a una parte (al-Fatah) contra la otra (Hamas).
Tras su nombramiento hace dos meses, el nuevo ministro de Exteriores egipcio, Nabil el-Arabi, mostró su indignación por el bloqueo israelí contra Gaza. El nuevo Egipto está reexaminando los gravosos contratos de exportación de gas natural a precio político a Israel.
Este intento de Egipto de recuperar su rol de potencia regional y desasirse del abrazo de EEUU-Israel no se topa sólo con las dificultades económicas del país. Las cleptocracias del Golfo están intentando hacer el vacío a El Cairo y presionan para que el ex dictador Mubarak e hijos no sean juzgados.
Colapso del diálogo
De vuelta a los territorios ocupados, al-Fatah, por boca de su jefe negociador, Azzam al-Ahmad, pone el acento en el bloqueo del «proceso de paz» y en la supuesta presión de los movimientos juveniles palestinos sobre sus dirigentes.
Por contra, y en una muestra de contemporización extemporánea - y que alimenta las dudas ya presentes habida cuenta del perfil bajo del equipo negociador enviado por al-Fatah a El Cairo-, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, señaló que espera que el acuerdo «favorezca las negociaciones y conduzca a todos los movimientos palestinos a aceptar las condiciones del Cuarteto», en referencia al plan que exige a los palestinos como condiciones previas a cualquier diálogo la renuncia de la violencia y el reconocimiento del «derecho del Estado de Israel a existir».
Hamas ya ha advertido de que el futuro gobierno de unidad no negociará en esas condiciones aunque ha señalado que «si al-Fatah quiere asumir en solitario la responsabilidad de negociar sobre el absurdo, allá ellos...».
El futuro político del primer ministro Salam Fayyad -enemigo jurado de Hamas- será un buen termómetro para constatar si lo firmado es simplemente un papel. Por de pronto, Hamas y al-Fatah han convenido en mantener intactas sus estructuras de seguridad en Gaza y en Cisjordania.
El ministro de Exteriores israelí, Avigdor Lieberman, amenaza a la Autoridad Palestina con un «amplio arsenal de medidas», entre las que incluye retirar el estatus de VIP a Abbas y a Salam Fayyad, lo que les impediría viajar libremente por Cisjordania y congelar la trasferencia de impuestos correspondientes a la ANP.
El político ultrasionista -nacido en la extinta URSS-, aseguró que el acuerdo cruza «una línea roja» y permitirá la excarcelación por la ANP de «cientos de terroristas de Hamas», movimiento que, augura, «acabará tomando el control de Judea-Samaria», término con el que el sionismo nombra a Cisjordania.
Lieberman hizo su particular lectura del acuerdo, forzado según su versión por el pánico de ambas partes. Temor que atribuyó a Hamas por la situación en Siria -recibe apoyo del régimen de al-Assad- y temor que atribuye a Abbas, quien «tras haberse apoyado durante años en Mubarak teme que los Hermanos Musulmanes, matriz de Hamas, se hagan con el poder y pierda apoyo».
Por lo que toca a Occidente, que incluye a Hamas en la lista de «organizaciones terroristas», el Consejo de Seguridad Nacional de la ONU y varios congresistas y senadores de EEUU ya han mostrado su «inquietud» por la participación de los islamistas en el futuro gobierno de unidad nacional e insistieron en exigir al pueblo palestino «la renuncia de la violencia, el respecto de los acuerdos concluidos hasta ahora y el reconocimiento del derecho de Israel a existir». En la misma línea, mostró su disposición a «trabajar con un gobierno de unidad que se comprometa a la no violencia y a alcanzar la paz. GARA