Xabi Otero propone un viaje por lo cotidiano que a veces pasa inadvertido
Como el águila que vuela sobre el frondoso bosque, la exposición «Oihan hegalean» invita al visitante a realizar un viaje repleto de colores mirando las fotografías y diseños publicados por Xabi Otero en los últimos cuarenta años. La muestra permanecerá en las salas Boulevard de Kutxa hasta el próximo lunes, día 9.
Maider IANTZI
Las fotos son una parte pequeña de un proceso grande; para mí no constituyen lo más importante de él. Son el momento que eliges de una espera larga en una mañana helada, cuando al fin la niebla comienza a disiparse. Es olor a salitre y mareo, olor a queroseno o fatiga en la espera desalentadora», describe Xabi Otero. Este reconocido fotógrafo que nació en San Adrián y vive en Arraioz ha llevado a cabo una amplia labor, cuyo resultado más valioso es su recorrido y la relación establecida con tantas personas. En las salas Boulevard de Kutxa de Donostia, se puede rehacer ese recorrido; en la primera planta, por el universo más próximo, Euskal Herria, viendo «la fusión del acervo cultural con el devenir de lo cotidiano, el contraste de lo que perdura con lo efímero». Y en el piso de arriba, paseando por rincones lejanos donde la imagen busca amigos. Abajo se pueden ver los carteles y logotipos.
«Ha sido todo muy rápido y he elegido los trabajos en un mes -admite Otero-. Dentro de una semana elegiría otras fotos, depende del día que tenga cogería unas u otras, pero serían del mismo estilo, de mi estilo de trabajar con la luz que hace resaltar los colores. Siempre procuro que llame la atención una cosa muy fácilmente con el color. He hecho desde niño fotos y también pintura, y mezclo ambas cosas porque son imágenes que sirven para lo mismo, para transmitir».
Según explica, lo que le sirve de este trabajo es el haber estado en los sitios, el haber tenido esas experiencias y, sobre todo, el haber conocido a mucha gente, que es lo que le gusta. Le ha apasionado la antropología desde pequeño y ha disfrutado con esta forma íntima de relacionarse con las personas. «Cada foto tiene su historia, y eso es lo bonito, que guardas un montón de memoria». Por ejemplo, en Hiriberri, Aezkoa, quería hacer una foto con yeguas en la nieve. Fue a conocer a Xanti Antxo, que tenía estos animales, y juntos buscaron un lugar adecuado para cuando llegara el invierno. «Vino la nieve a Baztan y pensaba que Aezkoa tendría que estar hasta la bandera. Pero no había nada. Nos fuimos un día, con nieve, pero no hubo forma de salir con las yeguas. Fuimos otra vez, con una gran ventisca; en un momento salió el sol y aprovechamos para hacer la foto. Encontrarte esa escena es dificilísimo, como ese amanecer que has intentado captar en tres o cuatro días. Por eso digo que siempre tienen una historia detrás. No es una gran historia, pero son tus historias, y te han costado un esfuerzo».
Siempre le ha gustado captar con el objetivo lo que se va perdiendo, como el oficio de los carboneros o la imagen del casero con txapela, «pero no sólo la imagen, se perderá todo lo que saben ellos», lamenta. «Se transmite, pero un poquito. Y me ha interesado recoger esa información, el conocimiento de lo cotidiano. También me ha gustado la naturaleza, para disfrutarla».
Cada pequeña cosa
Descubre algo en todo, lo mismo en la danza que en el teatro, y ve que cada pequeña cosa se puede desarrollar. «Lo bueno es que me gusta todo y que disfruto con lo que hago. Es muy gratificante, porque lo uno al trabajo de edición de libros». Aparte de sus 22 libros de fotos, ha hecho más de 200 publicaciones colaborando o editando para otros.
Sentado en un banco a lado de sus obras, reflexiona sobre lo que ha hecho. «Siempre estoy mirando lo que hacen otros, y ahora me doy cuenta de que también he hecho cosas. En casa, no tengo fotos puestas. Mucha gente viene a casa y se va sin saber si me dedico a hacer pasteles o si vendo pisos. Normalmente, lo dejo como trabajo, y esta muestra es una forma de verme a mí mismo. Me vendrá bien seguramente para muchas cosas».
Lo que enseña es muy poquito de todo lo que ha realizado, pero considera importante que lo vea alguien, ya que le va a motivar. Con todo lo que ha aprendido y vivido, ahora trata de que lo que haga se aproveche aún más. Procura hacer un gran proyecto para que sirva socialmente para más cosas. «Después de Praileaitz, con la experiencia de lo que supone movilizar a la gente, igual vamos a poder hacer cosas que sean buenas para las personas a través de obras artísticas. La obra será el vehículo y aglutinará a más gente», revela. Seguro que pronto tenemos noticia de alguna de estas iniciativas.