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ASTEKO ELKARRIZKETA | Jose Angel Iribar

«El deporte tiene que ser un nexo de unión»

Representa la imagen del deporte vasco por excelencia. Fue ídolo de futuros futbolistas y aficionados. Conserva el porte que le confirió el sobrenombre de «Chopo». Sobrio y templado como en la portería, en corto sabe dominar el entorno sin estridencias. Como en su fútbol. Guipuzcoano unido al Athletic desde hace medio siglo, ha imprimido estilo a un club también original. Le han definido como «el mejor portero de todos los tiempos», pero nunca se ha creído el mito. Ha sido seleccionador nacional vasco de fútbol durante 18 años.

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Ramón SOLA

¿Fue portero por vocación o por circunstancias?

Siempre me ha atraído ser portero. En los inicios ya me ponía en la portería. El recuerdo que tengo de la primera excursión que hicimos en el colegio de La Salle a Meagas es que organizamos un partido de fútbol delante de la ermita. Y haciendo los equipos, me dijeron: «Este de portero porque lo hace muy bien». De alguna manera cogí el puesto en el colegio. A partir de ahí, jugábamos los torneos playeros con 12 años y luego fuimos creciendo...

Su traspaso del Baskonia con 19 años alcanzó una cifra record entonces: un millón de pesetas. Nunca el Athletic había pagado tanto dinero por alguien. ¿Qué supuso para alguien tan joven saberse tan cotizado?

No tengo esa sensación. Sí agradeces que haya diferentes equipos que te quieran fichar; estaba el Valencia, el Atlético de Madrid, el Barcelona también hizo sus acercamientos, y estaba el Athletic, que además tenía de alguna manera algún derecho sobre mí porque el Baskonia era un equipo convenido.

En mi caso, el que se aprovechó fue el presidente del Baskonia, que vio la situación y quiso sacar dinero del Athletic, cosa que no era muy habitual. Y en aquellos tiempos un millón de pesetas eran palabras mayores. Pero yo no entraba en esa valoración; obtuve el puesto y me alegré. Cuando fiché fue un día feliz para mi aita, para mi familia, para todos...

Con 21 años debutó con la selección española que ganó la Eurocopa. Comenzaba la carrera de un mito... ¿Cómo se asume esa circunstancia?

Yo no me lo he creído nunca, he sido un poco desconfiado. En el fútbol -o en el deporte en general- te pueden estar saliendo las cosas bien en un momento, pero, de repente, por una lesión o por mil circunstancias, se puede venir todo abajo. Siempre he sido consciente de eso y he sido precavido. Algunos amigos me dicen que me podían haber llamado «Pruden» en vez de José Angel. También he pensado que los compañeros que tenía detrás para competir conmigo eran muy buenos y me podían quitar el puesto.

¿Era complicado jugar en una selección española que era un emblema del régimen durante la dictadura?

Era muy complicado pero por todo. Deportivamente, había grandes porteros: Carmelo Cedrún, Arakistain, Vicente.... Y en el aspecto político, éramos unos ignorantes porque entonces no se hablaba de política, estaba prohibido. Había mucho cuidado en no tocar algunos temas y crecimos como en una burbuja; nadie se atrevía a decir cosas. Era muy natural estar en la selección si te lo pedían. Jugabas, pero jugabas al fútbol. Algunos dirigentes de la selección aparecían de vez en cuando y nos llenaban a soflamas, pero, en general, todo el mundo quería jugar porque era estar en una selección, competir a alto nivel, porque deportivamente te venía muy bien a ti, a tu equipo y a tu entorno.

Cuentan de usted que era sobrio bajos los palos, de pocas florituras, y que solucionaba los problemas difíciles de manera sencilla. ¿Cuál es el secreto de un gran portero?

Muchos. El aspecto físico es importante, pero también el psicológico. Puedes tener condiciones físicas muy buenas, entrenar muy bien, tener grandes reflejos, muy buen pulso, una buena colocación, etc., pero además debes ser un plazagizon y, cuando sales al campo, dominar el entorno. Vas a jugar ante 30.000, 40.000 e, incluso, 100.000 personas que te están mirando con lupa. Si no eres capaz de dominar eso, todo se va al garete. Tienes que estar bien amueblado de cabeza para controlar todos esos parámetros.

¿Cómo se sobrelleva una presión ambiental de ese tipo? ¿Es tal vez el punto más delicado para los porteros?

Es clave ese dominio para valorar en su justa medida lo que te viene encima, tanto si lo haces bien como si cometes un error. La reacción debe ser inmediata.

¿Se oye algo en esos momentos de presión?

Sí, claro, pero es conveniente transformar el sonido -ya sea positivo o negativo- en algo que te anime. Es envolverte en un runrún que te lleva a estar muy puesto y a no perder detalle de cada jugada. Esa es la clave.

Volviendo a lo de antes, creo que yo he hecho lo que tenía que hacer, sin demasiadas florituras, y que he trabajado bastante bien la colocación, pero pienso que me venía de antes, quizás porque también practicaba otros deportes como la pelota, y eso me ha venido muy bien para tener una percepción muy buena de las áreas.

Precisamente le vi una vez ante el encuentro de paredes de un frontón hablando sobre el espacio en torno a la portería y me sorprendió. Podría parecer un físico o hasta un escultor...

De alguna manera son puntos geométricos que se convierten en espacios que tú debes dominar. La portería misma también es eso. Están los postes y tu relación con ellos tiene que ser buena, amigable. No te tienen que molestar.

Al parecer, los goles se empiezan a gestar desde la portería...

Sin ninguna duda. En muchas ocasiones, el portero es el primer atacante. Es muy importante que el balón salga bien jugado desde el inicio. Yo siempre he procurado tener muy buena precisión en los saques, sobre todo con la mano, porque me parecía importantísimo para iniciar el juego y para que el compañero también tuviera velocidad en la forma de jugar. Pensaba cómo me gustaría que llegara el balón si yo estuviera donde está al compañero. Siempre he tenido esa percepción para que el control sea bueno.

Final de la Copa de 1966, el Athletic pierde 2-0 ante el Zaragoza y, sin embargo, a usted le sacan a hombros del campo al canto inventado entonces de «Iribar es cojonudo, como Iribar no hay ninguno». Vaya, como los toreros las tardes de gloria... Ha cambiado mucho el fútbol, ¿no?

La verdad es que fue una cosa extraordinaria, algo nunca visto. Me sentía muy incómodo cuando, perdiendo 2-0, me subieron a hombros, me pusieron la txapela y me sacaron como un campeón. Yo les decía que me bajaran, que habíamos perdido, pero no había manera. Y es cierto que la canción surgió ahí espontáneamente. La afición quería coger algo positivo y vino a mí, que había tenido una actuación destacada en el partido. Si antes me había ganado mucho la afición del Athletic, ahí ya me conquistó...

Desde 1962, casi cincuenta años en al Athletic. Supongo que hacen falta más cualidades que las de ser un magnífico jugador sobre el campo. ¿Cuál es el sello Iribar en el club?

Quizás lo que he explicado antes. De jugador tenía el idealismo de aquellos momentos. Creo que en la plantilla se vivía la sensación de que el Athletic era algo que había que tratar bien desde le propia plantilla. Teníamos que dar ejemplo y hacer las cosas bien, no sólo en el terreno de juego, sino también fuera de él. Hemos intentado trasladar eso por todas partes donde hemos estado; también dentro del terreno de juego. He intentado ser muy legal; no nos han gustado nunca las trampas. Éramos una plantilla nada tramposa. Iba de cara a todo, a jugar, a disfrutar. Eso también hemos intentado reflejarlo y ha sido muy bien acogida esa actitud. Con el tiempo, eso se ha quedado también. Digamos que un poco el estilo de cada uno.

Yo creo que he sido también un estilista dentro de la plantilla, pero de una forma natural, porque me ha venido así. Si tengo algún mérito en ese sentido será por los genes, me vendrá de familia. Creo que me han visto así por lo que percibo ahora. Todo esto no es solo el deporte, el puesto del portero en sí mismo, es todo en conjunto. Quizás es eso lo que me está dando esta longevidad en el club.

Efectivamente, cada club tiene su personalidad. ¿Una nación también tiene un estilo propio de juego? Si es así, ¿cómo es el carácter del fútbol vasco?

Nuestro estilo es competir bien, pero un poco con ese espíritu del Athletic de ir a pecho descubierto. Yo creo que esa es la selección vasca: pocas frivolidades, muy seria, muy bien organizada, con un fútbol muy directo. Tiene mucho que ver con el estilo británico también. Tuvieron mucha influencia los primeros jugadores que llegaron aquí a comienzos del siglo XX. Ese estilo quedó impregnado.

¿Con el nivel actual de los jugadores vascos podría llegar a formarse una selección estable competitiva en el marco internacional?

Podemos competir muy bien, sin ninguna duda, porque el nivel que dan los jugadores, en general, es notable. No diré que seríamos la selección inglesa, ni la brasileña o la italiana, pero sin ninguna duda haríamos un papel muy digno.

Cazatalentos por todo el mundo, equipos multinacionales, fichajes astronómicos... ¿De qué manera ha repercutido la globalización en el fútbol?

Para el Athletic, concretamente, mal porque el resto de los equipos se han reforzado donde han querido y la competencia es mayor para nosotros. La verdad es que hablar de ganar títulos y todo eso resulta cada vez más complicado; no tiene nada que ver con lo de antaño, cuando realmente había muchas más posiblidades. En ese sentido ha repercutido muy mal, pero entiendo que eso tiene que volver a una normalidad porque nadie es capaz de soportar esos presupuestos, sobre todo ahora, en plena crisis económica.

¿Y frente a eso, qué virtudes quedan en estimular la cantera?

Muchas, porque la virtud es ir por el convencimiento. Hay que convencer a la cantera, al jugador que está aquí, de que está en un club muy bien estructurado, que le va a dar oportunidades, que le va a tratar bien y que le va a dar opciones -si no es jugador- de prepararse para la vida en otra área. No se ofrece solo al jugador joven y talentoso; a todos hay que darles esa oportunidad y lo tienen que ver, tanto ellos como su entorno, padres, etc. Esa oferta es la que tiene que convencer al futuro jugador y a su entorno.

La filosofía del Athletic es un caso singular. ¿Nutrirse exclusivamente de jugadores del país da solidez o es un lastre para el desarrollo deportivo y empresial del club?

Creo que en el caso del Athletic es muy positivo; en absoluto es un lastre, sino todo lo contrario. Está muy implantada la filosofía del Athletic en la sociedad de Bizkaia y llega incluso a toda Euskal Herria. Tenemos muchísimos aficionados que, sin ser socios, sienten esa filosofía del Athletic como suya y que le gusta. Eso ayuda mucho.

Hay una imagen ligada a su figura, que creo que se retiene en la memoria colectiva de los vascos con especial cariño: 5 de diciembre de 1975. Derby Real-Athletic. Kortabarria y usted saltan al campo portando una ikurriña -todavía ilegal-. ¿Cómo recuerda aquel día?

Al salir al campo y ver el recibimiento se nos quitaron todos los miedos de haber tomado esa decisión. Los jugadores de la Real nos lo propusieron nada más llegar al campo, una hora y media antes del partido. Les dijimos que teníamos que consultarlo con la plantilla y que tenía que ser por unanimidad, porque si no, no parecía correcto. Todos dijeron que de acuerdo; sin ninguna duda, era el momento.

En esos momentos preocupaba, lógicamente, cómo hacerlo, cómo sortear el cordón policial, cómo sacarla... Todo era un poco a botepronto y esa incertidumbre me tenía realmente nervioso, pero cuando Uranga nos dio la ikurriña en el campo e íbamos todos detrás, ver la reacción, el estallido, todo Atotxa lleno... fue una liberación. Dijimos «hemos acertado», porque siempre tienes la duda de que pueda haber división. La verdad es que fue un momento memorable de mi carrera deportiva. Al cabo del tiempo, además, he tenido la sensación de que ayudamos bastante a que al poco tiempo la ikurriña fuera permitida y después legalizada. La verdad que ese cuadro está en sitio de honor. Es un momento memorable, emocionante. Excepto en lo deportivo, que nos salió mal...

¿Aquello tuvo repercusiones en su carrera deportiva?

Decir que no sería ser un poco iluso, pero intenté abstraerme. Tenía muy claro seguir trabajando igual, en el mismo equipo, intentando hacerlo bien, tanto dentro como fuera del campo.

Pero los días en la selección española ya estaban contados...

Sí, claro. Es cierto que jugué 49 partidos y para el 50 no me llamaron. Fue un mensaje claro de la federación o del entrenador o del seleccionador o de los periodistas... pero tampoco pasa nada.

Tres años después, usted participa como fundador e integrante de la primera Mesa Nacional de HB. ¿Qué le llevó a ello?

Me hicieron esa petición y me comentaron que podía aportar algo en el tema cultural, euskera, deporte en general... Me pareció que podía hacer algo, pero me di cuenta de que no era lo mío. Había que reunirse, hablar, a deshoras... y yo tenía que jugar a fútbol. Tenía claro que lo mío era el fútbol y, políticamente, no estaba preparado. Era un tema cultural y pensaba que lo podía hacer de otra manera. Tenía claro que iba a seguir relacionado al fútbol y al Athletic. Después de acabar mi carrera profesional me ofrecieron seguir de técnico de base, que era donde mejor podía aportar.

Posteriormente se le ha visto apoyando algunas iniciativas sociales y culturales por Euskal Herria. ¿Los personajes populares pueden aportar ayuda con su carisma?

Sí, sin ninguna duda. Hay ejemplos importantísimos. Por ejemplo, el caso de Nelson Mandela y la selección de rugby y cómo la final de un mundial se transformó en algo muy positivo, un abrazo de unión de todo un país. Aquellos jugadores aportaron algo que es impagable. Les convencieron de que podían aportar cosas en ese momento a la solución del país, bajo un liderazgo incontestable e incuestionable como fue el de Nelson Mandela. El factor humano es importantísimo en todo, y al futbolista no le puedes quitar ese valor. Tienes que ser dueño de tus propias decisiones.

Participó como capitán en la renacida selección vasca en 1979 en San Mamés contra Irlanda, dentro de la campaña Bai Euskarari. Era pasar de una selección a otra. ¿Qué supuso para usted?

Una gran ilusión. La realidad es que, hasta el setenta y muchos, no habíamos oído hablar de la selección vasca. Luego nos fuimos enterando de que hubo una selección que se había exiliado, que había jugado partidos por el mundo y que había dado muy buena imagen. Era tabú; nos fuimos enterando según se iban ganando cotas de libertad.

En esos años se pudo jugar aquel partido, pero no había ni federación ni nadie que pudiera organizar aquello, y fue Bai Euskarari el grupo capaz de organizar aquel partido, que fue multitudinario.

¿El deporte es también una pantalla de los anhelos de una sociedad?

Está tan masificado y hay tanta gente diferente... Yo creo que, sobre todo, tiene que ser un nexo de unión. Es complicado. En eso el Athletic es un buen ejemplo de la cantidad de sectores que se aúnan en torno al equipo.

La selección vasca, precisamente, parece ser un aglutinante del país. Para tener el reconocimiento de la selección vasca por parte de la FIFA bastaría con que la Federación Española lo autorizara. ¿Por qué se niega a ello?

Es cuestión de voluntad. Los estados se han apoderado del fútbol y, realmente, las federaciones no son ajenas a esa intromisión. Quieren «un estado-una selección».

Pero hay países que sin ser estados tienen su propia selección...

El caso del Reino Unido, por ejemplo, es un modelo que tiene la connotación de que fue el primero que se creó. A falta de otras selecciones contra las que competir, admitió las de Escocia, Gales e Inglaterra con toda naturalidad. Hay otros países que no tienen estado y están jugando, no muchos, pero hay alguno. Es cuestión de voluntad política.

¿Selección vasca, de Euskadi, de Euskal Herria...?

Euskal selekzioa. Está bien.

¿Caminamos en buena dirección hacia la oficialidad?

Se están dando pasos tangibles, en el sentido de que tiene que haber aceptación y petición de la sociedad para trasladar esto a la clase política y convencerle de que eso se puede hacer con total naturalidad. En los 18 años que lleva la selección, esta demanda va in crescendo, sin ninguna duda. Creo que ese es, por ahora, el mejor camino: que haya debate, que se jueguen partidos aunque sean extraoficiales y que la gente vaya debatiendo, contrastando...

¿Veremos algún día jugar a la selección de Euskal Herria en los campos del mundo?

Sí, creo que puede ser, pero no va a ser fácil, está claro. La verdad, yo lo veo a medio o largo plazo, porque el mundo también está en constante evolución. Puede ser factible siempre y cuando sea la sociedad la que lo quiera. Si no, va a ser complicado que los políticos cojan esa antorcha.

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