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ELECCIONES EN EUSKAL HERRIA

Estrategias y calculadoras

Las instituciones que se renovarán el 22-M son un espacio abierto a múltiples pactos, pero en contadas ocasiones acaban siendo globales. No obstante, tampoco conviene obviar que PSE y PNV, por un lado, y PSN y UPN, por otro, suelen llegar a acuerdos de «no agresión» con una repercusión de facto mucho mayor que algunos acuerdos solemnes firmados con luz y taquígrafos.

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Txisko FERNÁNDEZ

Los pactos postelectorales pueden ser un fruto consecuente de una estrategia política de profundo calado o un resultado coyuntural basado en la calculadora electoral una vez repartidos los escaños, ya sean éstos los de los principales ayuntamientos, los de las juntas generales o los del Parlamento de Nafarroa. Esas dos premisas no son incompatibles, porque ambas pueden conjugarse con muchas declinaciones cuando son tantas las instituciones que concurren al juego electoral como las que lo harán dentro de dos semanas.

Así, un acuerdo global entre dos bloques políticos no tiene por qué trasladarse miméticamente a cada ayuntamiento imponiendo la visión global a las necesidades locales. Pero conviene tener en cuenta que esos acuerdos generales tampoco pueden ponerse en cuestión por unas diferencias insalvables en lo local.

La cuestión a resolver de entrada, antes de llegar al 22-M, es conocer cuáles son los puntos de partida de cada opción política y cuáles son las líneas rojas que cada una de ellas dice que no traspasará tras la jornada electoral. Y, al mismo tiempo, conviene analizar si esas condiciones previas responden a una apuesta estratégica o se enmarcan en la habitual ambigüedad que deja abiertas muchas puertas al mercadeo postelectoral de diputaciones y alcaldías.

El primero en marcar esas líneas rojas ha sido Patxi López, que comenzó su mitin de ayer en el Kursaal -donde estuvo acompañado de Alfredo Pérez Rubalcaba y de Odón Elorza, ¿dos caras de la misma moneda?- dejando claro que el pacto por el que el PP le concedió la confianza para que ocupara el sillón de lehendakari en Ajuria Enea continúa en vigor y que, pese a las discrepancias que existen entre ambos partidos, no está en peligro.

Habrá que ver en los próximos días si las arremetidas que ayer se cruzaron otros dirigentes de su partido -nada más y nada menos que José Luis Rodríguez Zapatero y Felipe González- con los del PP a cuenta de la «política antiterrorista» son una carga de profundidad contra el acuerdo PSE-PP o simples fuegos de artificio para animar la campaña estatal.

Tomando como guía esta segunda posibilidad, López colocó en el punto de partida el rechazo, tajante, a pactar con Bildu en ayuntamientos y juntas generales. Puntualizó que, en base al fallo del TC, considera que la coalición soberanista tiene toda la legitimidad para participar en las instituciones, pero añadió que su partido todavía considera que la izquierda abertzale tiene que dar más pasos para lograr superar la desconfianza que hoy marca sus relaciones.

Esas apuestas estratégicas del PSE a la hora de descartar incluso los acuerdos puntuales con Bildu, también aclaran, en contraposición, que está abierto a cualquier tipo de pactos -puntuales o generales- a varias bandas -con PNV, PP, EB y Aralar-.

Y sobre esto último, Patxi López preferirá seguir la estrategia de las elecciones autonómicas de 2009. Como entonces aseguró que no tenía ningún acuerdo con el PP para ser investido lehendakari, ahora repetirá hasta el hartazgo que no hay un pacto secreto entre ambos partidos para «desalojar» al PNV de las diputaciones o, por ejemplo, del Ayuntamiento de Bilbo.

En este punto, quien perdió la confianza de la ciudadanía hace dos años fue el propio López y esto será aprovechado durante esta campaña por el PNV para alertar de que «viene el lobo» y que es mejor votar a los jeltzales, para que luego ellos puedan apaciguar al depredador con los pactos que firman en Madrid.

El reparto de escaños que fije el electorado vasco el 22-M marcará la flexibilidad de los criterios estratégicos. Por ello, no conviene hacer todos los descartes de antemano. Es lógico cuando no se marcan líneas rojas, aunque estás incluyan cierto espíritu de transversalidad entre abertzales y unionistas o entre izquierda y derecha.

Lo que no es de recibo es que escondan al electorado las preferencias que actualmente tienen las direcciones de cada partido o coalición. Así, mientras Bildu ha puesto sobre la mesa su compromiso de gestionar los resultados del 22-M en clave de cambio de ciclo, de proceso de largo recorrido y de confluencia entre fuerzas progresistas y soberanistas, el PNV prefiere recuperar el manido discurso que le coloca entre el frente PP-PSE y el abertzalismo «radical».

Y en Nafarroa, la coalición de Aralar con los jeltzales -NaBai 2011- ha entrado en la misma senda y lo ha hecho pese a mantenerse abiertas las heridas del desplante colosal con el que la dirección del PSOE les cerró el juego en «el agostazo» que puso fin al incomprensible culebrón de las negociaciones con el PSN.

Esa estrategia de PNV y Aralar de presentarse en un hipotético «centro político» conlleva el riesgo de que, en este evidente cambio de ciclo, acaben identificándose como pilares del inmovilismo, de quienes prefieren aparecer como gestores del actual estatus, el marco constitucional español.

Será la mayoría social la que, a través de los votos, impulse una u otra estrategia, pero sin arriesgar por un futuro distinto no habrá más premio que unas efímeras poltronas.

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