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Dashiell Hammett: En el banquillo de los acusados del senador McCarthy

Dashiell Hammett forma parte de la santísima trinidad de la novela negra norteamericana que completan Raymond Chandler y Jim Thompson. Dos ediciones literarias -«Interrogatorios» y «Todos los casos de Sam Spade»- nos descubren a un escritor concienciado e irreductible.

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Koldo LANDALUZE

El gesto de Joseph Raymond McCarthy siempre imponía respeto. De no ser por que ostentaba cargo de senador, hubiera pasado por ser uno de aquellos policías que, al amparo de la medianoche y espoleados por el alcohol, se colaban en las celdas de los homosexuales, los negros y los comunistas esgrimiendo una porra o un puño de hierro. No era negro y mucho menos comunista.

Fue un neofascista alcohólico que dinamitó las vidas de quienes recibieron su temida citación para el Comité de Actividades Antiamericanas. En 1953, un tipo alto y delgado se sentó frente a él. McCarthy sudaba alcohol mientras leía el historial de Dashiell Hammett. El prestigioso escritor de novela negra ya fue citado dos años atrás y, en aquella ocasión, se acogió a la Quinta Enmienda. No respondió a sus inquisidores porque consideraba ilegítimas las acusaciones vertidas sobre él. Fue condenado a seis meses de reclusión en una prisión federal; acusado de ser partícipe del Congreso de los Derechos Civiles y de haber pagado fianzas a miembros del Partido Comunista. Aquella estancia en la cárcel aceleró el ya de por sí delicado estado de salud del autor de obras tan antológicas como «Cosecha roja» y «El halcón maltés».

En 1953, McCarthy en persona le preguntó: «¿Por qué hay libros de un comunista en las bibliotecas públicas estadounidenses? ¿Es esa una buena forma de luchar contra el comunismo?». El acusado se limitó a responder: «Bien, yo pienso -por supuesto no lo sé- que si estuviera luchando contra el comunismo creo que lo que haría es no darle a la gente ninguna clase de libros». Este diálogo está integrado en «Interrogatorios» (Editorial Errata Naturae), un libro en el cual somos partícipes del fuego cruzado dialéctico en el que se vio involucrado un autor que siempre mantuvo un compromiso sólido y constante con todos los combates emblemáticos de su época: la batalla contra el nazismo, la exigencia del reconocimiento de los derechos civiles de los negros y los inmigrantes, las luchas políticas del partido comunista en EEUU y el reconocimiento de los derechos legales y electorales de sus miembros. Esta edición incluye, además, «Sombra en la noche», el relato que aparece esgrimido en uno de los interrogatorios como posible prueba del talante anti-americano y subversivo del escritor.

Como complemento a la edición de «Interrogatorios», la editorial RBA publica paralelamente un recopilatorio que reúne todos los casos protagonizados por el detective privado imaginado por Hammett, «Todos los casos de Sam Spade». Siguiendo las pautas del blanco y negro asociado a un imaginario de humo, denuncia, alcohol y asesinatos, merece la pena redescubrir un discurso literario zurcido a golpe de frases secas y contundentes que nos muestran un modelo social, moral y político alejado de los cánones del llamado «Sueño Americano». Todo ello se resume en la frase que Raymond Chandler dedicó a su colega: «Hammett sacó el asesinato del jarrón veneciano y lo echó al callejón». Mientras el «New York Times» le despedía así en su sección de necrológicas: «Sus historias seguirán siendo publicadas de aquí a muchos años», un agente del FBI llamó al cementerio para asegurarse de que «¿Un tal Dashiell Hammett está muerto y enterrado?» .

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