No hay tregua entre musulmanes y cristianos. A pesar del intento de mediación, los enfrentamientos entre unos y otros causaron ayer, una vez más, víctimas en Egipto; y no pocos que se digan. Según las agencias consultadas, la cifra de fallecidos varíaban entre diez y doce, mientras aseguraban que los heridos superaban a los 190.

Como ha ocurrido en otros casos, las autoridades policiales egipcias apuntaban a un rumor como causa de los enfrentamientos; según relataron testigos de origen musulmán a France Press, sus miembros acudieron a la iglesia cristiana de Mar Mina, en el barrio de Imbaba, después de que llegara a sus oídos la posible retención en ese lugar de una cristiana convertida al islam. Entre mutuas acusaciones estallaron los disturbios que no se acallaron hasta bien entrada la madrugada.

No obstante, también se registraron enfrentamientos en las inmediaciones de la iglesia Al Adra, del mismo barrio, por similares razones. Tanto en un caso como en otro, se llegó a destrozar inmuebles y automóviles que se encontraban en la zona; pero más patentes fueron los perjuicios en el segundo, dado que prendieron fuego al templo hasta quedar totalmente calcinado.

La tensión en el barrio de Imbaba fue patente hasta el amanecer, donde el Ejército egipcio se valió de munición real para acallar las protestas.

Reunión y toque de queda

A merced de lo acaecido, el Gobierno convocó una reunión urgente a primera hora de la mañana. Para entonces, la advertencia de llevar a los detenidos -cerca de 200- frente a tribunales militares ya era una realidad por parte del Consejo Supremo de la Fuerzas Armadas.

Instancias gubernamentales no vacilaron en asegurar que utilizarán «mano de hierro» en futuras rebeliones, y amenazaron con tomar medidas contra los ataques a lugares de culto. Precisamente, y a espensas de determinar nuevas acciones, el Gobierno decretó el toque de queda por dos días -hasta hoy-, a la vez que certificaban el envío de un comité a la zona de los altercados para evaluar la situación.

El país fue testigo de duras protestas entre enero y febrero, que buscaban con éxito el derrocamiento del hasta entonces presidente, Hosni Mubarak. El Gobierno de transición teme que los disturbios entre musulmanes y cristianos pueda ser motivo suficiente para el repunte que encienda la llama de las revueltas, que para muchos aún se encuentran en vigor.

Así lo aseguran los Hermanos Musulmanes, que mediante un comunicado, certificaban que con los ataques como los de ayer se intenta abortar la revolución. «Fuerzas extranjeras e internas lo están intentando, pero no lo conseguirán», apuntaron. De igual modo, instaron a que se mantenga la unidad nacional entre cristianos y musulmanes para ese fin.