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Más volteretas da Jonás

Estabilizada la meteorología, en Arrigorriaga aparecieron los públicos bulliciosos y los espectáculos multidisciplinares que convirtieron el espacio urbano en un acontecimiento comunicativo.

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C. G.

Más sueltos, jugando con todos sus recursos, Passabarret tuvieron su segunda oportunidad: «Convictus», donde despliegan mejor todas sus posibilidades, con un camino muy bien trazado, con la estructura muy definida y con espacio para el lucimiento individual y la cohesión colectiva. Funcionó, conectaron, ofreciendo algo tan sencillo como un buen trabajo de payasos de calle, que es una categoría.

No es nada fácil explicar el trabajo de los austriacos de Theatre Irrwisch, que con «Die Crannies» nos muestran una acción, una intervención urbana, un espectáculo itinerante en el que los cuatro actores, disfrazados de viejitas, convierten los espacios más habituales en un escenario de excitación y participación. Sin palabras, aprovechando un contenedor de basura, un banco, un árbol, o un balcón, consiguen tener a los públicos pendientes de todas sus locuras. El trabajo de composición de personajes es magnífico y mantienen durante una hora una invisible dramaturgia para lograr sus objetivos, a base de improvisaciones constantes con todo lo que está sucediendo a su alrededor. Se les despidió con una sonora y cerrada ovación.

Una pareja de argentinos forman el Circo Claxon que ofrecieron su espectáculo «Revolución industrial», que causó una magnífica impresión porque estamos ante dos inconmensurables artistas que trabajan en el suelo, mano a mano, en la barra china, o en el trapecio. Con mucha elegancia en todos los números, sin un gesto de más, contando una historia, acoplándose a una banda sonora muy eficaz, con categoría y momentos de mucho riesgo físico.

Son un portento de coordinación, de control del tempo escénico, de la ritualización teatral a partir de una preparación técnica magnífica y de una ejecución excelente de los números más inverosímiles. Un gran trabajo que atrapó a niños, jóvenes, maduros y ancianos.

Pero si todos los artistas del circo dan volteretas, corren riesgos, nada como lo visto en «El fantástico viaje de Jonás el espermatozoide», presentado en la sala Lonbo, a cargo de la compañía malagueña El Espejo Negro, que es un portento de comunicación, que logra conciliar todos los objetivos: lo que tiene de didáctico al hablar de lo que es un espermatozoide, dónde reside, cuál es su misión y cuál es su viaje, esa aventura de llegar el primero para fecundar al óvulo.

Ejercicio majestuoso

La intención se cumple de sobra y se hace, además, a base de una teatralidad excelsa, de un jolgorio estético que conjuga los excesos cromáticos, con la sencillez narrativa, de un ejercicio de actuación majestuoso, con actores a la vista, manipulando, bailando, compaginados de manera perfecta y apoyados por un dispositivo luminotécnico, visual y sonoro eficaz y solvente. Divertido, atractivo, teatralmente superior, el trabajo de Ángel Calvente es de los que hacen época. Lucidez para elegir el asunto a tratar, ejemplaridad por el uso de un lenguaje entendible, ejecución estética impecable. Es la dignificación del teatro para niños y niñas, con tema adecuado y lenguajes apropiados. Los adultos acompañantes pueden disfrutar tanto o más, porque es muy bueno. De lo mejor.

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