Qué importa que el partido de La Romareda pareciera un concurso de despropósitos, que Osasuna viviera tantos minutos asomado al precipicio o que el carácter que se les presupone a los rojillos tardara tanto en aparecer. Lo único que quedará es que el equipo de José Luis Mendilibar sumó los tres puntos. Que siempre saben bien, más aún cuando llegan tras una remontada y qué decir cuando tienen el aroma a permanencia con el que llegaron los de ayer.

Porque las matemáticas siguen colocando al equipo navarro entre la decena de equipos -parece increíble pero sí, todavía son diez los que no han evitado definitivamente el sufrimiento- que pelea por pagar la hipoteca, pero el triunfo en tierras mañas hacen mucho más asumibles las pocas mensualidades que le quedan por delante. Para empezar, porque ahora son tres los equipos y dos los puntos que ejercen de colchón respecto al 18º puesto. Para seguir, porque en caso de hipotético empate final, el Zaragoza quedaría por debajo una vez inclinado el golaverage. Y para acabar, porque un triunfo -y puede que al final ni siquiera haga falta- en las tres jornadas que restan bastaría para evitar el desahucio.

Quizá lo ideal sería seguir hablando de las reconfortantes consecuencias de la victoria en La Romareda. Porque, al margen de la reacción, no es fácil esbozar un mínimo amago de sonrisa recordando lo que sucedió allí. Sobre todo en un primer tiempo lamentable, en el que los rojillos parecieron ofrecerse al descenso de manera voluntaria. Habrá que achacárselo a la tensión, pero los errores atrás -demasiado habituales para seguir considerándolos puntuales- encarrilaron el choque para el rival y bien pudieron incluso dejarlo sentenciado. Al cuarto de hora cantaba Lolo, dejando el balón en pies de Lafita para que anotara el 1-0. Distancia que se habría ampliado, de no ser por la buena actuación de Ricardo, con los errores posteriores de Nelson y de nuevo Lolo ante Uche. Como quiera que a los despropósitos de medio campo hacia atrás, se unió la total inexistencia del equipo arriba -Doblas llegó inédito al descanso-, la derrota por la mínima se tuvo que tomar como un mal menor.

Pintaba tan mal la noche cuando los dos equipos se fueron a vestuarios, que el vuelco parecía descartado. Pero llegó. Porque Osasuna tiró de carácter. Pero también, no hay que engañarse, porque el Zaragoza no está metido en la misma pelea que su rival por casualidad. En cuanto los rojillos le pusieron a prueba, la escuadra maña también cantó. Concretamente su portero, que se tragó un remate de Camuñas, tras buena combinación con Kike Sola.

Se crecieron los navarros, cundió el pánico en las filas locales y la voltereta fue total. Sergio aprovechó otro error rival, esta vez de marca, para convertir un buen cabezazo en el 1-2. Y justo después de que Paredes amagase con el empate enviando un balón al palo, fue Kike Sola el que culminó una bonita combinación a la contra para redondear la victoria osasunista.