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NBA

Y la segunda unidad de los Mavericks eliminó a los campeones por 4-0

Estado de shock tras la contundente eliminación de Los Angeles Lakers a manos de Dallas por la vía rápida. Los de Phil Jackson fueron de poco a nada en la serie y acabaron humillados en Texas. El resto de eliminatorias están marcadas por la igualdad.

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Izkander FERNÁNDEZ

La vida tendrá que seguir igual pese a que los Lakers ya no estén en la competición. Los actuales campeones no revalidarán su título, Kobe Bryant no empatará en anillos a Michael Jordan de momento y Phil Jackson se jubila humillado pese a una gloriosa carrera. Los Mavericks de Dallas, incómodos invitados, eliminaron a los californianos por 4-0, barriendo en lo deportivo, en lo anímico, en lo estético y en lo espiritual a los glamourosos Lakers.

En LA, Jackson llevaba jugando con fuego demasiado tiempo. Quizá desde el principio. Haciendo malabares para llegar a fin de mes desde que llegase a la franquicia angelina para ganar el primer anillo de la dinastía Bryant-O'Neal. El séptimo de su carrera tras los seis logrados en el seno de Chicago Bulls.

En un inicio tenía una coartada llamada triángulo ofensivo. Una densa teoría de ataque para la que contaba con dos patas fijas, Kobe y Shaq, pero que necesitaba de una tercera pieza que variaba cada año e incluso en ocasiones era todo un misterio su materialización. De esa era salieron tres anillos, autosuficientes y renqueantes.

Casi de una forma similar a la debacle de la semana pasada, la fórmula terminó por agotarse, así como la forzada cordialidad entre Kobe y Shaq. El gigante de Newark se fue a Miami y Bryant, huérfano, naufragó en un período sabático de Jackson.

De alguna forma, el oro de Los Angeles volvió a confundir y a enredar al señor de los anillos y éste volvió a la disciplina de los Lakers. Con la llegada de Pau Gasol y Lamar Odom volvieron a ser competitivos y se embarcaron en un nuevo ciclo de éxitos. Perdieron la final de 2008 ante los Celtics pero ganaron las dos siguientes, en 2009 y 2010.

Un caos ordenado

Aunque todo el mundo volvía a hablar de dinastía, sobre los Lakers amenazaba la sombra de la indiferencia con la que estos parecían convivir. La temporada regular parecía un trámite. Un problema más acentuado durante esta campaña. Jackson le daba tanto valor a los silencios que en ocasiones los Lakers parecían un caos ordenado por inevitables victorias.

Los problemas de apatía, intensidad y, en cierto modo, agotamiento, han sido más visibles en 2011. Jackson es ya un ser cansado, una sombra de lo que fue. El ataque de su equipo es espeso y desordenado. La defensa inexistente. La genialidad de las decisiones que tomaba antaño ya no aparece por ningún lado y, quizá lo peor, sus soldados, no responden.

Kobe no ha sido el mismo. En playoffs se ha diluido, ni siquiera se le ha visto con intención de tirar del carro. Y los Lakers, como cualquier equipo del universo, necesitan que un jugador como Bryant, que acapara un porcentaje tan alto de los sistemas de ataque, esté totalmente implicado con la causa.

Las dudas sobre Gasol

Tampoco ha terminado bien Pau Gasol. Su caso parece una consecuencia de la explotación irresponsable que Jackson cometió en temporada regular. Partidos resueltos con ventajas de 20 puntos en los que el catalán disputaba más de 40 minutos. Con 30 años, tres temporadas como las que arrastra y jugando fuera de posición, el agotamiento físico ha aparecido en el peor momento.

Con Gasol cabe tener la mosca detrás de la oreja. En esta eliminatoria ante Dallas ha vuelto a reflejar la misma dejadez de sus últimos partidos en Memphis, cuando sabía que la construcción de los Grizzlies no iba a girar alrededor suyo. Con Dwight Howard loco por abandonar Orlando, la ecuación parece simple. ¿Sabe Gasol algo que no se ha hecho público todavía?

Y los deshechos. Como Derek Fisher, un base que no sube la bola, no da asistencias, no anota y al que le evitan defender al resto de bases, inmensamente más rápidos y ágiles que él. O como la aportación de la segunda unidad -los jugadores de banquillo-, inexistente en todos los playoffs.

Dallas no hizo nada del otro mundo dentro de sus posibilidades. Movió el balón, seleccionó el tiro, anotó de todas las posiciones, fue agresivo en defensa y se apoyó en el banquillo para dotar de profundidad a la rotación. Baloncesto en estado puro. Tan simple como vistoso y efectivo. Ahora Dallas es el favorito de la Conferencia Oeste. Que pase el siguiente.

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