Hipocresía criminal contra migrantes
El diario británico «The Guardian» dio la exclusiva: unidades de la OTAN, concretamente un helicóptero militar y un navío de guerra -con toda probabilidad el Charles de Gaulle, el portaaviones y buque insignia de la Armada francesa-, fueron contactados por un barco de migrantes africanos en dificultad y, a pesar de que el derecho marítimo internacional establece la obligación de rescate, fueron abandonados a su suerte. 60 personas, incluidos niños y madres, murieron deshidratados y fueron arrojados por los supervivientes al mar. Las autoridades francesas y los responsables de la OTAN se apresuraron a no comentar la noticia o a desmentirla con lacónicos comunicados. Este crimen podría quedar impune, haciendo del Mediterráneo un salvaje oeste sin leyes marítimas, con vergonzosos y dispares comportamientos según se trate de migrantes africanos o de turistas en un crucero de lujo.
Se calcula que más de 800 migrantes han muerto durante el mes de abril en lo que políticos como Berlusconi o Sarkozy llaman el «éxodo bíblico» o el «tsunami humano» de la Primavera Árabe. Quienes justifican la guerra de Libia en nombre de la «acción humanitaria» no sólo niegan de manera criminal el auxilio en alta mar, sino que deciden responder haciendo de Europa una fortaleza cada día más inexpugnable, incluso desmantelando parcialmente pilares de la integración europea como la libre circulación de personas. Quizás sea una tormenta en una taza de café, pero es sintomática de los tiempos que corren. Los crímenes, la hipocresía y la codicia fundamentan un ejercicio del poder a gran escala, donde la muerte más o menos «colateral» o «accidental» de miles de africanos supone un combustible necesario para el buen funcionamiento del negocio de la guerra.
Los que ahora financian y apuestan por la guerra siempre han comprado a los autócratas norteafricanos. Ahora dicen apoyar las «revoluciones», pero tan pronto como el polvo se asiente volverán a coger el dinero para seguir con el menú de la deportación. Populistas eurofóbicos y anti-inmigrantes se unirán al banquete. En la cínica Europa, los migrantes que huyen de la guerra sólo pueden esperar unos hombros fríos, no una calurosa bienvenida.