Cursó estudios en Askartza Claret (Leioa) y practicó durante años el balonmano tanto en el Askartza como en el Deusto. «Guardo buenísimos recuerdos de mi vida en Bilbao», rememora. Vivió en Ibarrekolanda hasta 2001, año en el que, tras doctorarse en Bioquímica en la UPV-EHU bajo la supervisión de Ana María Zubiaga, puso rumbo a EEUU, al National Cancer Institute en Bethesda, próximo a Washington. «Allí es dónde empecé a investigar en cómo las células protegen su genoma, y a tratar de entender cuáles son y cómo funcionan los mecanismos de reparación del ADN», cuenta a GARA.

Esta semana, la revista científica ``Nature Structural and Molecular Biology'' publicaba un artículo de Oscar Fernández-Capetillo y su grupo de investigación sobre la Inestabilidad Genómica perteneciente al Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), en el que exponen el desarrollo de un nuevo grupo de moléculas capaces de eliminar un determinado tipo de células tumorales.

«La quimioterapia tiene un problema fundamental, y es que es muy difícil matar al tumor sin matar al paciente. Piense -explica a GARA la síntesis de su investigación- que tanto el tumor como el paciente están hechos de las mismas células, así que es muy difícil que los fármacos distingan. De ahí los graves daños colaterales de la quimioterapia. Nuestro trabajo descubre un grupo de moléculas que son más tóxicas para las células tumorales que para las sanas. Ésta es la fortaleza principal del trabajo, ya que sugiere que esto podría derivar en una estrategia antitumoral efectiva en ciertos tumores». Eso sí, como él mismo matiza, «todavía queda muchísimo trabajo para ver realmente el potencial de estas ideas».

Tras tres años en EEUU, el CNIO le reclutó para su proyecto de referencia mundial en investigación del cáncer, y desde entonces trabaja en Madrid. «La investigadora María Blasco, directora del Programa de Oncología Molecular, fue esencialmente quien me reclutó como un grupo junior, dónde trabajo a día de hoy, ya consolidado cómo un grupo estable», explica.

El daño en el ADN es una fuente de cáncer y también de envejecimiento, posiblemente dos de los problemas biomédicos de mayor relevancia. «Mi línea de trabajo -detalla- se centra en tratar de entender cómo las células protegen su genoma y evitan que se acumule demasiado daño genético. En particular, nuestro laboratorio estudia un tipo de daño en el ADN que se conoce cómo `estrés replicativo', que son lesiones que se generan en el ADN cada vez que una célula tiene que dividirse». A lo largo de los últimos años, su grupo ha tratado de entender cómo una proteína, ATR, protege nuestro genoma de este tipo de daño.

Sus investigaciones ayudarán a luchar contra algunas de las muchas variantes de cáncer. «No existe `el cáncer', sino tipos de cáncer. Esta estrategia nuestra sólo funcionaría contra un grupo de ellos. Lo que creo que también es importante es que sabemos cómo identificar aquellos tumores que creemos que responderían mejor a estas moléculas».

Regresar a Bilbo, difícil

¿Se ve de vuelta a su Bilbo natal? «Me encantaría, pero no me veo regresando a corto plazo. Ahora mismo sería un harakiri científico, ya que no existe ningún sitio en donde podría desarrollar la investigación que hago en la actualidad», comenta. No obstante, confía en que quizá en un futuro...

«Tengo la esperanza -añade- de que algún día se decida invertir realmente en un centro de investigación de cáncer y envejecimiento en Euskadi. Mi familia, mis amigos... tengo muchas cosas que me siguen uniendo. Teniendo en cuenta que Euskadi va a ser la comunidad con un mayor problema de envejecimiento en el medio plazo, quizás algún día a alguien se le ocurra pensar en ello. Mientras eso no sea posible, seguiré siempre investigando dónde mejor pueda hacerlo».