CRíTICA cine
«No lo llames amor, llámalo X» En el corazón del porno
Mikel INSAUSTI
No me gusta nada la dependencia televisiva que hay en la comedia actual de consumo interior, y el que a los creadores de “Aida” les fuera bien en el cine con “Fuera de carta” o “Que se mueran los feos”, no quiere decir que siempre vaya a ser así. Llega un punto en que se pasan de listos, llevados por el afán de contentar a todos los públicos, sin darse cuenta de que al final corren el peligro de no dejar contento a ninguno. De eso peca, y en exceso, “No lo llames amor, llámalo X”. La película está rodada en interiores en su practica totalidad, con un humor equiparable al de cualquier capítulo de una “sitcom” de la pequeña pantalla, porque le falta ese punto de provocación necesario para romper la barrera doméstica del público familiar; y que sí tenía por contra la mucho más divertida “No controles”, del donostiarra Borja Cobeaga. La idea argumental no encuentra un verdadero desarrollo humorístico, porque, aún siendo original, no avanza de acuerdo con sus propuestas transgresoras. Lo que de irreverente podría haber en el hipotético rodaje de una película porno sobre la Guerra del 36 deriva hacia una convencional historia de amor a tres bandas.
Quienes salvan la función del desastre una vez más son los cómicos, con las intervenciones destacadas de Mariano Peña, Adriana Ozores, Julián López, Ana Polvorosa y Javier Gutiérrez. Entre ellos cinco consiguen mantener vivo el interés por un espectáculo desigual, dando a sus caracterizaciones un fondo muy entrañable. Simbolizan el homenaje a las parejas de director y actriz que rodaron cine erótico en tiempos de censura o de dificultades para una industria marginal, como puedan ser Jess Franco y Lina Romay o José María Ponce y María Bianco. A pesar del esfuerzo del reparto coral la capacidad homenajeadora se va diluyendo, a medida que la ópera prima de Oriol Capel se acerca más a una farsa berlanguiana inspirada en “La vaquilla” que a cualquier producción de cine X, por mucha imaginación retrospectiva que uno le quiera echar.