Trece anillos, una sonrisa y una carrera de leyenda: adiós al «Maestro Zen» Phil Jackson
Dallas 122, Los Angeles Lakers 86. Con esta dura derrota se cerraba la carrera profesional de Phil Jackson, un técnico capaz de ganar sin bases ni pívots dominantes o amansar las fieras más indomables sin casi alzar la voz. Una derrota que no puede tapar una vida plagada de éxitos.
Arnaitz GORRITI
Primero se fue en la temporada 1998/99, después de ganar seis anillos con los Chicago Bulls, pero retornó al año siguiente para podarse en el banquillo de los Lakers. Con tres anillos más, los desencuentros entre Shaquille O'Neal y Kobe Bryant hicieron que volviera a irse en la temporada 2004/05, para regresar un año después a la franquicia californiana.
Sin embargo, después de haber llegado a la escalofriante cifra de 11 anillos como entrenador -siendo el más laureado de la historia-, la temporada 2010/11 iba a ser la definitiva. Se acabaron sus vídeos motivadores, sus tiempos muertos en silencio -o sus consignas como en las finales de 1993: «Hay que anotar y como hay que anotar ya sabéis quién lo tiene que hacer»-, su «triángulo ofensivo -un estilo de juego complejo y dinámico debido ante todo por la ausencia de un base director claro, con los jugadores en continuo movimiento, abriendo multitud de posibilidades a cada momento, inventado por su ayudante en Chicago, Tex Winter-, y sus consignas Zen. Su retirada coincidía con su primer 4-0 en contra, un final irónico y abrupto para un ser singular y brillante.
Con la cabeza alta, el andar pausado de un hombre con temple, Phil Jackson se despedía como un elefante camino de su cementerio. Primero fue Rick Carslile, luego todos los jugadores de los Lakers y los Mavericks que se arremolinaban a su alrededor. Todos querían dar las gracias y despedir a un Phil Jackson que, sin perder la sonrisa -una mueca entre la simpatía bonachona y la ironía-, enfilaba la recta final de su obra.
«El señor de los anillos», una suerte de hijo de campesino que encontró en sus 203 centímetros el baloncesto y la vía para llegar a la gran ciudad; un hombre que ganó dos anillos como jugador para los New York Knicks -los únicos ganados por la ciudad de la Gran Manzana-. En 1970, pese a no jugar ni un partido debido a una cirugía espinal -el periodista vizcaino Gonzalo Vázquez habla de esta temporada como clave en su destino en su artículo titulado `Bajo la corteza de Jackson', ya que el a la sazón técnico del conjunto neoyorquino, Red Holzman, le encomendó la tarea de ejercer de scout de los conjuntos rivales-. «Ver los partidos desde fuera -recordaba Jackson- me convirtió en un tipo mucho más crítico sobre lo que en realidad ocurre ahí dentro. Comencé a ver equipos en lugar de simples jugadores y desarrollé una percepción más precisa de qué es lo que necesita realmente un equipo y qué no». En 1973, sí fue importante como jugador reserva.
Entre magos y fieras
Después de retirarse en 1980, no fue hasta 1989 cuando Jerry Krause logra colar a este extraño personaje en el banquillo de los Bulls. Y lo logró al segundo intento. De nuevo, Gonzalo Vázquez nos abre la puerta. «Vaqueros anchos, gruesos tirantes y un enorme sombrero panameño que el candidato había adquirido en Puerto Rico -donde ejerció de entrenador- para protegerse del sol»; he ahí el aspecto de un hombre que horrorizó al entonces dueño de los Bulls de la parte final de los 80, Stan Albeck.
Autor de cinco libros -en su primera autobiografía, `Maverick', casualidades de la vida, detalla sus experiencias con drogas como el LSD-, entrenador de magos como Jordan, Pippen, Bryant, O'Neal, Gasol, Kukoc... como fieras, Dennis Rodman o Ron Artest, con Jackson se va un técnico con estilo propio, venerado por muchos y odiado por casi los mismos. Pat Riley fue un enemigo incondicional, el legendario Red Auerbach le achacó no ser capaz de crear equipos «de verdad»; Rick Adelman montó en cólera cuando se enteró de que en uno de sus vídeos motivadores, en la serie de 2000, Jackson aprovechó el rapado de Jason Williams y el personaje de Edward Norton en American History X para comparar al entonces entrenador de los Sacramento Kings con Hitler. Ni Michael Jordan ni Kobe Bryant -al que calificó de «inentrenable»- se libraron de sus dardos.
Genio y figura, la historia del baloncesto no sólo lo absolverá, sino que recordará los tres three-peat -tres anillos consecutivos-, logrados en Chicago y Los Angeles, y su récord de 72 victorias en la temporada 1995/96. Adiós al «Maestro Zen».