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Floren Aoiz www.elomendia.com

Recomponiendo el jarrón

Sin ilusiones no hay izquierda. Quien se resigna ya ha sido derrotado. Renuncia a soñar el cambio y rechaza así la posibilidad de llevarlo a la práctica

Hace ya tiempo que un amigo insiste en que va siendo hora de pasar del análisis de la división institucional impuesta por el postfranquismo en la Euskal Herria peninsular a la formulación de estrategias concretas capaces de superarla. Dicho de otro modo, además de preguntarnos quién, por qué y cómo nos rompieron el jarrón, pensar cómo recomponerlo. No he olvidado que estamos en plena campaña electoral; precisamente por eso he elegido este tema. Puede parecer que el embrollo previo a la cita con las urnas no es el momento más oportuno para presentar propuestas sobre un tema de esta naturaleza. Sin embargo, yo opino que cuando se trata de votar o de pedir el voto, es importante ir más allá de lo inmediato y formular y exigir que se formulen también objetivos a más largo plazo.

La defensa de una institucionalización para los cuatro territorios vascos peninsulares, en el camino de la unidad de todo el país, propuesta por Bildu esta semana, y la reacción de Nafarroa Bai, han ofrecido un retrato muy ilustrativo de las posiciones y las aspiraciones de unos y otros. Si hubiera que destacar lo principal de este debate, subrayaría el contraste entre la alegre ilusión del cambio y la tristeza de la resignación. Zabaleta ha declarado, en un tono muy clarificador, que la idea de Bildu es irreal. Me temo que el candidato de Nabai no ha leído las reflexiones de Castells sobre la utopía independentista. Tengo la sensación de que tras ese aire de aguafiestas adoptado por Zabaleta se esconde la derrota, la pérdida de horizontes, la renuncia a plantearse desafíos trasformadores de la realidad.

Claro que hay que partir de la realidad, esa no es la cuestión. La clave está en la actitud que se adopta ante esa realidad. Por eso, no es lo mismo resignarse ante ella que comprometerse y arriesgar para cambiarla. La explotación, el hambre, la miseria, la violencia machista, la represión, el paro, la corrupción, ¿no son acaso realidades? ¿Debemos por ello resignarnos y renunciar a construir un mundo mejor?

La pregunta no es irrelevante. En la respuesta está la definición de lo que supone, en términos reales, la izquierda. Sin ilusiones no hay izquierda. Quien se resigna ya ha sido derrotado. Renuncia a soñar el cambio y rechaza así la posibilidad de llevarlo a la práctica. Será por eso, porque no quieren asumir los riesgos de nadar contra la corriente o porque están más cómodos en el actual estado de las cosas, pero situando la propuesta de Bildu fuera de la realidad, han querido hacernos creer que soñar es lo mismo que delirar. No obstante, sólo quien ha renunciado a soñar puede caer en esa confusión.

Frente a cada una de las ideas que han cambiado el mundo hubo un Zabaleta tachándolas de irreales. Si soñamos con recomponer el jarrón es, precisamente, para auto-obligarnos a encontrar un modo realista de lograrlo. Lo que no es real es propugnar el cambio desde la resignación. En cambio, soñando un futuro diferente, comenzamos a hacerlo posible, empezamos a convertirlo en realidad.

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