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Pakistán no sale de la espiral autodestructiva

El atentado que ayer mató a más de 80 miembros de la guardia fronteriza pakistaní e hirió críticamente a varias decenas en la academia de Charsada es similar, en las tácticas, en el objetivo y en la responsabilidad, a anteriores ataques. La única diferencia estriba en que ocurrió tras la muerte de Osama Bin Laden y ha sido reivindicado como un acto de venganza y preludio de una campaña sangrienta. El ataque, de paquistaníes contra paquistaníes, de pastunes contra pastunes, muestra una guerra fraticida, que inserta un combate global en luchas locales, y que amenaza la estabilidad e incluso la viabilidad de Pakistán, que está pagando un precio humano y económico enorme. Un país que tras la operación de EEUU contra Bin Laden está siendo demonizado ante el público internacional y ya ha sido sentado en el banquillo, juzgada y conoce su veredicto: culpable por incompetencia y complicidad.

El ataque de ayer, el más sangriento del año, servirá al ejército paquistaní para remarcar que representa el sacrificio que está haciendo en la llamada «guerra contra el terror». EEUU lo utilizará por su parte como justificación para seguir con sus bombardeos en el área de las zonas tribales fronterizas que, a su vez, darán más razones a las múltiples milicias y grupos militantes para intensificar sus ataques.

Pero tras esta espiral de violencia, del escenario empantanado y aparentemente caótico, emerge un estado con contradicciones delicadamente equilibradas y una ambigüedad estratégica. Utilizar con Pakistán el fallido concepto del «estado fallido», como en Yemen o en Somalia, no funcionará. La región entera es testigo de un gran juego donde las diferentes potencias mundiales -fundamentalmente, EEUU, China e India- apuestan fuerte y con las cuales Pakistán juega sus bazas, bien protegiendo y promocionando a los talibanes afganos, bien luchando contra los talibanes paquistaníes junto a EEUU o en el comercio de la guerra con China. Y si suben las apuestas y la tensión se descontrola, Pakistán sabe que todos saben que tiene carta segura para el órdago: el arma nuclear.

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