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El socio liberal de Merkel busca una salida a su crisis en su congreso ordinario

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Ingo NIEBEL | COLONIA

El Partido Liberal Democrático de Alemania (FDP) se reúne en la ciudad porteña de Rostock para buscar una salida a su crisis existencial que le tiene sumido en un profundo bajón de popularidad que amenaza incluso su supervivencia parlamentaria.

Ayer por la tarde, los 651 delegados escenificaron lo que debe ser el inicio de una nueva era al dar el 95% de los votos al nuevo presidente de partido, Philipp Rösler, titular alemán de Economía y vicecanciller en el Gabinete de la canciller Angela Merkel. Al mediodía despidieron con una ovación en pie a su antecesor Guido Westerwelle, quien por ahora sigue manteniendo la cartera de Asuntos Exteriores.

Sin embargo, hay voces en el seno del FDP que exigen que Westerwelle deje también el Ministerio para completar así la reorganización de cargos políticos y públicos de la formación. El vicepresidente del grupo parlamentario, Martin Lindner, aboga por que el congreso decida el destino de su ex número uno, pero corre el peligro de ver truncada su propia carrera política, ya que Westerwelle cuenta aún con suficientes seguidores en las filas del partido.

Rösler anunció que hoy presentará la nueva base política del FDP. En sus manos está conseguir emitir alguna señal positiva a la opinión pública y a los votantes de la ciudad Estado de Bremen, donde la semana que viene se celebrarán elecciones regionales.

Los sondeos indican que es muy probable que el FDP se quede también fuera del Parlamento de Bremen, lo que confirmaría la transformación del panorama político alemán que podría dejar futuros gobiernos regionales, así como el federal, en manos de coaliciones formadas por la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Merkel, los Verdes y el Partido Socialdemócrata (SPD).

 

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