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Concentración de estrenos de producción vasca

La ceremonia de entrega de los Premios de Umore Azoka es el diapasón central de la parte profesional, mientras los artistas vascos van presentando sus trabajos ante un creciente número de espectadores.

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Cada año la organización de la Umore Azoka reconoce la labor de alguna institución, colectivo o persona destacada en sus labores con el teatro de calle. Un premio secreto para quien lo recibe hasta la ceremonia de entrega, que este año recayó en Roser Vila, quien desde hace décadas se ha dedicado a la organización de eventos de teatro de calle, intervención urbana o nuevos circos y a la distribución de espectáculos de calle y de circo de gran entidad.

La crisis se nota en la menor presencia de programadores, en el menor número de participantes de las compañías ya que son trabajos de una, dos o tres personas y cuando se presencian a cuatro o más actores en escena dan ganas de ovacionarlos. El número no es relevante para la importancia artística de las creaciones, simplemente constatamos un hecho comentado por los profesionales, al igual que hemos percibido en ciertos momentos una presencia mayor de espectadores ávidos del disfrute de estas artes callejeras. Y no solamente de los niños, sino de muchos jóvenes que acuden a esta cita con ansias de contactar con la locuras de los creadores; lo que es otro hecho notable y esperanzador Los estrenos de producción vasca se suceden. Repasamos telegráficamente algunos de los presenciados el pasado viernes. Por orden de visionado. Mama crea, acudió con «Parcela 85» con el problema de la vivienda de fondo y con lo circunstancial de los pisos de protección o sorteo como inspiración. Un trabajo basado en la verbalidad, con acciones muy restringidas, y con unos bonitos inventos motorizados que solamente sirven para situar la acción que acaba siendo frontal. Falta afinar.

Danza y txalaparta

Kukai Dantza Konpainia insiste con su nuevo trabajo, «Karrikan», en su indagación en un lenguaje que se basa en la estilización de la danza tradicional vasca llevándola hacia lo contemporáneo; en esta ocasión, juntando tres piezas coreografiadas por Damián Muñoz, Pantxika Telleria e Iker Gómez. Cada vez trabajan mejor la puesta en escena y muestran mayor consistencia dramatúrgica. Los bailarines se nota que van creciendo y sus propuestas evolucionan de manera ostensible. Además, consigue atrapar a los espectadores.

Panta Rhei estrenó «Monsters Show» con actores y muñecos, una puesta en escena muy cuidada, directamente frontal, empastada de manera sugerente cromáticamente, proponiendo un espectáculo para los más pequeños. En su primer pase tuvo algunos problemas técnicos en la limpieza del sonido, lo que le restó posibilidades de comunicación. Está en ciernes de acabar su propuesta definitiva.

Latirili se apoya en una txalaparta como fondo musical y ritmo emocional en «Plum et Txalapunk, una historia muy llevada a la frase hecha, a la acción previsible, al desbordamiento de acciones, que no acaba de dominar en su totalidad la actuante, creadora y directora. Tiene una puesta en escena que promete mayores ajustes espaciales que ayudarán a una concentración mejor de las energías ahora un tanto dispersas.

Uno de los estrenos más esperados en esta edición era «The Wolves» de Deabru Beltzak, un pasacalles musical con piano y con tres elementos mecánicos articulados y auto-iluminados, portados, movidos y coreografiados por tres manipuladores, que crean unas sensaciones nocturnas inquietantes y que sin evolución en sus movimientos, ni en sus relaciones dramatúrgicas, se debe valorar por su efectividad y espectacularidad a base de los fuegos artificiales autopropulsados.

Vimos más espectáculos, pero el que valoramos de mejor manera es «Salir» de Coliflor Circo Teatro, formado por artistas italianos, franceses y chilenos recién egresados de la Escuela Italiana de Circo. Dan una lección de control del tempo escénico y muestran una excelente calidad interpretativa, con el uso de manera excelente de una escenografía realmente significante y proteica de elementos teatrales, con graduada gestualidad, cercanía y espectacularidad en todas las acciones y además, contando una historia reconocible sin articular ni una palabra. Magníficos.

CARLOS GIL

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