Raimundo Fitero
Mutaciones
Las cadenas televisivas se van transformando. Por crecimiento, adaptación, cambio de titularidad, necesidad o virtud. Desgraciadamente, no cambian siempre a mejor. Es más, casi nunca cambian a mejor. Desde que la TDT nos demostró que todo es empeorable, no han hecho otra cosa los responsables de las programaciones de abundar en esta misma idea demoledora. Esta sensación se produce tras una acumulación de frustraciones o de desencuentros. Quizás fruto de un ingenuo ejercicio de creación de expectativas regeneracionistas al entrar este sistema de producción y emisión que permite mucha más diversidad y que ahora nos deja ante una tosca realidad. Hay entes públicos que tienen cuatro canales, y ninguno es bueno. Entes privados que suman muchos más y todos son iguales.
Otros tienen menos y algunos tuvieron su momento en el que apuntaron modos, nuevas ofertas, pero han sucumbido a la tosca necesidad de encontrar las audiencias de la forma más directa posible, lo que significa que no buscan nuevos consumidores, sino a los de siempre, con las cosas de siempre, los formatos de siempre y los contenidos de casi siempre. Lo que no deja de ser signos de extrema debilidad.
Pero si una cadena ha ido mutando en los últimos tiempos, y lo ha hecho a nivel global, es decir, no se trata de lo local por táctica o estrategia de mercado, sino que le sucede en todos los puntos del globo donde emite, esa es MTV. Si todos tenemos una foto más o menos fija, es decir bailada, de la sucesión de videoclips, de promociones musicales, de algún programa de formato más generalista, pero siempre con un tono muy particular, la deriva actual, su mutación más evidente es hacia el reality, con algunos de ellos de una catadura bastante exagerada, como es el que los padres le propongan nuevos novios o novias a sus vástagos porque no les gusta el que tienen. Esto es muy americano, pero sigue en la parrilla.
El otro día empezó otro en el que se seguía la vida de Alaska y su marido, y era de una simpleza tan forjada en una realidad adulterada pero verosímil, que podía llamar la atención precisamente por ese estado fronterizo entre lo creíble y lo fantástico. Sin más.