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ELECCIONES DEL 22-M

El PP se lanza al asalto de los feudos del PSOE en el sur del Estado español

Con la crisis económica y los recortes sociales como ariete, la derecha española espera consumar el asalto a las plazas fuertes del PSOE de Andalucía, Extremadura o Castilla-La Mancha. Los socialdemócratas se aferran a su raigambre más allá de las grandes ciudades y a un eventual repunte de IU, que ya no aspira más que a bisagra.

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La crisis que ha sacudido los cimientos del ladrillo y la ayuda exterior sobre los que se ha construido el experimento económico español en los últimos treinta años marca el contexto en el que se celebrarán las elecciones locales y autonómicas del 22 de mayo.

Pero las previsiones electorales apuntan, a lo más, a un ajuste de cuentas interno entre los dos grandes partidos, corresponsables a partes iguales del escenario, el de un Estado que hace meses reivindicaba su derecho a entrar en el grupo del G-8 (las ocho economías más fuertes del planeta) y ahora trata de evitar ser arrastrada por la corriente de los rescates impuestos a Grecia, Irlanda y Portugal.

En la oposición desde las elecciones marcadas por los atentados del 11 de marzo de 2004, el PP tiene como objetivo convertir estas elecciones en unas primarias de las generales, previstas el año que viene.

La derecha española tiene en mente su abrumador triunfo en las municipales de 1995, en las que obtuvo un millón de votos más (4,4 puntos) que el PSOE y que fueron la antesala de la victoria, más ajustada, de José María Aznar al año siguiente tras el adelanto electoral.

Su sucesor, Mariano Rajoy, quien se presentará a la reválida tras haber mordido el polvo dos veces ante el presidente saliente, José Luis Rodríguez Zapatero, busca además apuntalar una victoria holgada, arrebatando a los socialdemócratas feudos autonómicos y capitales de provincia que todavía se le resisten, para intentar forzar un adelanto electoral que daría la puntilla a un Gobierno que sueña con que, en el año restante hasta los comicios, un maquillado de los demoledores datos macroeconómicos le dé aire.

El PSOE, que ha logrado sacudirse en parte la presión del PP después de que Zapatero anunciara que no se presentará a un tercer mandato, e incluso ha conseguido aplazar el debate sucesorio, confía en minimizar los daños, que tanto las encuestas como la terquedad de las previsiones económicas dan por seguros. Y lo fía todo al hecho de que son pocas las veces, en el mapa político español, en las que ha habido una correlación directa, nunca matemática, entre los resultados de unas elecciones y otras. Hay quien se ha encargado de recordar que el PP venció, siquiera por la mínima, en las municipales de 2007, pero cayó en las generales del año siguiente.

No parece que ese escenario pueda volver a repetirse en 2012, pero, en todo caso, las elecciones presentan unos campos de batalla decisivos.

Tanto el PP como el PSOE han situado a la Castilla del sur como uno de los principales frentes de la guerra electoral. Los socialdemócratas tratarán por todos los medios de mantener este feudo autonómico. Cuentan para ello con que el presidente autonómico, José María Barreda -nieto del conde de la Cañada y bisnieto de la marquesa de Treviño, y comunista en su juventud- aguante el tirón. Confían, además, en la fidelidad del voto rural y de las cabeceras de comarca.

Castilla-La Mancha

Por contra, la derecha, que ya es mayoritaria en Ciudad Real, y en otras ciudades importantes, aspira a arrebatar este territorio al PSOE, lo que le acercaría al ansiado vuelco en Extremadura e incluso en Andalucía, granero de votos socialistas junto con Catalunya.

Y es que el partido en el Gobierno ha visto en los últimos años cómo caían una tras otra sus alcaldías en las capitales de provincia manchegas, extremeñas y andaluzas, pero ha logrado amarrar el voto rural y el de los pequeños y medianos municipios. Y aspira a seguir manteniéndolos tras hacer el cálculo de que en ellos la crisis no se sentiría con la descarnada virulencia con que se vive en los grandes núcleos urbanos, ya en manos del PP.

Volviendo a la batalla manchega, los «populares» tienen un as en la manga para forzar el cambio: el corredor del Henares, un brazo de la conurbación del Gran Madrid de 40 kilómetros densamente poblado y que vota más mirando a Esperanza Aguirre (Madrid) que a las llanuras manchegas.

La presencia in absentia de la presidenta autonómica madrileña en la disputa castellana va más allá de la simpatía que despierta en la vega del afluente del Jarama. Y es que Rajoy ha decidido encomendar el asalto del castillo a la número dos del partido y, como su contrincante, de honda raigambre aristocrática: María Dolores de Cospedal. Si la secretaria general del PP gana, Rajoy consolidaría su posición. Si no lo hace, el PSOE ahondaría en la imagen de perdedor de su rival a La Moncloa. Y no sería el único. Con su mayoría absoluta prácticamente asegurada en Madrid, Aguirre tendría nuevos cartuchos para hostigar, desde la derecha extrema, a Rajoy.

Extremadura

Otro de los bastiones del PSOE, Extremadura, se perfila como escenario de una batalla que también se anuncia cerrada.

Nadie lo diría hace cuatro años, cuando la retirada de Juan Carlos Rodríguez Ibarra tras 25 años en la Junta de Extremadura hizo soñar al PP con un vuelco histórico, pero que quedó en agua de borrajas y forzó el abandono de la primera línea de su entonces candidato, Carlos Floriano. Si entonces el PSOE aventajó en 11 diputados y en 14 puntos a la derecha, las encuestas para las elecciones del 22-M auguran un virtual empate en escaños que podría verse roto con la irrupción de IU en el Parlamento de Mérida, para lo que debería volver a superar el listón del 5% de votos. Esta eventualidad resultaría, en cualquier caso, un mal menor e incluso un alivio para los socialdemócratas, pues les permitiría mantener el Gobierno autonómico.

Dando por descontado que perderá su primacía en Cáceres y Mérida (Badajoz ya cayó en su día en los bolsillos del PP), el PSOE espera desmentir los anuncios de las encuestas de la mano de su candidato a la reelección, Guillermo Fernández Vara, en su día afiliado al PP pero que ha conseguido despuntar entre las baronías del partido al liderar la posición de exigencia a Zapatero para que desvelase antes su futuro y con un perfil «extremeñista» que le separa de otros altos cargos del partido con mandatos locales pero que suspiran por Madrid.

El presidente extremeño tiene como rival a una figura emergente en la derecha regional, José Antonio Monago, quien con un perfil «moderado» ha tratado de llevar el mensaje del PP a los pueblos, granero del PSOE, llegando a defender explícitamente el PER (Plan de Empleo Rural), pilar del sistema de asistencia social que permite a muchos extremeños sobrevivir sin que se planteen cuestiones centrales como la reforma agraria y el reparto de la tierra, en manos de los de siempre.

Andalucía

Si Castilla-La Mancha es la puerta al sur para el PP, una victoria en Extremadura sería todo un síntoma de que, a efectos electorales, Andalucía y el PSOE podrían discurrir por derroteros distintos. Andalucía, con 8 millones y medio de habitantes, es el territorio del Estado español más poblado y, junto con Catalunya (un millón menos), ha constituido hasta ahora el principal filón de votos socialdemócrata y el que ha apuntalado todas sus victorias desde 1982.

La vez en la que estuvo más cerca el PP de vencer en este feudo fueron las municipales de 1995, los primeros comicios en los que la derecha logró el primer puesto en las capitales de provincia, algo que se ha convertido ya en una constante.

No obstante, el PSOE logró amarrar su victoria en votos (2,5 puntos más) con el apoyo electoral de los pueblos y de las pequeñas y medianas ciudades.

En las últimas elecciones municipales, el PSOE volvió a sacar más de ocho puntos de ventaja al PP, que volvió a mostrar su primacía en las capitales, frente a un rival anclado en el interior andaluz, incluso en la ciudad de Jeréz que, con más de 300.000 habitantes, supera en población a muchas cabeceras provinciales. Sólo el pacto con IU le permitió amarrar las alcaldías de Jaén y Sevilla, centro del poder autonómico que puede considerarse el tercer caballo de batalla.

Sevilla

Una derrota en la capital sevillana debilitaría la posición del presidente de la Junta, José Antonio Griñán, quien ha aupado a la candidatura a la Alcaldía a un desconocido. No se descarta que una pérdida importante de votos podría forzar a Griñán a convocar unas primarias de cara a las elecciones autonómicas previstas en marzo de 2012, lo que le podría enfrentar a la ex alcaldesa de IU de córdoba y hoy ministra de Medio Ambiente, Rosa Aguilar.

IU, que mantiene la alcaldía cordobesa con apoyo de PSOE, es la esperanza de este partido para evitar un descalabro mayor. Si la formación de izquierda estatal vuelve a tomar aire e irrumpe en parlamentos y ayuntamientos de donde había desaparecido podría cerrar el camino triunfal al PP y permitir que el PSOE minimice su anunciada derrota en votos manteniendo sus feudos de poder.

Toda una paradoja, en fin, de la política española, donde votar a la derecha o a los socialdemócratas supone dar un aval a los recortes sociales, habidos y por haber. Y hacerlo por IU no abre otra opción que permitir que, a lo más, actúe de bisagra en favor de uno contra el otro.

Más que paradoja resulta una condena. La que selló, de la mano de la «transición» franquista, un bipartidismo en el que, cuando está en el poder, el PSOE termina siempre mimetizando el discurso de la derecha -e incluso le hace el trabajo sucio- para que ésta vuelva periódica y tranquilamente al poder, siempre de la mano de la desilusión del electorado, y siga horadando la cada vez más envejecida percepción de que «España sigue siendo sociológicamente de izquierdas».

Dabid LAZKANOITURBURU

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