GARA > Idatzia > Iritzia> Jo puntua

Fede de los Ríos

Hilanderos e hilanderos del mundo, uníos

Devanemos el ovillo, al tiempo que devanamos nuestros sesos, tejiendo una nueva intersubjetividad, la de los que han comprendido que no se trata de darle una mano de barniz al apolillado sistema, sino de comenzar el proceso constituyente de uno nuevo, igualitario

Me agrada el símbolo de Bildu. Un ovillo formado por diferentes colores. Es poco varonil, nada fálico. Retrotrae a vivencias infantiles junto a madres y abuelas, las olvidadas por los que escriben la Historia. Verlas tejer cadenciosamente entrechocando las dos agujas y el movimiento del dedo índice que pasa la hebra. Aquél extraño código para iniciáticos que describía un arte y sabiduría arcaicos: tantos puntos al derecho, tantos al revés y después echar la basta. Después la tricotosa acabó con la poesía, pero esa es otra historia.

El ovillo de hilo, evoca la manera de escapar del laberinto. Una vez ajusticiada la bestia del Minotauro para liberar a su pueblo del sacrificio, nada hubiese podido Teseo sin el ovillo de Ariadna. Le hubiera pasado como a Jack Nicholson en el Resplandor.

Para tejer, la madeja debe devanarse, volverse ovillo. Después entrelazar hilos formando urdimbre, tejido social crítico que ayude a desvelar las mentiras tejidas por los que quieren que todo permanezca igual. La comodidad de sus vidas depende de la explotación y las carencias de otros.

Ahora bien, precisamos no dar puntada sin hilo para no tener que destejer lo ya tejido. Acordaros de Penélope, la consorte de Ulises, aquél que se fue a la guerra de Troya como quien se va a por tabaco y tardó veinte años en volver a Ítaca. Penélope esperó a Ulises durante todos esos años y para engañar a sus múltiples pretendientes que demandaban su mano, ya que aquél era dado por muerto, prometía elegir a uno de ellos como esposo cuando acabara de tejer el sudario de su suegro Laertes. Y al caer el día, en la soledad silenciosa de la noche, la fiel Penélope comenzaba a deshacer lo realizado. Burló a los pretendientes y se mantuvo fiel. Pobre mujer.

Cuando Ulises regresa, después de veinte años de guerras y desenfrenos con la bruja Circe, ninfas, sirenas y todo lo que se moviese; de jugar con caballitos de madera con tirios y troyanos y al veo-veo con Polifemo; tras múltiples bacanales con lestrigones e innumerables colocones con sus colegas del norte de África, los lotófagos; lo que se presenta ante Penélope es un viejo, decrépito, desdentado y prostático. Esa era la realidad, la que despojó a sus sueños del ropaje falaz que frecuentemente envuelve la esperanza. Por ese miserable, había renunciado a la vida y sus placeres. Claro que después Homero, varón él, relató en su libro lo que le salió de los cojones. Porque tanto La Historia como los Mitos, queridas penélopes, son escritos por varones un tanto limitadicos por la llamada Masculinidad.

Atenea es la diosa de la guerra, pero ¡cosa curiosa! también lo es de tejedores, y, por consiguiente, de la civilización, la sabiduría, la estrategia, las artes y la justicia.

Devanemos el ovillo, al tiempo que devanamos nuestros sesos, tejiendo una nueva intersubjetividad, la de los que han comprendido que no se trata de darle una mano de barniz al apolillado sistema, sino de comenzar el proceso constituyente de uno nuevo, igualitario. Donde no quepan héroes ni tribunos y mucho menos registradores de la propiedad.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo