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La variable vasca

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Por obligación profesional estoy siguiendo con cierta minuciosidad la campaña electoral en la mayor parte de España. Es decepcionante. Los líderes de los dos grandes partidos estatales no atraen a las masas. Solo en el mitin central se llega a una cifra de asistentes algo consoladora y para ello hay que recurrir al triste sistema de los autobuses movilizados en las periferias rurales por los respectivos aparatos. La conclusión es que a la política la han matado la falta de oferta creadora y la sumisión de la ciudadanía a unos automatismos económicos que le garanticen la mínima supervivencia. Cabe añadir que la resignada audiencia de la irrisoria oferta electoral presente huye, tras cualquier discurso de los candidatos, hacia las zonas de la diversión y el ocio. El resultado es el imperio de un colosal aburrimiento que convierte el gobierno de la colectividad en un asunto de minorías cada vez más restringidas.

Al margen de ese panorama Euskal Herria aparece como una tierra con tensiones muy diferentes. En primer lugar los que se consideran partidos robustos, como PNV, PSE, PSN y UPN, no tienen nada segura su posibilidad de triunfo ante la oferta plural en la calle, que llama al ejercicio político a masas importantes. La participación de otras formaciones y sobre todo de Bildu, con clientela potencial muy importante, actúa como un magnifico fermento para la democracia y la libertad.

A veces pienso si esta ebullición democrática no es lo que temen las formaciones amparadas por el Estado. La democracia real ya no es el sistema apropiado para el modo de gobernación actual. El regreso de la calle diluye las falsificaciones.


Antonio  ALVAREZ-SOLIS
Periodista

 
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