Raimundo Fitero
Indignados
Andamos todos mirando con demasiadas lupas las concentraciones de ciudadanos indignados. Es natural que salten las alertas, las sospechas, los estados dubitativos. Tenemos motivos para la desconfianza, a la vez que argumentarios más que suficientes para entender que en algún momento de la historia los ciudadanos durmientes tenían que despertar y no solamente para ir como zombis a las urnas. Se reclamaba, se esperaba, se deseaba, y de repente ha aparecido, y todos se tientan las ropas, se desperezan.
¿Qué es lo que sorprende e inquieta más de este movimiento que está creciendo? Yo diría que el no saber con exactitud a quién o a qué responden, ni a quién o a qué favorecen. Miramos con los ojos contaminados por los porcentajes, las encuestas y los cargos públicos. Cuando en las televisiones o las radios entrevistan a los participantes, uno descubre que no se trata de gente muy formada, con un discurso bastante coherente, y que no están pidiendo la abstención, sino justo lo contrario, la democracia directa, participativa, que de momento se cristaliza en un mensaje muy ajustado al sentir popular «No les votes». Señalan a los que no se «les» debe votar, que son los que han podrido las instituciones, han instaurado la corrupción como medio habitual de gobierno y que se reparten el negocio de una manera vergonzante.
Probablemente esta fuerza que aumenta, sea un movimiento social que intentarán manipular los partidos políticos más adocenados, los sindicatos más inocuos y otros buitres, pero que, en cualquier caso, está generando una corriente de ilusión, de esperanza, expresado en un debate abierto, asambleario, que debe servir para que los poderosos del escaño perdido, sientan el aliento popular, que escuchen al pueblo.
Podríamos aliviarnos pensando que aquí es bastante más fácil canalizar ese sentimiento de indignación, rebeldía y de decir bien fuerte aski da introduciendo la papeleta adecuada en las urnas, pero hay que atender a este movimiento y cuestionar este sistema político capitalista anquilosado debe continuar en nuestra agenda el lunes, hasta que se cambie todo. Y sí, no está mal pedir democracia, de la buena, no la del simulacro actual.