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Lars Von Trier se hace la competencia a sí mismo y la monta en Cannes

Parece que lo que buscaba era provocar y lo consiguió. Lo surrealista de la jornada de ayer en la sección oficial de Festival de Cannes es que, al intentar epatar a la prensa con su «confesión» de simpatía hacia Hitler, Lars Von Trier quitó protagonismo a su magnífica «Melancholia». El líder de Dogma terminó pidiendo excusas y mandando comunicados.

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Anne CHAON-AFP y GARA | CANNES

«Si he ofendido a alguien por lo que he dicho esta mañana, sinceramente le pido disculpas. Yo no soy ni antisemita, ni racista, ni nazi», dijo el cineasta ayer por la tarde, después de que la dirección del Festival de Cannes le pidiera explicaciones por una de las ruedas de prensa más extrañas de esta edición. Tras la proyección y la excelente recepción por la crítica de «Melancholia», que compite por la Palma de Oro, el «padre» del Movimiento Dogma arruinó la rueda de prensa posterior al confesar que «entiende» a Hitler como persona y considerar que «Israel es realmente una mierda».

Lo que Von Trier había dicho -mientras que la norteamericana Kirsten Dunst murmuraba «Oh my God» y miraba incómoda a su compañera de reparto, la francesa Charlotte Gainsbourg, cuyo padre, Serge, era judío de origen ruso- es que Hitler «no era realmente un buen tipo, pero entiendo muchas cosas de él y también le simpatizo un poco». Entre silencios incómodos, afirmó también que no está contra los judíos, ni tampoco con ellos, porque «Israel es realmente una mierda». Parece que todo arrancaba de una pregunta sobre sus orígenes alemanes y su confesión en una revista danesa de su «gusto hacia la estética nazi». «Lo que quería decir a este respecto es que me gusta mucho Albert Speer (el arquitecto de Hitler). Aunque puede que no fuera una de las mejores criaturas de Dios, tenía talento y lo pudo ejercer durante el régimen nazi». La cosa se le lió tanto que el realizador terminó diciendo, medio en bromas y riéndose: «Ok, I'm a nazi» (Ok, soy un nazi).

Según reconocía posteriormente la dirección del festival, el realizador danés hizo estas declaraciones a modo de provocación; se había dejado llevar y tampoco extrañaría de un realizador que, en su anterior paso por Cannes, se autodefinió como «el mejor director del mundo». A Cannes, donde es su noveno año en competición, llegaba dispuesto a obtener su segunda Palma de Oro, después de haberlo recibido hace once años por «Bailar en la oscuridad».

Al margen de estas salidas de tono, en «Melancholia» Lars Von Trier filma una de sus mejores obras, en la que retrata las menos de dos horas que separan una boda del apocalipsis. Después de «Festen», de Thomas Vinterberg (1990), sabemos que las fiestas familiares pueden terminar mal en Dinamarca. Sobre el matrimonio de Justine (Kirsten Dunst), que se celebra en el inmenso castillo romántico de su hermana Claire (Charlotte Gainsbourg), se cierne una noche de bodas en la que avanza hacia la Tierra el planeta Melancholia, desplazado de su órbita. Melancholia es, al mismo tiempo, la estrella que provocará el fin del mundo y el mal que corroe a Justine, una joven con tendencia hacia la depresión. Con el respaldo del amor que le profesa Claire, poco a poco recupera el control de su vida, mientras que su hermana flaquea mientras que se acerca el final.

«No es realmente una película sobre el fin del mundo, sino sobre un estado de ánimo», explicó el director. Este realizador especial, que tiene fobia a volar (siempre viaja a Cannes en una caravana de camping) y de comportamiento provocador, reconoció que también ha pasado por «fases de melancolía que superé. Dejé de beber, leí libros y ahora me siento bien, y me he convertido en un aburrido como todo el mundo», dijo.

Kirsten Dunst también confesó tener «una cierta familiaridad con la depresión», pero también que se sentía más fuerte después de haber trabajado con Lars Von Trier. «Hay pocos papeles femeninos que te permiten ser a la vez loca, rara y vulnerable, y hacer lo que quieres. Pero esta libertad puede dar también mucho miedo».

Lars Von Trier «no responde a ninguna de mis preguntas acerca del guión», bromeó Charlotte Gainsbourg, quien ya conoce al director por su trabajo en «Anticristo», por la que recibió en 2009 el premio a la Mejor Actriz en Cannes.

MANÍAS

«Enfant terrible» y figura reconocida a la vez que controvertida del cine, Lars Von Trier no oculta que detesta las ruedas de prensa con todas sus fuerzas. A la sesión de fotos acudió con un «fuck» escrito en la mano.

«PETIT NICOLAS»

Un actor de la prestigiosa Comédie Française, Denis Podalydes, se transforma en «La conquête» en un Sarkozy ridiculizado por Jacques Chirac, quien constantemente le llama «petit Nicolas».

El retrato de Sarkozy y su sed de poder saltan al cine

En pleno escándalo en el Hexágono por la detención del socialista y director del FMI Dominique Strauss-Kahn, la sed de poder de su supuesto futuro rival por la presidencia francesa, Nicolas Sarkozy, se coló ayer en el festival. Fue con el filme «La conquête» (La conquista), en la que el francés Xavier Durringer dramatiza los años que van de 2002 al 6 de mayo de 2007, justo el día en que Sarkozy alcanzó la jefatura del Estado en unos comicios que arruinaron su vida conyugal. Ahí le lleva Durringer al protagonista, en una cinta que pasó fuera de competición pero que los organizadores programaron sin que nadie más que ellos -es decir, que El Elíseo (sede de la presidencia francesa)- haya podido conocer su contenido. La película llega también paralelamente a las salas comerciales francesas. La jefatura del Estado, el poder, «nunca tuvo el guión», declaró Durringer, quien dijo que la cinta «se rodó casi en secreto», precisamente para evitar influencias y manipulaciones como a las que se asisten en la película, donde Sarkozy y sus sarko-boys tienen a veces el aspecto de pequeños (o grandes) mafiosos. Javier ALONSO-EFE

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