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ASTEKO ELKARRIZKETA: IÑAKI GOIRIZELAIA, la universidad de un país en el mundo

«En algunos ámbitos del conocimiento estamos por encima de la media mundial»

Su vida está unida a la universidad desde hace más de tres décadas. Como estudiante, como docente, como investigador y, actualmente, como rector de la UPV-EHU. Se formó también en EEUU, pero volvió y expuso su tesis doctoral en euskara, porque ser capaces de exponer el conocimiento en otros idiomas es una manera de contribuir a la normalización de la lengua vasca. No contempla una universidad cerrada en su entorno y apuesta por la proyección internacional de la calidad y la atracción del talento. Catedrático en Telemática, no pierde las raíces, por eso le molesta llegar tarde al ensayo de su grupo de danzas. Un día dejará de ser rector; dantzari, nunca.

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Fermin MUNARRIZ I

La universidad ha sido en diferentes épocas históricas un motor de agitación intelectual y de cambio. Sin embargo, hoy en día es uno de los ámbitos más neutros y encaminados, fundamentalmente, a la excelencia técnica...

Es cierto que no hay aquella especie de agitación universitaria; en la sociedad tampoco se ven movimientos como hace 20 o 30 años, pero la universidad sigue siendo un motor de cambio. Los procesos de reflexión que se dan dentro de la universidad tienen un efecto social directo. Por ejemplo, no ha pasado mucho tiempo desde que se ha puesto en marcha un concepto como internet, y esto es algo que surge de la universidad y que ha tenido un impacto social importante. A veces no se ve el origen de las cosas, pero sí a dónde llegan.

Hay otro aspecto que no se puede obviar: formamos el capital humano de todos los países en una medida muy amplia, y esto también tiene un impacto brutal. La mayor parte de las personas que están en puestos de decisión -no solo políticos- han surgido de la universidad en una mayoría aplastante. Antes los movimientos sociales no surgían solo de la universidad, sino también de su alrededor. Hoy el capital social es universitario. Yo no veo el futuro de un país sin universidad.

No hay futuro de un país sin universidad... Teniendo en cuenta las universidades que tenemos, ¿hacia dónde caminamos como país?

Muchas veces se habla de que el conocimiento es la fuerza que va a mover el país. Tanto desde la Universidad del País Vasco como de las dos universidades privadas en lo que es la comunidad [CAV], más otras dos universidades -una pública y otra privada- [en Nafarroa], estamos orientándonos hacia una universidad cuya actividad investigadora, de formación y de transferencia sea motor del cambio de este país.

En nuestro caso, estamos trabajando en combinación con los agentes más cercanos, porque la mejora del bienestar social en todos los aspectos depende de las ideas. El conjunto de la universidad tenemos que trabajar para que las ideas, nuestro conocimiento, nuestro resultado de la investigación, contribuyan decisivamente a la mejora del bienestar social.

El proyecto de la UPV-EHU Euskampus (en colaboración con el DIPC y Tecnalia) ha obtenido la calificación Campus de Excelencia Internacional. También la UPNA lo ha conseguido por su lado. ¿Los vascos nos vamos introduciendo en los circuitos de calidad mundial?

La universidad, por definición, tiene que ser internacional; por tanto, no veo una universidad que solo piense en local. El conocimiento tiene que estar a disposición del mundo. Un investigador investiga, contrasta y divulga su conocimiento, lo pone a disposición de la comunidad científica del mundo.

Pero para nosotros también es muy importante no olvidar que estamos en el País Vasco; estamos arraigados aquí, somos de aquí. El Campus de Excelencia Internacional es una agregación estratégica entre la UPV, Tecnalia y el DIPC, que apuesta en unas áreas concretas en las que nuestra producción científica es de nivel internacional; es una apuesta por el paso de la idea al bienestar social de la forma más eficiente posible. En ese sentido, que la UPNA también haya conseguido el Campus de Excelencia es un acicate porque con ellos también tenemos buena relación.

En nuestro caso, además, hacemos una apuesta por un campus transfronterizo; tenemos un acuerdo con la Universidad de Burdeos. Esta idea es muy importante porque va a tener una influencia decisiva. Si conseguimos estructurar de forma adecuada esa apuesta con la Universidad de Burdeos, con Tecnalia y con el DIPC, estamos hablando de un concepto nuevo, que va a cambiar la forma de entender la universidad.

¿Proyectos como Euskampus atraen talento con lo que eso implica de sinergias?

Estamos trabajando para que la universidad sea más atractiva a nivel internacional, tanto para investigadores -también de prestigio- como para alumnado y para profesorado. Atraer talento es muy importante; cuidarlo es mucho más. No vale con que sea atractiva la universidad, sino que además hay que cuidar al que viene. Y para cuidar a las personas que vienen, el entorno, los medios y las infraestructuras son fundamentales. En ese sentido, los pasos que se están dando en los campus y en los servicios y grupos de investigación hacen que seamos cada vez más atractivos.

¿Somos homologables al nivel europeo?

Depende de las áreas. Según el análisis detallado de lo que es nuestra actividad investigadora con visibilidad internacional, en algunos ámbitos del conocimiento estamos por encima de la media mundial -muy por encima, tres veces por encima-, y en otros tenemos posibilidad de mejorar.

¿En qué ámbitos estamos por encima de la media mundial?

Por ejemplo, en la Física de Materiales. Ahí somos muy buenos; estamos tres veces por encima de la media mundial. Hay otros en los que estamos bien y otros en los que todavía tenemos necesidad de mejorar. Pero hay una cosa muy importante: en todos los ámbitos del conocimiento somos conocidos a nivel internacional y tenemos producción científica reconocida. Esto es algo que hace unos años no teníamos.

Queremos ser muy atractivos en los programas de posgrado y de doctorado. Ahí estamos consiguiendo que cada vez más alumnos de fuera del País Vasco nos consideren como una buena opción. De hecho, prácticamente la mitad del alumnado que tenemos matriculado en posgrados no es de Euskal Herria ni ha estudiado en nuestra universidad, pero todavía debemos tener mayor capacidad de atraer estudiantes de otros países.

En ese contexto, ¿la universidad es una pantalla de Euskal Herria hacia el exterior?

Sin ninguna duda. Somos la universidad del País Vasco. Estamos haciendo una campaña con el lema «Basque yourself» para captar alumnado a nivel internacional. La posibilidad de que un alumno o una alumna nos elija depende de dos ideas: del plano de internacionalización y del vector de entorno.

El primero es el plano en que se mueve una universidad en el contexto internacional desde el punto de vista de la actividad académica; es decir, cuál es su producción investigadora, si es buena, cuál es su capacidad de transferencia y cuál es su oferta académica, fundamentalmente de posgrado.

A eso hay que añadir el vector del entorno. No es lo mismo una universidad que tiene un plano de internacionalización igual a otro porque depende del lugar en el que está. El País Vasco es además atractivo. Por tanto, que nosotros ofrezcamos un plano de internacionalización atractivo en este entorno es, sin ninguna duda, una forma de dar a conocer Euskal Herria en el mundo.

Tenemos varias universidades públicas y privadas en un país de apenas tres millones de habitantes; dos de ellas homologándose cada una por su lado... ¿Disponer de instituciones propias y de un marco territorial común reportaría beneficios en el campo universitario e investigador?

Es una pregunta que tiene que ver con la concepción del país y cómo se estructura. Es muy difícil para mí, como rector, decir si hemos definido bien el país. Esto les corresponde más a las personas que tienen una actividad política.

Este rector sí tiene muy claro que la Universidad del País Vasco, al ser pública, es una universidad que tiene dos idiomas oficiales y que intenta cohesionar el país -somos Euskal Herriko Unibertsitatea-; desde luego, contribuimos al desarrollo del País Vasco como un agente de primera mano. Al rector no le toca responder que haya instituciones de una forma o de otra.

Sí estoy convencido de que la Universidad del País Vasco tiene que trabajar conjuntamente con las otras universidades. Tenemos muy buena relación con la Universidad Pública de Navarra y trabajamos con las universidades de Pau y de Burdeos, buscamos másters comunes, generamos material docente, pro- ponemos intercambios, incluso hemos tenido un proyecto bonito que no ha salido -que espero que el año que viene salga-, que es una liga de debate en euskara entre universidades. Nosotros hacemos las aportaciones desde nuestra universidad porque sí creemos que una muy buena relación entre las distintas universidades en Euskal Herria ayudarán a mejorar.

Usted ha apelado a trabajar por la normalización del euskara en el ámbito universitario. ¿Es razonable pensar en un plazo no lejano en una universidad íntegramente en euskara, dentro, lógicamente, de la coexistencia con otros idiomas de la investigación y divulgación?

Yo siempre he dicho -y lo tengo como objetivo- que debemos posibilitar el desarrollo de la vida académica íntegramente en euskara y en castellano, pero no contemplo en ningún lugar del mundo una universidad en un solo idioma. Un universitario tiene que ser capaz de expresarse en el mayor número de idiomas posibles; en nuestro caso, el empeño que tiene este rector es que se pueda garantizar la vida universitaria en todos los aspectos: desde ir a la cafetería a comprar un libro, ser atendido por el rector, recibir docencia, trabajar en un grupo de investigación o hacer un proyecto de fin de grado hasta realizar la tesis doctoral en euskara.

Pero a la vez es muy importante que nuestro alumnado sea capaz de defenderse en el mundo en varios idiomas. Muchas veces he dicho esto, incluso cuando no se me entendía muy bien: la mejor defensa que se puede hacer de la normalización del uso del euskara en nuestra universidad es tener una persona que haya hecho una tesis doctoral en euskara y esté defendiendo los resultados de la investigación en inglés, en francés o en alemán en cualquier lugar del mundo. Esto es muy importante y ése es el tipo de universidad que a mí me gustaría.

Yo no creo que una universidad que se olvide de esta parte haría un buen favor a la normalización del uso del euskara.

Es, además, su propia experiencia biográfica; usted presentó la tesis doctoral en euskara, pero ha investigado en EEUU y ha defendido sus trabajos en otros idiomas...

Así es; al acabar mi carrera yo pasé dos años trabajando en un centro de investigación en Standford [EEUU] y hace poco también he estado en el MIT [Massachusetts Institute of Technology]. Creo que es fundamental para nuestro país tener referentes capaces de contrastar su valor en los mejores foros y de tener un valor internacional porque pueden expresar sus ideas, sus conocimientos, en cualquier lugar, sea en el País Vasco, sea en Inglaterra, en EEUU... Si no lo hacemos así, si pensamos solo que necesitamos una universidad íntegramente en euskara para que el conocimiento de esa universidad se quede en el propio entorno, estamos hablando de una cosa diferente; no estamos hablando de tener referentes y de verdad contribuir a que Euskal Herria sea algo en el mundo.

¿Se ha encontrado con muchos planteamientos localistas en torno a la universidad?

En la universidad a veces nos encontramos con trabajos que se realizan en un entorno muy local y luego las personas que los hacen dicen que no se les considera adecuadamente, que no se les valora igual que al que ha hecho un trabajo defendido a nivel internacional. Es muy importante tener una actividad local; somos la Universidad del País Vasco y estamos enraizados aquí; tenemos que atender las necesidades de nuestro entorno, pero eso no es -y no debe ser- un problema para que esa actividad se pueda presentar también en otros foros, porque la universidad que solo mira al entorno local está perdiendo capacidad de contraste a nivel internacional, y eso es lo que da todavía más valor.

Proceso Bolonia. Caminamos hacia una universidad europea global, homogeneizada, con un intercambio fluido y sin barreras. Sin embargo, en los últimos años se ha reducido el número de alumnos extranjeros y apenas ha subido el de los que salen. ¿Qué está pasando?

No es tanto hablar de homogeneización como de oferta contrastada. Bolonia no persigue que todas las titulaciones sean exactamente iguales, sino que sean homologables a través del concepto de crédito europeo, y a través de la oferta de grado y de posgrado. Yo creo que esta idea es buena.

Otra cosa es cómo hacemos el proceso para llegar ahí. Ha habido claroscuros. La idea es tener titulaciones contrastables en todos los países, de forma que si una persona ha hecho sesenta créditos europeos de Psicología en Finlandia, cuando viene a nuestra universidad sepamos lo que significa y a partir de qué punto puede seguir. Eso no quiere decir que la titulación que hacen allí sea exactamente igual a la que hacemos aquí. Y eso ayuda a la movilidad.

Es cierto que hay unos objetivos de conseguir que el 20% del alumnado esté moviéndose; nosotros estamos todavía en un 10%. Esto implica un cambio de mentalidad en nuestros jóvenes. Todavía hay una cultura de seguir cerca del entorno en el que uno ha nacido y eso va a ser difícil cambiar. Yo suelo decir que esto debería hacerse «por decreto»: cuando tengas 22 años has tenido que estar fuera ya o, si no, te mandamos. Creo que eso es bueno.

Los detractores del Proceso Bolonia opinan que el espíritu neoliberal ha llegado a la universidad y que esa homologación responde a necesidades de grandes grupos económicos. Para usted, en cambio, es una oportunidad. ¿Dónde nos encontramos?

En la Universidad del País Vasco, en los programas de posgrado llevamos ya bastante tiempo adaptados al Proceso Europeo de Educación Superior [Proceso Bolonia] y tenemos una cierta experiencia, y desde luego yo no me he visto en ningún momento supeditado a intereses de ningún grupo. Ha sido un proceso de reflexión interno en la propia universidad, con propuestas que vienen de los departamentos y de los centros. Esas propuestas se han debatido internamente y han salido adelante.

Además, somos muy diversos. La universidad tiene profesores que piensan «a», «be» y «zeta», y es muy difícil que en un abanico tan amplio un grupo de poder -que sé que existen- influya exactamente igual en todos los profesores de una titulación. Es difícil, pero se puede dar, no voy a decir que no. Si eso es así no tenemos nada que hacer. Pero no lo creo; es muy complicado.

Si hay algo de lo que nos sentimos muy orgullosos y, además, lo respetamos y lo hacemos valer en toda nuestra actividad es nuestra independencia como universitarios. No hay nadie que no defienda su autonomía a la hora de ofertar con su criterio, con su capacidad académica, con su conocimiento.

Desde algunas plataformas que le apoyaron en la elección como rector y desde el alumnado le pedían mayores cauces de participación en la universidad. ¿Ha cambiado algo desde que llegó usted al rectorado?

Como equipo rectoral nos esforzamos todos los días para que la universidad sea lo más participativa posible. Hemos puesto en marcha una comisión paritaria con el alumnado, en la que nos reunimos e intentamos consensuar temas y dar cauces para la participación, pero también hay que decir que resulta difícil conseguir una participación del alumnado más activa. Hay algunas personas y algunos grupos que participan, pero a la gran mayoría del alumnado yo lo veo desmotivado. Están más interesados en su proceso de aprendizaje y de formación. La participación en lo que es la gestión universitaria la ven más lejos, pero lo estamos haciendo. Nos hemos reunido con todos los grupos, trabajamos con los representantes del alumnado en todos los centros, está la comisión paritaria...

Luego, en el plano más general, la universidad tiene unos órganos cuya participación democrática está fuera de toda duda.

En su experiencia de más de treinta años en la universidad -desde estudiante hasta rector- ha visto evolucionar a la juventud y sigue en contacto diario con ella. ¿Cómo son los jóvenes de hoy?

Si miro desde el año 1975 en que yo ingresé en la universidad, sí creo que ha cambiado el espíritu reivindicativo de la juventud vasca. Esto es evidente. Ahora las reivindicaciones se hacen de forma diferente; no hay tanta gente motivada como antes para participar en procesos de reivindicación en una universidad. Sin embargo, sí sigue habiendo actividad de gente joven que plantea cuestiones en ámbitos culturales, políticos, artísticos, de cooperación al desarrollo...

Uno se encuentra con proyectos que dan alegría y que se han hecho con gente de nuestra universidad. Son muy diferentes a lo que podía existir hace 30 años, pero siguen siendo personas comprometidas, que trabajan en sus ámbitos, que hacen sus aportaciones, que se mueven. A veces eso está fuera de la universidad. Aquí orientan su actividad más hacia la formación. Vienen, se forman y se van.

¿Ese espíritu emprendedor que se atribuye a los vascos también lo aprecia en los jóvenes?

Creo que ahí hemos perdido; es algo que lo ha perdido la sociedad vasca. Por ejemplo, una de las actividades que hacemos aquí es fomentar el espíritu emprendedor con cursos de formación, viveros para la creación de empresas... Ayudamos a intentar que esa idea original e interesante pueda convertirse en algo emprendedor que dé lugar a una actividad. Este tipo de personas existen en la casa, pero hay una sensación de «yo vengo aquí, trabajo duro, consigo titularme y a ver si encuentro un empleo lo más seguro posible». Es algo que está cuajando y es un poco preocupante.

Sorprende de usted, catedrático de Ingeniería Telemática, una pasión tan sólida como la danza vasca. ¿Es una manera de no perder las raíces?

La danza es una de las formas de comunicación que nos distingue a los vascos. Tenemos muchas formas de hablar y de comunicarnos, y la danza es una de ellas. Lo mismo que el euskara forma parte de mí, la danza también. Yo he crecido bailando, disfrutando de las distintas formas que tiene este país de manifestarse y de comunicar.

No pierdo las raíces. Tengo muy claro el lugar en el que he nacido y de qué raíces me alimento; y desde luego, la danza es para mí poder seguir haciendo cosas. Me supone, primero, un salto, porque salir de este despacho e ir a ensayar con un grupo de baile en Mungia es un cambio total. Allí me encuentro con gente joven a la que intento transmitir el amor por nuestra danza, por nuestra forma de bailar. En ese momento, a mí se me cambian todas las estructuras del rector y me convierto en lo que soy. Rector seré hasta un día, pero dantzari seguiré siendo siempre.

«Tenemos que contribuir en el proceso de normalización del país; se nos debe exigir que así sea»

¿En tanto que la universidad es parte activa de la sociedad vasca, puede contribuir de alguna manera al proceso de pacificación y normalización política?

No hay duda. Tenemos y debemos contribuir en el proceso de normalización del país; se nos debe exigir que así sea. Y creo que hay una manera clara de contribuir: las formas de hacer pueden ser un ejemplo. En esta casa se ponen en cuestión ideas, pero nunca se va a silenciar una idea. Silenciar una idea es una aberración. Se debe contrastar la idea con argumentos, incluso convencer al que la ha puesto encima de la mesa de que no es una buena idea. Esta es la clave de la universidad.

En la universidad todos los días nos hacemos preguntas, respondemos preguntas, contrastamos opiniones, debatimos... Aquí no hay –ni nunca debe haber– ningún problema para que alguien exprese su forma de pensar. Esta idea de debate universitario libre, con contraste de opiniones, con las aportaciones de todos, es el día a día, delante de los alumnos y alumnas o en los foros internacionales, cuando te ponen en cuestión lo que estás defendiendo y debes ser capaz de defenderlo. Esta es una idea general que, sin duda, aportaría en el proceso de normalización.

Creo además que esta universidad debería debatir sobre cuestiones concretas que en este momento están sucediendo ahí fuera. Creo que podemos aportar porque tenemos gente muy preparada, con conocimiento, que puede reflexionar desde el punto de vista académico. F.M.

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