Las actividades que tienen lugar en las plazas recuperadas por la gente indignada están repletas de una creatividad motora. Ninguna de las diferentes manifestaciones creativas que tienen lugar en las acampadas cumple una función ornamental porque son elementos constitutivos del propio movimiento y porque el lugar de lo artístico se confunde de modo natural con la fuerza de creación que las mantiene vivas.

Existen dos aspectos especialmente reseñables que, a riesgo de ser conceptualizados como artísticos, demuestran un alto grado de imbricación entre autoconciencia y producción cultural y que señalan esta complejidad.

Uno es su capacidad para generar mapas, para crear esquemas sobre su propio devenir y poder visualizarse a sí misma como organismo vivo y cambiante. A destacar las transformaciones del «mapa conceptual de acampadasol», cuyo histórico, disponible en la red, es todo un ejercicio de situación, de toma de conciencia y de toma de posición en un solo armazón gráfico.

Otra es su capacidad para generar archivo. Si algo distingue esta revuelta de otras es la incorporación desde el primer minuto de todo un dispositivo medial, no solo emisor sino archivístico que, ahora sí, se entiende en su sentido más creador, más generativo. La pregnancia de la imagen de las acampadas, de los carteles y de las asambleas es de una fuerza tal que toda su potencia puede comenzar a congelarse o derretirse en cualquier momento. Trabajar con las imágenes vivas para no caer en la monumentalidad es también crear las condiciones para generar un pensamiento resistente.

Todas esas imágenes están ya en multitud de almacenes compartidos, pero también en nuestra memoria, y la memoria es un espacio de lucha.