ANÁLISIS | Estrategias de EEUU en Afganistán y Pakistán
Obama juega con fuego en el convulso escenario «Af-Pak»
Fue el actual inquilino de la Casa Blanca, Barack Obama, quien impulsó el término «Af-Pak» en un intento de marcar impronta y diferenciarse de su predecesor, George Bush. Pero las estrategias intervencionistas de ambas son similares e igualmente peligrosas.
Txente REKONDO | Gabinete Vasco de Análisis Internacional
En las últimas semanas asistimos a una generalización de los ataques de la resistencia afgana por todo el país. En el primer més de la Ofensiva de Primavera (Operación al- Badar), la campaña contra la ocupación se muestra más sofisticada y agresiva, con un gran aumento en el número y la complejidad de los ataques.
La resistencia ha entrado en una nueva fase, y ha ampliado la lista de objetivos, al tiempo que ha remarcado su voluntad de evitar la muerte de civiles en un intento de mostrarse como una fuerza protectora de la población civil.
La nueva ofensiva rebelde ya se atisbaba desde comienzos de año, con la toma de un distrito de la provincia de Nuristán (este del país), seguida del ataque contra el ministerio de Defensa en Kabul y la fuga masiva de la cárcel de Kandahar en el mes de abril. Esta acción evidenció el apoyo a la insurgencia entre la población local, al tiempo que tuvo un fuerte impacto sicológico, ya que con ese tipo de demostraciones de fuerza la gente se retrae de colaborar con la ocupación (todo ello reforzado además con la muerte de altos mandos policiales).
Pero la ofensiva al Badar ha marcado un punto de inflexión en el que la reciente muerte en atentado de Mohammad Daud Daud, un alto responsable policial, y algunos de sus colaboradores en la ciudad norteña de Takhar, donde además escapó ileso el máximo responsable de la OTAN en la zona es, de momento, su punto álgido.
Frente a esa ofensiva, la ocupación muestra otra cara. La ausencia del Estado en la mayor parte del país, la corrupción, la crisis económica, son realidades que la mayoría de la población liga a la situación creada por la ocupación. Además, los continuos bombardeos aliados dejan tras de sí decenas de muertos civiles, como los de la semana pasada en Helmand, entre ellos generalmente mujeres y niños, lo que lejos de «ganarse la simpatía de la población» hace que ésta cada vez se sume en mayor número a la resistencia.
Por otro lado, en el panorama afgano está muy presente la estrategia de EEUU, donde el factor electoral empieza a pesar cada día más (las elecciones a la Casa Blanca del próximo año ya han puesto en marcha las maquinarias de los partidos). Asimismo, algunos congresistas quieren acelerar la salida de Afganistán, sobre todo tras la muerte de Bin Laden, y sin olvidar la difícil situación económica de la economía de EEUU.
Al hilo del traslado del general Petraus (hasta ahora máximo responsable militar en Afganistán) como director de la CIA se han sucedido las incógnitas sobre la estrategia que implementará Washington sobre el escenario afgano. Algunos apuntan a un cambio, apostando por un mayor peso de las operaciones especiales y de los mercenarios, junto a una reducción de las tropas regulares.
En esta situación planea la decisión de Obama de traspasar los poderes a las fuerzas militares y policiales afganas en siete zonas del país en julio. Como señala un reputado analista, «en este contexto la transferencia de las operaciones de seguridad y su responsabilidad al ejército afgano antes de 2014 es una fantasía. Cualquier salida de las tropas ocupantes sin negociar previamente con la resistencia es algo imposible».
En Pakistán las cosas tampoco siguen el guión estadounidense. Tras la muerte de Bin Laden a manos de un comando de EEUU, las tensiones internas en el poder se suceden. El reciente ataque talibán contra una importante base aérea muestra un nuevo giro en la situación. Por un lado se ha atacado a la marina, que no participa directamente en la ofensiva gubernamental contra los rebeldes paquistaníes, y por otra parte muestra la capacidad operativa de los rebeldes (tenían un completo conocimiento del lugar, actuaron con calma, bien equipados militarmente y con abundantes provisiones).
Con esta acción, los atacantes intentan buscar y profundizar las contradicciones que existen a día de hoy dentro del todopoderoso ejército paquistaní, sobre todo entre algunos mandos y los servicios secretos del ISI, y entre los oficiales de alto rango, de tendencia laica y liberal, y los cuadros medios, más ligados a sectores islamistas. En Pakistán circulan estos días rumores que apuntan a que tal vez estas operaciones estén buscando provocar un motín dentro del ejército, sin olvidar que la alianza entre militares e islamistas busca contrarrestar el peso de Irán e India en la región.
El apoyo a los islamistas en el seno del ejército, o entre militares retirados, así como la eventualidad de que en un momento determinado se busque desviar la atención con operaciones como la que tuvo lugar en 2008 en Mumbai, son factores que a día de hoy están muy presentes en el rumbo de Pakistán.
El nerviosismo se hace presente en la administración norteamericana y el viaje de Clinton a Islamabad estos días busca retomar la compleja relación entre ambos estados. Washington es consciente de la necesidad que tiene del apoyo paquistaní, pero al mismo tiempo asiste al deterioro de la situación en el país y la impotencia de las autoridades locales para hacer frente a los continuos ataques a los convoyes de la OTAN, o para parar el creciente peso de los talibanes locales en zonas muy amplias de la región tribal y con capacidad de atacar por todo el país, como hemos visto estos días.
Obama puso sobre la mesa el término «Af-Pak», y su futuro presidencial puede estar en buena medida ligado al desarrollo de los acontecimientos en esa convulsa región.