En Nueva York, la zona cero cambió de lugar. Al menos para un puñado de turistas franceses para quienes Dominique Strauss Kahn representa hoy día una catástrofe nacional, el derrumbe de dos torres gemelas -patrón del FMI y candidato a las presidenciales de 2012- que se alzaban como una estructura segura y desafiante ante el Palacio del Elíseo. Allí, frente al 153 de Franklin Street, los turistas retratan el fracaso. A varias manzanas, en la sede del New York Times, otras cámaras retratan el éxito de Jill Abramson, la mujer que entra en la historia por ser la primera en dirigir el diario más influyente del mundo.

Y al otro lado del océano, en la turística Biarritz, los flases iluminarán otro porvenir, el de Nathalie Kosciusko-Morizet, que ya empieza a colocar su acrónimo en la lista de los más populares del hexágono. Pero al contrario que DSK o MAM, NKM no espera que sus iniciales naufraguen en la sopa de letras del descalabro. La ministra de Ecología que se sumergió en la alta política a los 29 años accediendo a un puesto en el Gobierno, ha colocado su norte en las presidenciales de 2007. Con DSK defenestrado, Nicolás Sarkozy es ahora más candidato. Y con Michèle Alliot-Marie descabalgada, esta mujer de familia pudiente ambiciona con entrar en la historia por ser la primera en atravesar como inquilina el umbral del Elíseo.

Para entonces, nadie recordará el discurso aguado que se espera hoy de ella en Biarritz. Como tampoco se acordarán del inquilino del 153 de Franklin Street a quien un puñado de turistas franceses intentaba en vano fotografiar, buscando una estampa que publicaría sin dudar la nueva directora del New York Times.