La oposición yemení insta a iniciar un cambio real del régimen, ya sin Saleh
Con el dictador Saleh fuera del país, los actores de la tragedia yemení juegan sus cartas. Los líderes tribales y el Gobierno negocian un alto el fuego y algo más. Arabia Saudí mueve sus piezas. Sólo la oposición en la calle exige abiertamente una transición para un cambio real.GARA |
Los Jóvenes de la Revolución, protagonistas de la revuelta pacífica que sacude Yemen desde enero, piden iniciar una rápida transición del poder para cerrar definitivamente la puerta al regreso del dictador Ali Abdallah Saleh, convaleciente en la capital saudí. Exigen, en concreto, la creación de un consejo presidencial interino que prepare un proceso político para acabar definitivamente con el régimen.
La oposición tolerada, liderada por la alianza Encuentro Compartido, exigió, por su parte, el traspaso total del poder al vicepresidente, Abderabu Mansur Hadi, quien ocupa la presidencia en funciones después de que Saleh fuera trasladado a Ryad para ser operado de las heridas que sufrió en el ataque al palacio presidencial.
Uno de los portavoces opositores, Sultan Hazam al Etwani, blandió la amenaza de hacer suya la propuesta de los Jóvenes Revolucionarios de crear un consejo nacional transitorio.
Operado el domingo con éxito de sus heridas, un reponsable saudí anunció que Saleh debería regresar a Yemen «tras dos semanas de convalecencia».
«El presidente ha perdido toda capacidad de discernimiento si piensa que puede ejercer de nuevo el poder», declaró tajante Hassan Zayd, otro dirigente opositor. Pese a deplorar el ataque del viernes, Zayd insistió en que el mensaje (del atentado) es que él (Saleh) no es deseado».
El entorno del todavía nominalmente jefe de Estado ha contribuido a la confusión al imputar la responsabilidad del atentado ora a la tribu al-Hamar, ora a Al Qaeda, e incluso al evocar la pista de un drone (avión no tripulado utilizado por EEUU) para explocar la precisión del ataque contra la mezquita del palacio presidencial, donde estaban reunidos los altos cargos del régimen.
Sea como sea, estas acusaciones evidencian la lucha cerrada por el poder entre el clan del presidente, en el que su hijo y sus sobrinos controlan los principales aparatos de seguridad, y sus numerosos adversarios políticos y tribales.
En este marco, el secretario general adjunto del partido en el poder, Sultan al-Barakani, insistió en que el presidente volverá para reasumir el poder.
«Si el presidente retoma el poder, la revuelta popular y pacífica proseguirá hasta alcanzar sus objetivos», en referencia a la caída del régimen, aseguró Abdel Qawi al-Qaissi, jefe de la oficina del jeque Sadek al-Ahmar, líder de la confederación tribal de los Hached. Pese a haber logrado hábilmente aferrarse al poder tras cuatro meses de protestas populares y de fuertes presiones, Saleh «debe admitir que está gastando sus últimos cartuchos», asegura el analista saudí Abderrahman al-Rached.
«Creo que su salida del país es definitiva», aventura al-Rached, director de la cadena Al-Arabiya, quien advierte, sin embargo, de que la oposición tolerada, liderada por los islamistas de al-Islah, y la confederación de los Hached -cuyos máximos líderes son, por ende, hermanos-, podrían ofrecer una alternativa al régimen, «aunque no es seguro de que tengan una visión unificada sobre el futuro de Yemen».
Cambio real o aparente
Y esta ecuación olvida, además, a los Jóvenes Revolucionarios, verdaderos artífices, con su propia sangre, de la situación de esperanza que se abre en Yemen pero que podrían ser traicionados por los agentes antes mencionados y ver que «algo cambia para que todo siga igual».
Las ansias de cambio real tienen además un enemigo poderoso en el ámbito internacional. Dejando a un lado los intereses de EEUU y de sus aliados occidentales, las cleptocracias del Golfo maniobrarán para evitar un desplome del régimen que podría arrastrarles. Los países del Golfo se apresuraron a ofrecer su mediación, superada por la realidad tras la negativa de Saleh de abandonar pacíficamente el poder.
Por de pronto, el herido régimen se apresuró a saludar la propuesta y a recordar que Saleh debería volver al país para firmar el citado acuerdo.
A instancias del rey saudí, el vicepresidente y la tribu de los Hached negociaron un alto el fuego saludado por Occidente pero salpicado por incidentes. Tres guerrilleros tribales murieron por disparos de francotiradores y hubo un asalto a un cuartel del general disidente Ali Mohsen al-Ahmar
En Taez, la gran ciudad del sudoeste del país y bastión de la revuelta, reinaba la calma. Las fuerzas del régimen se retiraron de sus calles y sólo mantenían un retén en el palacio presidencial. Un repliegue similar se registró en los barrios del norte y sur de Sana´a.