Amparo LASHERAS | Periodista
El terrorismo de Estado no tiene víctimas
El Parlamento Vasco se ha negado a reconocer como víctimas del terrorismo de Estado a los trabajadores asesinados el 3 de marzo de 1976 en Gasteiz. La resolución, votada por la mayoría de la Cámara, resultante del sonoro pucherazo en los comicios de 2009, llega en un tiempo de protestas donde la palabra clave es pacifismo. Para una parte indefinida del movimiento que las promueve todo lo que se escapa de la mesura social o política de ese concepto se torna desestabilizador, provocador y, ante todo, contrario al buen sentido del insurgente actual. En esta revolución que se denomina evolución, la condena expresa a las agresiones policiales, ejercidas contra la ciudadanía por defender el derecho a manifestarse, se diluye en una reprobación tan amplia de la violencia que, debido a la costumbre de repetirla como un estribillo final en declaraciones y comunicados, ha perdido su fuerza y, sin desearlo, abre una puerta peligrosa a confundir la situación y justificar desde la retórica populista la violencia intolerable del Estado.
Los miles de trabajadores que en 1976 salieron a las calles de Gasteiz y se organizaron para defender sus derechos, lo hicieron con la palabra, la asamblea y la movilización. Viejos y nuevos instrumentos que forman parte del ideario que ha sustentado la titánica lucha de todos los que en algún momento de ayer y de hoy, se enfrentaron al sistema y al poder. Palabras de pueblo que en muchos lugares han sido respondidas con la violencia y las balas de un terrorismo de Estado que, al parecer, se olvida con la misma facilidad e impunidad con que se practica.