CRíTICA cine
«Almas condenadas»
Mikel INSAUSTI
Cuando una película no funciona, por muchos montajes y remontajes que se hagan, lo único que se consigue es empeorarla. Ahora sería fácil decir, como seguidor de Wes Craven, que el veterano cineasta no ha tenido el control final sobre la película, pero “Almas condenadas” es de su total autoría y ha sido producida por Yla Labunka, con la que está casado. De lo único que no se le puede responsabilizar es de la conversión al sistema 3D, cuya consecuencia directa ha sido ostentar el récord del lanzamiento con menos recaudación de la historia en dicho formato. Todo ello se sabe por la distribución en nuestro mercado con retraso, y para colmo después del estreno de “Scream 4”, con la que en el exterior parodió a conciencia la fórmula que le acababa de costar uno de los mayores fracasos artísticos y comerciales de su carrera. No habrá más aventuras de El Destripador de Riverton, por ser un intento fallido para crear una nueva franquicia marca Wes Craven como las de Freddy Krueger o Ghostface.
Con “Almas condenadas” se agota el estilo de “slasher” que venía practicando Wes Craven, porque él mismo ya se ha encargado de desmitificarlo. La intención era darle una dimensión todavía más espiritual, hablando de temas como la predestinación. El joven protagonista ha de cargar con la culpa de su padre, un maniaco asesino aquejado de personalidad múltiple. Generador de una leyenda local, tras la desaparición de su cuerpo en extrañas circunstancias, juró vengarse de los nacidos en el día de su supuesta muerte. La maldición parece cumplirse, cuando 16 años después el grupo de los siete jóvenes estudiantes que celebran su aniversario siente que les ha llegado la hora, y empiezan a caer uno a uno. La consiguiente intriga criminal intenta resolver las muchas incertidumbres e incógnitas acumuladas con una cierta lógica, difícil de seguir al barajarse hipótesis tan peregrinas como la de la reencarnación, esbozada más allá del simple factor de la imitación provocado por la sicosis colectiva.