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Sabino Cuadra Lasarte | Abogado

«Bateragune»: El maligno son ellos

Con motivo del juicio por el caso «Bateragune» que hoy comienza, el autor construye una analogía entre la «concepción maniquea del Bien y el Mal» de la iglesia católica y la Audiencia Nacional que los juzgará. Así, lo que para la iglesia es el «demonio con todos sus nombres y formas de encarnación», para la Audiencia Nacional es «ETA y el independentismo que la incubó». Considera que la AN y sus «togados sacerdotes» saben que las acusaciones son «una farsa», y la invita a mirar en sus entrañas, desde sus precedentes a los miembros que la componen, para encontrar el verdadera «maligno», el «Satán del infierno franquista».

El demonio, ese engendro del Mal incitador de todo tipo de tentaciones, aberraciones y pecados, ha sido representado desde siempre por pintores eclesiales e ilustradores de catecismos y devocionarios como un sórdido personaje, más bien negro y peludo, con cara de mono, cuernos y pezuñas de cabrón, alas de murciélago y rabo alanceado. O sea, un bicho espantoso.

En el día a día, sin embargo, el demonio no es tan tonto como para andar de esas pintas y permitir que cualquiera lo reconozca. No olvidemos que hablamos de una criatura dotada de inteligencia sobrenatural, incorporal y capaz de manifestarse bajo las más diversas formas. Reflejo de eso es, no sólo la cantidad de nombres que posee (Satán, Belcebú, Belial, Abaddón, Lucifer, Maligno, Anticristo...) sino, sobre todo, su capacidad para encarnarse en cualquier tipo de persona o animal: serpiente, epiléptico, apuesto doncel, cerdo, joven lozana, mudo...

Es más, a veces se esconde bajo apariencias totalmente engañosas, cual evidenció San Juan de la Cruz con un par de monjitas que, a pesar de su aparente santidad y poseer don de lenguas, la una, y tener revelaciones del niño Jesús, la otra, estaban poseídas por el Maligno, siendo todo aquello sibilinas estratagemas de éste para mejor confundir al personal.

La Audiencia Nacional (AN), al igual que la Iglesia Católica, tiene una concepción maniquea de la vida. Existe el Bien y existe el Mal. Ambos con mayúsculas. En el primer bando, las tablas constitucionales de la ley establecen la unidad indisoluble e indivisible de la patria, recordándonos así el dogma de la santísima trinidad: tres personas distintas, sí, pero un solo dios verdadero, único e indivisible también. Misterio insondable éste, como cuando la Constitución afirma democráticamente que la soberanía reside en el pueblo, pero a renglón seguido añade que el jefe del Estado es el rey y el Ejército el garante de la unidad de España. Ellos se lo guisan, ellos se lo comen.

La AN, intérprete de la verdad revelada, se ha currado mucho el concepto del Mal. Su Satán particular es ETA, engendro de todos los avernos, y el independentismo en el cual se incubó. Sus sagrados magistrados, expertos conocedores de las artes y habilidades de Lucifer, saben de las tretas que éste utiliza para mejor ocultar sus propósitos. A Garzón y los suyos es difícil dársela con queso y así han desenmascarado uno tras otro los distintos disfraces de Belcebú: HB, Batasuna, EHAK, EH, ANV, KAS, Ekin, Jarrai, Segi, Gestoras, Askatasuna, «Egin»... y, ahora, «Bateragune». A pesar de la evidencia de dos años de ausencia de atentados, de un alto el fuego unilateral y permanente, del cese de la exigencia de pago del impuesto revolucionario, de la firme decisión de la izquierda abertzale de utilizar única y exclusivamente las vías políticas y no violentas, de la desaparición de la «kale borroka»... nuestros sabios guardianes del orden y la unidad constitucional, saben que todo esto no es sino una farsa.

El auto de procesamiento de «Bateragune» contra ocho miembros de la izquierda abertzale acusados de pertenecer a ETA, cuyo juicio comienza en Madrid hoy, 27 de junio, así lo expresa. En él se afirma que «Bateragune era la estructura que desarrollaba las diferentes acciones de la organización terrorista para alcanzar los fines integrales de su proyecto político social para Euskadi, a través de la violencia terrorista», y que «los imputados carecían de margen alguno de maniobra fuera de los cauces marcados por ETA, por lo que la formulación de propuestas, programas, postulados e iniciativas debían ser aprobados o sancionados por la organización terrorista». Esa es la verdad y nada más que la verdad, y todo lo demás son patrañas y santidades trampa, como las de las monjitas-demonio descubiertas por San Juan de la Cruz.

Yo, sin embargo, y por aquello del deber ciudadano de colaborar con la Justicia, recomendaría a la AN y sus togados sacerdotes que, si de verdad quieren desenmascarar al auténtico Lucifer, apuntaran en otra dirección. Me explico. La AN actual es la sucesora legal y política del antiguo Tribunal de Orden Público franquista (TOP). Afirmo esto no sólo porque la misma Ley de 1977 que suprimió aquel siniestro Tribunal fue la que creó la nueva Audiencia y traspasó a ésta, grosso modo, sus funciones, sino, sobre todo, porque no hubo ruptura alguna personal ni política entre ambos tribunales.

El TOP fue creado en 1963 y su «trabajo» duró hasta 1977. Durante este tiempo juzgó a cerca de cincuenta mil personas, condenando a la mayor parte de ellas a largos años de cárcel. Su primer cliente fue un tal Timoteo Buendía, quien en una ocasión, tras beber más de la cuenta y ver a su Excelencia en la tele, soltó un espontáneo «Me cago en Franco» que le costó una condena de diez años. Por allí pasaron también miles de personas torturadas, sin que nunca abriese el TOP una causa, ni siquiera por lesiones, en toda su vida.

Nuestra modélica Transición permitió que magistrados y fiscales del TOP se acomodaran sin problema alguno en las nuevas instancias judiciales. La mayoría de sus miembros (10 de 16) ascendieron y acabaron en el Tribunal Supremo o en la propia AN y todos mantuvieron la Cruz de San Raimundo de Peñafort, medalla al mérito jurídico, instituida en 1944, en lo más duro de la represión franquista (véase «Jueces y franquismo», de F. J. Bastida. Edit. Ariel).

Vuelvo a lo de antes. El Satán del infierno franquista, el Maligno de los más de tres mil fusilados en las cunetas navarras, el Belcebú de la condenas a miles de Timoteos Buendías, el Lucifer de la supresión de todo tipo de libertades.., se halla encarnado hoy en la propia AN y otros altos Tribunales e instituciones que, como ella, han dado continuidad al pecado original gestado por el golpe de estado del 36 y sus cuarenta años de dictadura. «Lo llaman democracia y no lo es», se viene coreando con tanta razón como fuerza en las acampadas, asambleas y movidas del 15-M. Pues eso.

La participación masiva en las manifestaciones convocadas para hoy, así como en cuantos actos de repulsa y protesta contra este juicio sean convocados, puede ser, sin duda alguna, un eficaz exorcismo contra esta falsa democracia poseída por aún por los demonios peludos, cornudos y pezuñeros del averno franquista. Que nadie se confunda: el Maligno son ellos.

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