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La comunidad lealista, alienada por la falta de una voz política

La clase trabajadora lealista se queda sin voz y la frustración se acumula al no verse representada en los programas de los partidos unionistas. Los incidentes de esta semana en East Belfast muestran como la alienación política se transforma en violencia.

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Soledad GALIANA

El lunes y martes de esta semana que ha acabado representaron una vuelta al pasado para el norte de Irlanda, pero es precisamente lo extraño de disturbios como los vividos en East Belfast en los últimos días lo que ilustra lo mucho que ha cambiado la situación en estos años, porque lo que era habitual se ha transformado en anómalo.

Hace unos años -y posiblemente no hace tantos, sólo unos cinco años atrás- los partidos unionistas hubieran usado estos disturbios para lanzar una crítica y ataque contra Sinn Féin, se hubieran producido el habitual cruce de acusaciones y los unionistas se habrían atrincherado en su rechazo hacia el proceso político norirlandés, condicionado su participación en las instituciones o a entablar cualquier tipo de diálogo con los representantes de las comunidades nacionalistas a nuevas precondiciones. Y, posible- mente, este posicionamiento político habría alimentado aún más la revuelta. Un ejemplo, sin ir más lejos, fue lo ocurrido en Springfield Road en setiembre de 2005, cuando el grupo paramilitar UDA organizó una semana de disturbios callejeros con la excusa de que se había alterado el recorrido de una marcha orangista. El entonces líder del DUP, Ian Paisley, dijo que el IRA había obtenido una larga lista de concesiones del Gobierno británico, mientras que los unionistas eran tratados como «ciudadanos de segunda clase». Claramente, aquellas declaraciones no iban dirigidas a calmar los ánimos.

Volvamos al hoy y al ahora. El jefe de la policía norirlandesa, Matt Baggott decía esta semana que los incidentes de Newtownards son una llamada de atención para un proceso político que «por cada dos pasos hacia delante, da uno hacia atrás», pero que pese a todas las dificultades sigue avanzado. Frente a los incidentes y al ataque lealista a la barriada nacionalista de Short Strand la solución ha venido de los encuentros entre activistas de ambas comunidades para diseñar una estrategia de cara a evitar nuevos disturbios, y durante estas reuniones, así como en declaraciones a los medios de los residentes de Newtownards, ha salido a la luz la causa del enfado lealista: la falta de una voz política que les represente.

Ya apuntaba a ello el republicano Alex Maskey, que la noche del martes pidió a los políticos unionistas un acercamiento a la clase trabajadora lealista para solventar ese problema que, tal y como apuntaba, «no es excusa para el ataque contra un pequeño enclave católico».

La desaparición de las voces políticas del unionismo, el UDP y el PUP -cercanos a las organizaciones paramilitares UDA y UVF- ha alienado a las barriadas lealistas, que no tienen interés para los partidos políticos unionistas, más cercanos a las clases medias. La desaparición del UDP se produjo en el 2001, provocada por sus fracasos electorales y desencuentros con secciones de la UDA que se oponían a la creación de un Gobierno autónomo. El PUP sigue existiendo, pero se ha resentido enormemente por la muerte de su líder David Ervine, siempre electo en la Asamblea por East Belfast. Su sustituta, Dawn Purvis, abandonó el partido en junio del pasado año, cuando se responsabilizó al UVF de la muerte del lealista Bobby Moffet. En las elecciones de este año a la Asamblea, el PUP no obtuvo ningún escaño.

Como manifestaba una residente de East Belfast a las cámaras de UTV: «antes, cuando tenía un problema, acudía a David Ervine. Ahora, él ya no está y no tengo a dónde ir».

Ya lo dijo el diputado de Sinn Féin Alex Maskey, ahora es responsabilidad del unionismo representar a la clase trabajadora lealista.

Así pues, el jueves fue un día de reuniones para los unionistas. El líder del DUP y primer ministro norirlandés, Peter Robinson, mantuvo un encuentro con representantes de la organización paramilitar UVF, mientras que el ministro para Desarrollo Social, Nelson McCausland, del DUP, asistía a una acalorada reunión de un centenar de residentes de Newtownards, que criticaron a Robinson y a Naomi Long, representante en el Parlamento de Londres por East Belfast, por no asistir a la cita y volvieron a insistir en que se sentían abandonados por los partidos unionistas.

A pesar de que no ha habido confirmación oficial de la reunión entre Robinson, el representante del DUP en la asamblea por East Belfast, Sammy Douglas, y los portavoces de la organización paramilitar lealista, se cree que ésta tuvo lugar a primera hora de la tarde en la sede de la Asamblea y el Gobierno norirlandés, el castillo de Stormont, a donde se trasladó por motivos de seguridad aunque inicialmente estaba previsto que se celebrara en East Belfast.

Como parte de la respuesta conjunta del Ejecutivo norirlandés a estos incidentes ocurridos en víspera del inicio de la temporada de marchas orangistas, Peter Robinson y su co-primer ministro, el republicano Martin McGuinness, han creado un grupo de trabajo encabezado por un funcionario para solucionar cualquier problema de las comunidades en Short Strand y Newtownards. «Donde hay problemas, queremos ayudar», aseguró Robinson. «Las fuerzas positivas y de construcción están presentes en cada sección de nuestra comunidad, y trabajaran a nuestro lado para asegurarnos que no veremos una repetición de esas escenas inaceptables nunca más», añadió McGuinness.

Incluso el jefe de la Policía norirlandesa es consciente de que la presencia policial, la única posible hasta hace poco, no es la clave en la resolución de situaciones como la vivida en East Belfast esta pasada semana, y de cara a la temporada de las marchas orangistas, que se producen durante todo el verano en el norte de Irlanda, Matt Baggott apuntaba a que el diálogo es la clave para evitar eventuales tensiones y problemas entre ambas comunidades en las próximas semanas.

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