Cuerpos en busca de una referencia espacial, que la consiguen en su relación con los otros cuerpos, que sienten la caricia abrasiva de un sol tajante que les excita y les hace reconocerse en cada reverso, pirueta o paso dado en esa «Vía4» que plantea la coreógrafa navarra Carmen Larraz, en compañía de Israel Montenegro, Maitane Azpiroz y Maribel Martínez, acompañados de un impulso musical organizado por Lander F. Arroyabe.

La compañía suiza «7273» siempre plantea en sus trabajos una suerte de investigación sobre el propio deseo de bailar. En esta ocasión eligieron para presentar sus dos unipersonales la recién inaugurada Bizkaia Aretoa, Paraninfo de la UPV, cuya entrada parece un local de concesionario de automóviles y que tanto Nicolas Cantillon, con su pieza «Clímax», realizada sin apoyo sonoro, siguiendo la música de su cuerpo, encadenando movimientos para crear una hilazón reconocible, como Laurence Yadi y su «On Stage», mucho más exteriorizada con apoyo musical de fuerte ritmo, le confirieron una nueva virtualidad al poderse ver esas danzas tanto desde dentro del contenedor como desde fuera a través de sus amplios escaparates.

Eneko Alcaraz, Igor Calonge y Daniel Abreu presentaron «Awkward», insistiendo en su indagación en una danza de contacto, muy física.

En esta ocasión, convirtieron las escaleras laterales del Guggenheim en un personaje más, utilizándolas de manera expresa y sustancial, para dejarnos esa sensación ansiosa, incómoda al insistir en un juego de choques, de violencias consumadas y deseos sublimados.

Cerraron las actuaciones los aragoneses de Circle of Trust, presentando su nueva pieza «Zero gravity», una historia contada en hip hop a la que le sobra todo lo narrativo, ya que cuando se exhiben, sin argumentos, con sus números más impresionantes son bastante más eficaces.

Pasó el festival de danza contemporánea Lekuz Leku como una exhalación, con un tiempo espléndido y una buena respuesta del público. Los edificios siguen intactos, pero llevan más historia en su memoria.