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Óscar Rodríguez Vaz Parlamentario vasco y secretario general del Grupo «Socialistas Vascos-Euskal Sozialistak»

Sobre la declaración del preso 8719600510

No se puede pasar de puntillas por nuestros últimos 35 años de historia. Y parece que eso es lo que pretende la izquierda abertzale

No ha sido el pueblo vasco quien ha conectado con la izquierda abertzale, sino que hemos sido nosotros quienes hemos acabado por conectar con un deseo ampliamente mayoritario en el independentismo de sustituir la estrategia anterior (la armada) por una apuesta de confrontación en términos democráticos (la apuesta actual)». Lo dijo el preso nº 8719600510, Arnaldo Otegi, en este medio hace unas semanas.

Lo que no está tan claro es que la izquierda abertzale haya interiorizado desde la calle esta realidad reconocida por su líder desde la cárcel.

La velocidad de los hechos que está viviendo la política vasca desde principios de este año es vertiginosa. La presentación de los estatutos de un partido de la izquierda abertzale clásica que rechaza todas las violencias, «incluida la de ETA», y que aún está en el limbo jurídico. La sentencia del Tribunal Constitucional permitiendo a Bildu que se presentara en las pasadas elecciones. Una campaña electoral en un clima de ausencia prácticamente total de presiones violentas contra los partidos autonomistas y constitucionalistas. Unos resultados electorales que rompen con el escenario político anterior y que dibujan cuatro grandes fuerzas políticas. Las declaraciones de los encausados en el proceso judicial por el «caso Bateragune»... Son muchos elementos que conforman un momento histórico que parece romper con dinámicas de años.

Este vertiginoso ritmo de acontecimientos no debe ocultar que ha sido la izquierda abertzale la que ha renunciado a ser un agente legitimador de la violencia. Pero han sido las Instituciones democráticas, el Estado de Derecho y la presión de la propia sociedad vasca los que han acabado con la dinámica militar del MLNV.

Por primera vez, parece ser que es la izquierda abertzale quien marca el camino hacia la puesta en marcha de un proyecto político en el que no quepa la connivencia con el terrorismo. Queremos creer que es así, sería una gran noticia que sólo el tiempo confirmará. En este sentido, los promotores de Sortu han dicho que el suyo es un proyecto de largo recorrido y, para ello, han presentado unos estatutos que contemplan el rechazo a ETA y la expulsión de los miembros del nuevo partido que no cumplan este precepto. Parece, por tanto, cobrar sentido que Sortu acabe siendo legal.

Pero al mismo tiempo, en el transcurso de estas semanas, y a través de las entrevistas y declaraciones de Otegi, se ha desvelado de una manera cruda que ahora sí hay una apuesta clara e inequívoca «exclusivamente por vías políticas y democráticas». Esto constituye un hecho importante en sí mismo que hay que valorar. Como también lo fue el compromiso que Etxeberria e Iruin hicieron público el pasado 7 de febrero en la presentación de Sortu. Se trata de acontecimientos importantes, positivos y esperanzadores.

Dicho esto, hay que señalar que los hechos señalados suponen el reconocimiento de que hasta ahora en su estrategia cabía la violencia política. Y siendo esto así, ¿cómo se puede haber mantenido durante años una retórica que buscaba criminalizar al Estado y a las víctimas de ETA como responsables de todos los males de Euskadi, cuando se estaba apostando o dando cobertura al asesinato y la extorsión?

Además de explicitar que ahora se apuesta «sólo por los votos» (y no por las bombas), ¿no hay nada más que explicar a la sociedad vasca? ¿No es necesario acompañar la nueva apuesta política de una crítica a la vieja apuesta político-militar?¿Es posible construir un futuro en paz y la convivencia en Euskadi sin una crítica ética o moral a la violencia política?

Al romper explícitamente con ETA, se reconoce que las diferentes marcas de la izquierda abertzale formaban parte del entramado de la banda. Con lo que las herramientas del Estado de Derecho hicieron bien en identificar una cosa con la otra. Un Estado de Derecho que, por cierto, da vía libre a Bildu cuando se acredita que no está supeditado a ETA.

De modo que a ese continuo emplazamiento a un nuevo y radiante futuro de paz, que tanto pregonan Otegi y los flamantes representantes institucionales de Bildu, le afecta un agudo ataque de amnesia selectiva. Una amnesia que se olvida de las décadas de sufrimiento generado por ETA, de la herencia que deja la izquierda abertzale a este país en el largo camino que han recorrido hasta separarse de la violencia: asesinados, secuestrados, extorsionados, exiliados, y centenares de encarcelados que mataron a centenares de personas para nada, exactamente para nada.

Pienso que el nuevo escenario de paz es una inmoral utopía si se pretende hacer borrón y cuenta nueva. El nuevo y esperanzador escenario debe mirar al futuro, sí, pero sin olvidar nuestro pasado, nuestro vergonzoso pasado. No hay ninguna ley que obligue a pedir perdón, pero la convivencia en paz lo exige. Porque es imposible construir la paz y la convivencia sin la reconciliación; y la reconciliación necesita invariablemente del reconocimiento del daño realizado.

No se puede pasar de puntillas por nuestros últimos 35 años de historia. Y parece que eso es lo que pretende la izquierda abertzale. Precisamente aquellos que más combatieron el proceso de Transición en España, con el argumento de que no se había hecho una depuración de responsabilidades y una revisión crítica del régimen franquista (algo que se está haciendo con la Ley de la Memoria Histórica). No se puede abanderar la petición de verdad y memoria para los crímenes del franquismo y negar la misma petición para los crímenes de ETA.

ETA ha anunciado que aparca las bombas y el impuesto revolucionario, pero aún no ha anunciado su fin. Baste con recordar que los últimos detenidos en Italia y Francia no estaban precisamente redactando un comunicado de abandono. Por tanto, si la izquierda abertzale quiere ser creíble y tener legitimidad en la materia de la paz algún día, debería seguir siendo exigente con ETA.

Debería hacer un esfuerzo por formar parte del relato sobre las víctimas, ser parte activa y no pasiva en el reconocimiento del dolor generado, tal y como le pedían un grupo de presos históricos hace unos días. Y debería hacerlo sin esperar a que sea ETA la que le marque el paso.

Volviendo a la cita de Otegi, creo que la izquierda abertzale debe tener claro que es ella la que se ha adaptado a la sociedad vasca y no la sociedad la que ha avalado su estrategia anterior. Y deberá reconocer -aunque sea en su fuero interno y no sin vergüenza- que han llegado 34 años después a la decisión que debieron adoptar en Txiberta.

Finalmente, pediría a Otegi y sus seguidores que no se confundan. Porque a diferencia de la caverna y gran parte de la derecha española (anclada en el pasado porque tienen miedo a un escenario lleno de preguntas para el que no tienen respuestas), la izquierda autonomista ha trabajado y trabajará por la paz con verdad y memoria. Para que la paz perdure. Para que pueda florecer la libertad que permita reconocernos en nuestro pluralismo político y construir la convivencia democrática entre vascos.

Puede haber quien desee el final tanto como nosotros, pero nadie lo desea más que nosotros. Porque la libertad, el fin del terrorismo y la presencia normalizada de la izquierda abertzale en las instituciones no sólo no nos da miedo, sino que nos da moral. El miedo, la pesadilla, el horror es lo que hemos vivido hasta ahora. Ahora empieza la política y la necesidad de claridad.

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