Mikel INSAUSTI

Ernesto del Río, tras años dedicado a la dirección de Zinebi, vuelve a la actividad fílmica con su trabajo más maduro y elaborado. “Valeria descalza” es ante todo un ejercicio de estilo, en el que lo visual predomina sobre lo discursivo, dentro de una meditada estrategia que favorece la creación de atmósferas, perfectamente diferenciadas entre el grisáceo y urbanita arranque en un Bilbo moderno y el posterior desarrollo en un retiro caribeño donde el tiempo parece haberse detenido. La ausencia de las prisas deja un espacio abierto a la reflexión, y en lugar del tópico de una Cuba turística hecha para que el visitante se olvide de todo, se impone otra que invita a la nostalgia y al replanteamiento existencial. En ese sentido resulta muy pertinente el personaje del viejo arquitecto local que siente que su vida se desmorona, como los ya ruinosos inmuebles de La Habana que construyó en su juventud. Es de los cuatro protagonistas el más dispuesto a conversar y a encontrar respuestas pendientes, tal vez porque siente que su muerte está cerca.

La excelente y honda interpretación del veterano actor de la televisión cubana Rubén Breña marca la contención expresiva de sus compañeros de reparto, con Aitor Mazo y Maiken Beitia muy concentrados en los gestos cansados de un matrimonio vasco consumido por el distanciamiento emocional.

En el cruce de personajes el lado más débil es el representado por la joven Gabriela Griffith, ya que es una aspirante a cantante que todavía no ha encontrado su sitio, ni en su país ni en el mundo. Vive un romance de prestado con el maduro forastero, y hasta la canción que interpreta no le pertenece, pues habla de los sentimientos de mujeres de otra generación anterior.

Tendrá que desencadenarse una fuerte tormenta tropical, metáfora de otras interiores, para que las cosas vuelvan a su ser. El revelador desenlace llena de contenido una historia expuesta hasta entonces de forma deliberadamente inconexa, conectando así soledades finalmente compartidas.